Un día de 1987, con quince años a cuestas, Lucas Barrera Pacheco se
enroló en las huestes de Sendero Luminoso que ingresaron al distrito de
Ambar.
Su madre fue la única en saber que se iria. Al día siguiente, con el corazón oprimido de pesar y resignación, se dirigió al lomo de Quiluay para esperar el paso de la columna.
"Cuando estoy mirando -recordó un día doña Esperanza- aparecieron. Al verlos mis ojos se llenaron de lágrimas. Y al verme Lucas, mi hijo, se dio la vuelta y se quedó parado un rato. Después se dio otra vez la vuelta y siguió andando hasta que volteó la curva de Lascamayo. Nunca más lo volví a ver".
Para entonces, en las alturas del valle Supe-Ambar, ya se había producido la incursión armada que acabó con la vida de Osvaldo Chamorro y tres de sus hijos. Y de igual modo, con la existencia de Angel Cotrina (a quien arrancaron un ojo y obligaron a caminar desangrándose hasta encima de Cashapata).
Pero otros, la mayoría -a diferencia del hijo de doña Esperanza- luego de pasar a ser en Ambar integrantes de las bases de apoyo y combatientes del Partido Comunista que lideró Abimael Guzmán, un cuarto de siglo después, continúan donde los captaron.
Dedicados a las labores propias de un valle agrícola y ganadero, paralela y adicionalmente han devenido en pacíficos campesinos, transportistas motorizados y hasta fervorosos evangélicos.
Su madre fue la única en saber que se iria. Al día siguiente, con el corazón oprimido de pesar y resignación, se dirigió al lomo de Quiluay para esperar el paso de la columna.
"Cuando estoy mirando -recordó un día doña Esperanza- aparecieron. Al verlos mis ojos se llenaron de lágrimas. Y al verme Lucas, mi hijo, se dio la vuelta y se quedó parado un rato. Después se dio otra vez la vuelta y siguió andando hasta que volteó la curva de Lascamayo. Nunca más lo volví a ver".
Para entonces, en las alturas del valle Supe-Ambar, ya se había producido la incursión armada que acabó con la vida de Osvaldo Chamorro y tres de sus hijos. Y de igual modo, con la existencia de Angel Cotrina (a quien arrancaron un ojo y obligaron a caminar desangrándose hasta encima de Cashapata).
Pero otros, la mayoría -a diferencia del hijo de doña Esperanza- luego de pasar a ser en Ambar integrantes de las bases de apoyo y combatientes del Partido Comunista que lideró Abimael Guzmán, un cuarto de siglo después, continúan donde los captaron.
Dedicados a las labores propias de un valle agrícola y ganadero, paralela y adicionalmente han devenido en pacíficos campesinos, transportistas motorizados y hasta fervorosos evangélicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario