Cuando Cajatambo aun pertenecía al departamento de Ancash,
antes del final de la Primera Guerra Mundial,
vino al mundo Marcelina Rivera Porlles un 26 de abril de 1916.
Hija de Juan Fuentes Rivera, natural de Oyón, y Liboria Porlles,
natural de Cajatambo, la niña Machi se hizo adolescente,
madre y esposa -sucesivamente- en la tierra que la vió nacer.
Docente en sus inicios, pero ante todo mujer tenaz y audaz
se liberó de la rutina escolar
para, enseguida, regentar el restaurante
más concurrido de la ciudad y el hospedaje más acogedor.
De igual modo producir quesos y manjares,
cultivar hortalizas y tubérculos variados
y ofertar finos ponchos confeccionados con lana de vicuña.
Esposa abnegada, madre amorosa, comerciante rural exitosa;
sin embargo, por amor a su familia, muy a su pesar,
bajo el magnánimo mandato de velar por el porvenir de su prole,
un 13 de febrero de 1964 debió abandonar
el pueblo al que dio vida con su laborioso pundonor.
Sintió de seguro aquel día inexorable morir al partir,
pero acaso también comprendió que así es
y así tiene que ser la vida: una sucesión de vidas.
Una agonía. Una resignación. Y también una resurrección.
Partió con destino a Huacho, llevándose -que duda cabe- en su mente,
en su corazón y en sus manos a Cajatambo.
Cajatambo inolvidable. Inolvidable Cajatambo.
Eterno Cajatambo como el amor de Machi.
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