Entre el rio Sena y la torre Eiffel |
Lo que queda cuando nada queda y lo que se conoce antes de conocer. De
todas, aquel par de expresiones, definen a mi parecer -mejor que ninguna
otra- lo que debemos entender, y experimentar, por cultura.
Recorrer lugares, acumular saber y descubrir personas; es decir,
viajando, leyendo y conversando, una mujer o un hombre cualquiera puede
ostentar las herramientas mas eficaces para sacarle el jugo a la vida.
Pues el dinero propiamente, usado a la bruta, no es mas que el tamiz de la vulgaridad.
Recuerdo a Manuel Moreyra (un abogado
peruano que devino en el mas reputado y versado analista económico del
Perú) orgulloso y feliz de haber hecho posible una compilación de musica
colonial en la que invirtió 60 mil dolares (para apenas recuperar 20
mil). Orgulloso y feliz de tener mas que la posibilidad, la sensibilidad
y la determinación para compartir aquel legado.
No existe para contemplar la belleza de una mujer -aseguran los entendidos: es decir todos, o casi todos- instante mas supremo que la de verla
bailar. Y por eso mismo, ninguna ocasión mas propicia para saludar por
su día a quien viajo de Lima hacia París no solo para despertar el día
de su santo en la Ciudad Luz (después de haber asistido a la puesta en
escena de "La flauta mágica" de Mozart) sino también para bailar el mas
vistoso baile del Perú.
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