Felices, ebrios de dicha, al escuchar
sus voces
se regalan sus voces.
Son solo palabras pero en realidad
son caricias.
Caricias sonoras. Fuego de amor.
Miles de millas separan sus cuerpos.
Cuerpos unidos por palabras.
Avanza la noche, las palabras fluyen.
Llega la mañana, las palabras fluyen.
Transcurre el día, las palabras
-incontenibles-
siguen fluyendo.
Alegrías y tristezas, una vida entera,
discurren bajo la clara luz
de un nuevo día.
En la segunda mitad del siglo XX
durante diez y seis horas un diputado
pronunció el discurso más prolongado
de la historia parlamentaria del Perú.
Diez y siete horas después,
al caer la tarde,
a las cuatro en punto, en la quietud
solitaria de dos habitaciones distantes,
llega a su termino
un diálogo para cuyo parlamento
no hubo ni hambre ni sed,
solo hambre y sed de palabras.
Conversación convertida conversión,
destino, camino, dicha suprema
de ser uno
siendo dos a una sola voz.
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