Un pueblo en el que existen nombres, y hombres, que se llamen Sócrates, Pericles, Aristóteles, Ulises, Aquiles y mujeres que se llamen Ninfa, Penélope, Tamia, Dunia, Alina no es en definitiva cualquier pueblo. Y que ese pueblo se encuentre localizado a 3, 200 metros de altura y a una distancia de 356 km de Lima, la urbe capital del Perú, no hace sino acrecentar su valer. Y ni que decir, si además, se trata de una de las provincias más antiguas del estado peruano. Sin embargo, todo eso y mucho mas es Cajatambo; la provincia que nació con la República.
Huancos en Palacio de Gobierno |
Un poema anónimo quechua que
habla de milenarios guerreros y un párrafo de las memorias del marino ingles
William Bennet Stevenson me sirvieron para decir lo que tuve que decir. Al
final, fue la representante de la alcaldesa de Lima, quien celebro el uso de
los textos. Tanto, incluso, que, amable y generosa, se retiró no sin antes
expresarme su gratitud. Entonces, al escucharla, con no menos emoción que a mi
madre evoqué la memoria de José María Arguedas.
Astobamba |
El tiempo ha pasado y casi sin proponérmelo,
pese ha no haber desfallecido de amor por algún inolvidable amor adolescente camino
al colegio Paulino Fuentes Castro, siento que el mejor regalo que le debo a la
vida es el haber nacido en Cajatambo. Pero acaso, por eso mismo, al decirlo con
actos, al constatar las prioridades que rigen sus vidas, no haya regocijo más
supremo de descubrir que ser cajatambina o cajatambino antes que nacer es un
modo de ser. Un culto tan impensado y extremo que, entre otras cosas, hace
claro y visible saber lo que es eso; eso que tantas veces se dice y pocas se
entiende: cultura.
Palla 2013 |
Aunque, del mismo modo que las
dos terceras partes de la población nacional, las familias cajatambinas se
hayan mudado a las urbes litorales o más allá de los confines patrios, las
cajatambinas y los cajatambinos -al igual que en el caso del célebre poema de
Constantino Cavafis, en la interpretación de Vargas Llosa- no hay día de su
existencia en que, en todo cuanto emprendan, que no comporte un tributo a Cajatambo. Un reconocimiento no a lo que se puede ver y
cuantificar sino aquello que les permitió descubrir o lograr. A todo lo que de
nada se hizo todo. A lo que con fe, convicción y tesón, con absoluta propiedad,
constituye la cultura cajatambina.
Por esa razón (que excede a la
misma razón), cada año, al menos por una semana o más Cajatambo recibe el más
reverente y apasionado homenaje de sus hijas y sus hijos: la presencia que da
vida a remotos y melodiosos cantos en quechua, al sabor de comidas rituales que
conjuran el devenir de todos lo tiempos y de todos los caminos, al contrapunto
vibrante de guitarras y mandolinas que aun conservan el fuego sonoro de lejanas
y melodiosas soleas, fandangos y bulerías.
Domingo Quinteros, Capitán de la Tarde 2014 |
Campanario, templo y mercado antiguos de Cajatambo |
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