Era 1987, y aun cuando la conducción económica del país terminara en estrepitosa calamidad, el gobierno del joven presidente Garcia hizo algo que los jóvenes de entonces no podemos recordar sin gratitud : dispuso la organización de la Semana Internacional de Cultura Latinoamerica (SICLA).
Escritores, pintores, músicos, y hasta historiadores, de todos los
confines llegaron a Lima para dar a la ciudad, y al país, oportunidad de
verlos y escucharlos. Por cierto, el festín lo fue, ante todo, de las
chicas y muchachos con vocación y ambición (total: es lo mismo)
artística y cultural. Fue mi caso.
Nacido en Cajatambo, educado en Huacho, en 1987 era un muchacho
orgulloso de pertenecer a San Marcos y a la vez desasosegado por anhelar
algo que ni la mas importante universidad del Perú habría de procurar:
escribir como quisiera escribir. De manera que asistir al SICLA fue para
mi una ocasión memorable para ver y escuchar a quienes había,
previamente, leído. Pero sobre todo, era oportunidad para ver y escuchar
a quienes se habían atrevido hacer lo que aun a mi me costaba asumir y
afrontar: mi destino literario.
Demas esta decir que pase la semana entera viendo y escuchando a
quienes conocía por sus libros (y de igual modo a quienes recién
descubría).
De esos días inolvidables recuerdo una foto (que gracias a la
diligencia de mi amigo, de aula y lecturas, Miguel Pizarro), me tome
junto a Eduardo Galeano, el celebre autor de "Las venas abiertas de
America Latina". Una foto, mejor todavía, que nunca vi. De igual modo
guardo viva memoria de la voz boliviana mas talentosa que, enfundada en
una minifalda negra lucia -además de su canto- sus hermosas
extremidades. Compartiendo el mismo ascensor, halagador, el funcionario
que la escoltaba le decía: "Canta usted muy hermoso". A lo que no pude
dejar de agregar: "Y tambien encanta". Por su parte, Emma Junaro escucho
y sonrió y con una voz no menos bella que su canto dijo: "Muchas
gracias".
Sin embargo, mi gratitud mas entrañable proviene de mi trato con un
critico de arte de Argentina y un pintor de Bolivia. Ocurre que un día
de lectura conjunta, en una mesa en la que también se hallaba Galeano,
alguien de inconfundible tono argentino dijo enfático: "Yo estoy aquí
por Vallejo, por Vallejo que enorgullece al Peru y a nuestro idioma".
Impactado y emocionado, al concluir el recital, no dude en acercarme
para expresar mi gratitud. Entonces, Raul Santana, me miro y me dijo: "Y
vos, escribis?". "Si", confesé abrumado y a la vez halagado. "Veni,
vamos a tomar una cerveza".
Nunca, entre tantos brindis y la incesante humareda de los puros que
fumaba el poeta y critico, como aquella semana, vi y escuche tal
despliegue de decir tanto y en tan pocos días. Recuerdos de vivencias, y
sobre todo, recuerdos de lecturas alimentaron nuestras conversaciones.
Poetas ingleses y franceses, evocados y recitados en sus respectivos
idiomas, comparecieron día a día. "Carajo -me dije para mi mismo- esto
es ser un hombre culto".
Y como no podía ser de otra manera un día termine llevándole mis
propios poemas. Al día siguiente, de la manera mas casual, y hasta casi
incidental escuche estas intrigantes palabras: "Me han gustado tus
poemas, mucho mas que las de tu admirado Cisneros". Saberlo me
entusiasmo, pero también me fregó. Además agrego: "Sabes que mi primera
hija se llama Trilce y que su madre es norteamericana". Entonces
comprendí porque dijo lo que dijo durante el recital.
No obstante, eran dos mis interlocutores. Pero el otro casi no hablaba.
Con todo, su elocuencia estaba en su silencio. De vez en cuando se
limitaba a narrar divertidas anécdotas como aquella en que una muchacha
le dice arrepentida a su progenitora: "Perdóname madre por ser una hija
de puta".
Durante la cena de despedida, por deferencia de ambos, compartí mesa y
cena. Incluso vuelve a mi memoria que, en un momento, al volver de los
servicios encontré la mesa vacía hasta que una voz me nombro y rescato:
"Cesar, veni para aca". Y allí en la mesa vecina junto al critico de
arte y el pintor se encontraba además, para mi sorpresa, la guapa
ministra de salud de entonces y su marido, a quien había correspondido
presidir el encuentro.
El día de la partida de los invitados extranjeros los acompañe en el
carro asignado para conducirlos hasta el aeropuerto. Llegada la hora de
partir, ambos me abrazaron como si se despidieran de ellos mismos (de lo
que alguna vez fueron). Jamas olvidare el brillo afectuoso de los ojos
de Gil Imana ni tampoco las palabras de Raul Santana: "Nunca olvides que
publicar es también parte de crear".
Es esa pues la historia que precede la existencia de "Primavera en
llamas" que saldrá a la luz el año venturo. Y por tanto, dicho lo dicho y
escrito lo escrito, no me queda mas que decir: Gracias Maestros.
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