miércoles, 14 de diciembre de 2016

AMAR A HUACHO




"Así comencé allá", dice sonriendo mientras refriega la vajilla. Perseguido por Seguridad de Estado, debido a su participación en una refriega en contra de la intervención militar en el campús de la universidad de San Marcos, debió fugar. Le ofrecieron becas para estudiar en la URSS (era 1970) o en Cuba, pero terminó en un chifa de Miami. Enseguida se convirtió en empleado bancario para luego ser enrolado por la distribuidora de vajillas mas prestigiosa de los EEUU: Lifetime.
Pasó el tiempo y un día llegó a su casa el ex alcalde de Lima "el tío Alfonso". Caminando alrededor de la laguna del exclusivo condominio que habitaba quien fuera el rebelde sanmarquino de otros tiempos, Alfonso Barrantes Lingan, en tono énfatico y paternal, le dijo: "Tú eres el dirigente que la izquierda perdió".
No se equivocó ni exageró: Pacho fue tan competente vendedor (no de sueños) sino de productos que se retiró siendo el primer vicepresidente hispano de Lifetime.
A pesar de haber pasado solo algunos años de infancia y tres años de adolescencia en las aulas de colegio "Luis Fabio Xammar"  jamás dejó de sentirse huachano. Pero al mismo tiempo, solo y distante, -repite- jamás se sintió discriminado. Y por eso, de habitar una modesta vivienda en el Pasaje Olaya (que el terremoto de octubre de 1966 se encargó poner en escombros) regresó para construir la casa de campo mas personal y sorprendente de la campiña de Huacho.
Y fue precisamente en esa morada campestre (que en rigor se trata de un parque privado con una casa al lado) recibió el 20.11.2017, en el Día del Niño, a los niños del cerro Nueva Esperanza que concurren a la escuelita de Pampa de Animas para celebrar y compartir regalos por Navidad. Toda la escuela, alumnos y profesores, colmaron de alborozo la casa de quien fuera también un niño pobre de Huacho. Un muchacho al que llamaron siempre, y siguen llamando, simplemente Pacho.

Pacho de Huacho. Pacho de Miami. "Viniste y cumpliste. Ahora puedes volverte tranquilo", le digo. "Si", responde con melancolía. Después de unos brindis a la luz de la luna nos despedimos. Se va Pacho, pero queda la casa (para solaz de sus familiares y amigos) en tributo a Huacho y a la nostalgia.
Good bye my friend


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