Apenas abro los ojos contemplo en silencio el sombrero de mi madre. El último warmisuku de todos cuanto usó.
El sombrero de mujer de Cajatambo que por casi medio siglo lució con orgullo en el valle de Ambar. Por eso, en su memoria, allí está, siempre presente.
Tan pronto abandono el abrigo de las frazadas me acerco y la beso. Siento que, de algún modo, allí está todavía mi madre. Mi adorada gordita Chispas. Enseguida tomo también mi sombrero y salgo a recorrer el fundo.Entre el río grande y el río chico se encuentra Lascamayo. A todas luces se trata del fundo mas vistoso y fértil de la parte alta del valle Supe-Ambar.
David Reyes Ballardo, propietario del fundo Puajcancha, hizo traspaso a Augusto Villanueva Marin. Así Lascamayo de manos de mi tío abuelo paterno pasó a manos de mi abuelo materno. Al morir mi abuelo, mi madre junto con su madre regentaron Lascamayo por décadas.
Las chacras quedan, los dueños pasan. Al igual que ellas, hoy 30.9.2018, estoy aquí. Aquí, al pié del cerro Rukupadre.
Decido recorrer el fundo y tan pronto inicio mi caminata se agolpan los recuerdos. Situaciones que ví y viví. Recuerdos alegres y tristes.
A la sombra del arrayán del patio veo una tarde a mi abuelo invitar a su mesa a un viejo de enmarañada barba y rozagante como un tomate, don Nolberto Celis (descendiente de los italianos que llegaron a Ambar). Sentados antes sendos mates servidos de suculento Pari, el viejo Nolbe deslumbrado ante el plato preferido de Cajatambo cada que lleva la cuchara a su boca, al mismo tiempo que pigmenta sus rubios mostachos con el aderzo, solo atina a decir: "Esto si que está fabuloso don Augusto".
La tarde del de 31.5.1970 mi madre cogió su manta y se dirigió a la moya de Rodeocorral (como lo hago yo esta mañana asediado de nostalgia). A medía cuesta se dió la vuelta para mirar la casa en donde dormía mi hermano Alfredo y una repentina aprehensión la paralizó: "¡Ay, se dijo, mi pobre hijo hace días que no lo he bañado!". Mortificada por ese pensamiento se regresó para encender el fogón.
Precisamente cuando terminaba de vestir el pequeño cuerpo de mi hermano hicieron su aparición por el camino Lucha y Gushma."Ahora si mi hijo está limpio y buenmozo", les dijo sonriendo mi madre al acariciar y tener entre sus brazos a su hijo de apenas dos meses de nacido.
Eran las 3:47 de la tarde. Fue la hora y el minuto que comenzó el terremoto más destructor de la historia del Perú.
El sombrero de mujer de Cajatambo que por casi medio siglo lució con orgullo en el valle de Ambar. Por eso, en su memoria, allí está, siempre presente.
Tan pronto abandono el abrigo de las frazadas me acerco y la beso. Siento que, de algún modo, allí está todavía mi madre. Mi adorada gordita Chispas. Enseguida tomo también mi sombrero y salgo a recorrer el fundo.Entre el río grande y el río chico se encuentra Lascamayo. A todas luces se trata del fundo mas vistoso y fértil de la parte alta del valle Supe-Ambar.
David Reyes Ballardo, propietario del fundo Puajcancha, hizo traspaso a Augusto Villanueva Marin. Así Lascamayo de manos de mi tío abuelo paterno pasó a manos de mi abuelo materno. Al morir mi abuelo, mi madre junto con su madre regentaron Lascamayo por décadas.
Las chacras quedan, los dueños pasan. Al igual que ellas, hoy 30.9.2018, estoy aquí. Aquí, al pié del cerro Rukupadre.
Decido recorrer el fundo y tan pronto inicio mi caminata se agolpan los recuerdos. Situaciones que ví y viví. Recuerdos alegres y tristes.
A la sombra del arrayán del patio veo una tarde a mi abuelo invitar a su mesa a un viejo de enmarañada barba y rozagante como un tomate, don Nolberto Celis (descendiente de los italianos que llegaron a Ambar). Sentados antes sendos mates servidos de suculento Pari, el viejo Nolbe deslumbrado ante el plato preferido de Cajatambo cada que lleva la cuchara a su boca, al mismo tiempo que pigmenta sus rubios mostachos con el aderzo, solo atina a decir: "Esto si que está fabuloso don Augusto".
La tarde del de 31.5.1970 mi madre cogió su manta y se dirigió a la moya de Rodeocorral (como lo hago yo esta mañana asediado de nostalgia). A medía cuesta se dió la vuelta para mirar la casa en donde dormía mi hermano Alfredo y una repentina aprehensión la paralizó: "¡Ay, se dijo, mi pobre hijo hace días que no lo he bañado!". Mortificada por ese pensamiento se regresó para encender el fogón.
Precisamente cuando terminaba de vestir el pequeño cuerpo de mi hermano hicieron su aparición por el camino Lucha y Gushma."Ahora si mi hijo está limpio y buenmozo", les dijo sonriendo mi madre al acariciar y tener entre sus brazos a su hijo de apenas dos meses de nacido.
Eran las 3:47 de la tarde. Fue la hora y el minuto que comenzó el terremoto más destructor de la historia del Perú.
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