A mediados de setiembre de 1816, a cuatro meses del Paso de los Andes, el general San Martín protagonizó un episodio que reviste caracteres francamente antropológicos, a la vez que estratégico-militares.
En un documento fechado el 10.9.1816 expone el jefe del Ejército de lo Andes, los móviles que lo conducen a reunirse con los jefes de la etnia pehuenche.
Pero es en su estancia final en Francia en donde, al dar respuesta a los cuestionarios que le dirige el general ingles William Miller (quien a la par de actor fue relator de la gesta emancipadora) cuando redacta sus memorias.
Es verdad que la construcción de la memoria colectiva es negocio de quienes a través de textos escritos y fuentes orales redactan visiones y versiones del pasado. Sin embargo, no pocas veces resulta extraordinario "ver" un hecho en palabras escritas por sus propios ejecutores.
Este es uno de esos casos, una ocasión infrecuente en que un líder militar y político de trascendencia histórica, más allá de la gloria de su espada coge la pluma para hacer una incursión fuera de lo común. A decir verdad, se trata de un texto raro, en que más que un militar, quien escribe y describe parece un antropólogo extasiado de lo que investiga y descubre.
Provisto de 120 barriles de aguardiente y 300 de vino, secundado por sus leales granaderos, marchó el general San Martín al encuentro de dos mil pehuenches y medio centenar de caciques, presididos por el más anciano de todos: Necuñan.
Llevaba además regalos. Entre los que podía contarse "gran número de frenos, espuelas" y prendas. Pues los guerreros nativos que dominaban las laderas andinas de Mendoza asistían al parlamento con sus hijos y mujeres.
Luego de deliberar el pedido de autorizar el paso por su territorios los jefes pehuenches aprobaron la petición; no por unanimidad, por mayoría: tres caciques se opusieron.
Enseguida, después de guardar sus lanzas, machetes y cuchillos durante tres días -muy a su manera- celebraron hasta beberse los 420 barriles de licor.
Murieron dos hombres y una mujer. Casi nada, deja entrever el general, para tamaña bacanal.
Hasta se produjo un parto (un parto acuático) de un niño que so pretexto de presentarlo al general, el cazurro fraile, bautizó antes de verlo partir rumbo a las montañas.
No sin antes, conforme recuerda el general, irse convertido en su ahijado
MOTIVO:
DESCRIPCIÓN:
“Los indios pehuenches, hombres de una talla elevada, de una musculación vigorosa, y de una fisonomía viva y expresiva, ocupan un territorio al pie de la cordillera de los Andes de 100 a 120 leguas al sur del Río Diamante, límites de la Provincia de Mendoza: pasan por los más valientes de este territorio, no conocen ningún género de Agricultura, y viven de frutas silvestres, y de la carne de Caballo; su vida es errante y mudan sus habitaciones (que se componen de tiendas de pieles), a proporción que encuentran pastos suficientes para alimentar sus crecidas Caballadas. Son excelentes jinetes, y viajan con una rapidez extraordinaria, llevando cada uno diez o doce caballos por delante para mudar en proporción que se cansan, pero tan dóciles y bien enseñados, que en medio del Campo los llaman por su nombre, y sin el auxilio del lazo los toman con la mano para cambiar”.
UBICACIÓN:
“Los indios Pehuenches son una nación enteramente diferente de los araucanos, y separados de estos por la gran cordillera: su población se regula en unos 12 a 14 mil habitantes; anteriormente eran muy numerosos, más las viruelas y en el día el mal venéreo, hace en ellos horribles estragos (….) ; y son reputados por bravos; ellos mantienen continuas guerras con los otros indios colindantes, y no se dan cuartel excepto a las mujeres y niños. La hospitalidad la guardan religiosamente …”
ENCUENTRO:
"El día señalado para el parlamento a las ocho de la mañana empezaron a entrar en la Explanada que está en frente del fuerte cada cacique por separado con sus hombres de guerra, y las mujeres y niños a retaguardia: los primeros con el pelo suelto, desnudos de medio cuerpo arriba, y pintados hombres y caballos de diferentes colores, es decir, en el estado en que se ponen para pelear con sus enemigos. Cada cacique y sus tropas debían ser precedidos (y esta es una prerrogativa que no perdonan jamás porque creen que es un honor que debe hacérseles) por una partida de caballería de cristianos, tirando tiros en su obsequio. Al llegar a la explanada las mujeres y niños se separan a un lado, y empiezan a escaramucear al gran galope; y otros a hacer bailar sus caballos de un modo sorprendente: en este intermedio el fuerte tiraba cada 6 minutos un tiro de Cañón, lo que celebraban golpeándose la boca, y dando espantosos gritos; un cuarto de hora duraba esta especie de torneo, y retirándose donde se hallaban sus mujeres, se mantenían formados, volviéndose a comenzar la misma maniobra que la anterior por otra nueva tribu”.
"A mediodía concluyó esta larga operación"
DELIBERACIÓN:
"Convocados para comenzar, tomaron asiento por orden de ancianidad, primero los caciques, enseguida los capitanes: el general en jefe, el comandante general de frontera y el interprete, que lo era el padre Inalican, fraile franciscano y de nación araucano".
EXHORTACIÓN:
"El fraile comenzó su arenga haciéndoles presente la estrecha amistad que unía a los indios pehuenches al general que este confiado en ella, los había reunido en parlamento general para obsequiarles abundantemente con bebidas y regalos, y al mismo tiempo para suplicarles permitiesen el paso del ejército patriota por su territorio, a fin de atacar a los españoles de Chile".
DECISIÓN:
"Concluido el razonamiento del fraile un profundo silencio de cerca de un cuarto de hora reinó en toda la asamblea. A la verdad era bien original el cuadro que presentaba la reunión de estos salvajes con sus cuerpos pintados y entregados a una meditación la más profunda".
CELEBRACIÓN:
"Finalizado el deposito se dirigieron al corral donde se les tenían preparadas las yeguas para su alimento. El espectáculo que presenta la matanza de estos animales es lo más disgustante. Tendido el animal y atado de pies y manos le hacen una incisión cerca de gaznate, cuya sangre chupan con preferencia las mujeres y niños, aplicando la boca a la herida"
BRINDIS:
"Hacen una excavación en la tierra de dos pies de profundidad y cuatro a cinco de circunferencia, meten la piel fresca en el agujero abierto en la tierra, y aseguran los extremos de ellas con estacas pequeñas: en este pozo revestido de la piel se deposita el licor y sentados alrededor empiezan a beber sólo los hombres"
FIN DE FIESTA:
"El quinto día marcharon muy satisfechos asegurando no haber conocido jamás parlamento más esplendido"
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