"Mis amigos son mis hermanos"
Compay Segundo
César Adrián Orellana Palomino (1952-1996), ex director del desaparecido Banco Industrial del Perú y, luego, asesor principal de la comisión agraria de Congreso Constituyente de 1993, fue no solo mi tocayo sino el más recordado hermano que me regaló la vida.
"No sé que me ven, pero las gordas y las negras apenas me miran desesperan", repetía riendo, jubiloso y a la vez resignado. Risueño e irreverente fue siempre un huancavelicano orgulloso de su andinidad raigal.
En cierta ocasión, durante su ausencia, debí tomar su lugar en una reunión en que el invitado era el ministro de agricultura ante el Congreso. Al día siguiente mientras revisaba los periódicos en que me miraba con incredulidad, recuerdo sus palabras a través del teléfono: "Oye pendejo, dicen que me estas serruchando el piso". Sorprendido, no dije nada, hasta que volví a escuchar su voz: "Mentira cholo, te felicito".
Cuando salieron publicados mis primeros artículos en los periódicos de circulación nacional, cierto día se acercó a mi escritorio, para decirme las palabras mas desconcertantes de las que guardo memoria: "¡Párate carajo, te voy a felicitar¡". Luego de un efusivo abrazo, terminó por decir, abrumado de emoción: "Alguna vez contaré como comenzaste".
No pudo: un día de mediados de 1996 partió rumbo a Tayacaja (donde su padre era el principal oferente de la fiesta patronal) diciendo: "Vuelvo el lunes". El jueves, apenas descender del avión, en un recodo de la carretera Huancayo-Huancavelica la camioneta que el mismo conducía rodó al abismo.
"No sé que me ven, pero las gordas y las negras apenas me miran desesperan", repetía riendo, jubiloso y a la vez resignado. Risueño e irreverente fue siempre un huancavelicano orgulloso de su andinidad raigal.
En cierta ocasión, durante su ausencia, debí tomar su lugar en una reunión en que el invitado era el ministro de agricultura ante el Congreso. Al día siguiente mientras revisaba los periódicos en que me miraba con incredulidad, recuerdo sus palabras a través del teléfono: "Oye pendejo, dicen que me estas serruchando el piso". Sorprendido, no dije nada, hasta que volví a escuchar su voz: "Mentira cholo, te felicito".
Cuando salieron publicados mis primeros artículos en los periódicos de circulación nacional, cierto día se acercó a mi escritorio, para decirme las palabras mas desconcertantes de las que guardo memoria: "¡Párate carajo, te voy a felicitar¡". Luego de un efusivo abrazo, terminó por decir, abrumado de emoción: "Alguna vez contaré como comenzaste".
No pudo: un día de mediados de 1996 partió rumbo a Tayacaja (donde su padre era el principal oferente de la fiesta patronal) diciendo: "Vuelvo el lunes". El jueves, apenas descender del avión, en un recodo de la carretera Huancayo-Huancavelica la camioneta que el mismo conducía rodó al abismo.
Siempre que lo recuerdo (máxime si escrito está) tengo la impresión que más que deplorar su ausencia me encargó no dilapidar su legado. Esa sencilla manera de arrebatarle a la mortífera vida su gracia más humana y vital. Pues la suya fue una existencia común hecha de circunstancias fuera de lo común que como nadie supo cultivar y atesorar.
Era realmente un buen hombre, buen hijo, gran politico y mi extrañado hermano. Lindas palabras. De parte de él agradezco que le tengan en tan bonito recuerdo.
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