lunes, 4 de febrero de 2019

AQUILES REYES RIVERA



Una tarde (cada vez más remota), en épocas en que no existía aun comunicación telefónica en Cajatambo, recibí una nota de manos de mi madre.
Era una nota manuscrita que había cruzado el puente de Cuchichaka hasta mi casa en Astobamba.
Abrí el papel y leí: "Apreciado sobrino, acércate a la casa para almorzar".
Entusiasmado hice el recorrido inverso al de la nota.
Cuando llegué en el patio de la solariega casa en Tambo comparecí ante la familia en pleno.
Sonriente, afable y altivo, con aquel timbre de voz tan lleno de firmeza y señorío, se puso en pié Aquiles Reyes Rivera (primo hermano de mi padre) quien al verme me abrazó y dijo enseguida:
"Hijo, en esta casa siempre serás bienvenido, eres nuestra sangre y nos alegra verte"
"Desde chiquito te hemos querido Cesitar y ahora que has vuelto hecho un hombre a nuestra tierra nos emociona tu regreso", agregó por su parte la tía Ethel, aquella rozangante y hermosa belleza que se convirtió en esposa y madre de los hijos del tío Aquiles.
Así comenzó mi eterno amor por mi tierra y por su historia.

Un día de corrida de toros, a mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, al final de la tarde, impulsado por la euforia de los tragos y el orgullo de ser uno de los toreros de Cajatambo (el único, además, de mi familia aquella tarde) trepé la baranda hasta donde se encontraban los hermanos Augusto y Aquiles con una botella de whisky entre manos.
Me felicitaron por mi perfomance en el ruedo y enseguida escucharon sorprendidos el parlamento que me condujo ante ellos.
"Tío Aquiles, a nombre de todos mis primos aquí presentes, sus sobrinos que lo quieren y siente orgullo de tener un tío como usted, vengo a decirle que considere que nada nos alegraría más ver a usted esta tarde ceñirse el sombrero de Capitán de la Tarde".
"Mira sobrino, te agradezco tus palabras, pero ya habrá oportunidad para eso".
Me despedí, debo confesarlo, defraudado pero al mismo tiempo satisfecho de haber expresado un sentimiento que ambos hermanos de seguro celebraron escuchar.
Cuando llegó al Capitán oferente al lugar donde se encontraban los hermanos Reyes, con asombro vimos al tío Aquiles ceñirse el sombrero de Capitán de la Tarde.
Fue un momento de júbilo inolvidable.

Pasado el tiempo le pregunté como fue que tomó esa decisión.
"Al verlos a ustedes, tan jóvenes y tan guapos, me emocioné; sentí una opresión en el corazón y decidí regalarles esa alegría. No me equivoqué, hacer la fiesta fue uno de los acontecimientos más inolvidables y hermosos de mi vida".
Y ciertamente de todos quienes admiramos su prestancia señorial y su amor a su familia y a Cajatambo.

Otro acontecimiento más reciente tuvo lugar el 3.11.2018 cuando la descendencia Reyes de Cajatambo se reunió para celebrar la sangre que nos une y su historia.
En ese trance, durante las reuniones de coordinación previas, no hubo hogar más hospitalario que el de Aquiles y Ethel.
Fue ocasión, entre otras, para que el patriarca de la familia fuese visitado por sus primas y primos, además de numerosos sobrinos.
Uno de aquellos día incluso al hacer el brindis de bienvenida dijo: "Me da gusto verlos y mucho más tener aquí al culpable de que fuera Capitán de la Tarde".

Nos apena tu partida inolvidable tío pero de igual modo nos enorgullece tu existencia.
Adiós Aquiles, honor y gloria a tu memoria.



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