Tal parece que lo que más
incomoda del resultado de las pruebas de marras no es tanto los resultados,
sino la evidente paradoja que acrecienta su contraste: siendo el Perú el país
de mayor dinamismo y estabilidad económica en América del Sur ser el último en
capacidad curricular escolar.
Acaso esta evidencia no sea sino
consecuencia de otra no menos categórica y deplorable: ser el país más
inequitativo, el más injusto y con mayores diferencias de ingresos y
oportunidades de América.
Sin embargo, desde que se crearon
las primeras universidades en el siglo XII en Europa y en el siglo XVI en
América, al margen de los siglos, ese ha sido el camino recorrido. Un camino solo
para elegidos, claro está.
De igual modo, con el
advenimiento de la República, no deja de ser significativo que el mismo general
San Martín dona su biblioteca personal para constituir la Biblioteca Nacional
con la certeza de asegurar a través de su uso la verdadera independencia y
vialidad de la patria.
No menos oportuno tampoco resulta
recordar que hasta mediados del siglo XX, cuando la mayor parte de la población
era iletrada y no existían las pruebas Pisa, era un país de pocas escuelas y
escasas bibliotecas; y sin embargo, un país con notables maestras y maestros
que no únicamente eran buenos docentes sino personas muy decentes.
Así es como San Marcos, la
universidad fundacional del Perú, pudo ostentar al mayor docente de su
historia: el maestro Raúl Porras Barrenechea. Un hombre que como lo recordara
Mario Vargas Llosa, uno de sus más ilustres colaboradores, cada vez que
escribía lo hacía como si lo hiciera ante el público más culto de la tierra.
En contraste, ahora cuando no
existe comunidad campesina o remoto paraje en donde no se halle una escuela,
una maestra o un maestro, el resultado de las pruebas Pisa dicen que estamos
peor que nunca. Peor que nunca justo cuando nunca estuvimos mejor que nunca.
Una anécdota resulta ilustrativa
al respecto. En Huacho, ciudad capital de la Región Lima, existe una
proliferación de chifas regentado no solo por descendientes chinos, sino
también por inmigrantes coreanos y vietmanitas, pero también por migrantes
andinos. Uno de aquellos locales, el más concurrido pertenece a Heraclio
Ventocilla. Ocurre que cierto día Heraclio debió responder a una encuesta en la
que luego de su nombre le preguntaron por su grado de instrucción: “Tercer
grado de primaria señorita” “¿Su
ocupación?” “Empresario”.
Entonces, ¿cómo se condice que
seamos los primeros en boyante performance productiva, comercial y financiera y
unos redomados inútiles para las categorizaciones burocráticas internacionales?
Sin duda, la pregunta es ante todo al mismo tiempo una respuesta.
Por su parte, mi hermano que hizo
estudios de física, recordando con piedad a sus maestros del colegio me dijo un
día: “Sabes por qué los profesores del colegio no saben enseñar: porque no leen”.
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