viernes, 18 de octubre de 2019

LECTURA & ESCRITURA

 


 

Camino por las calles de Huacho con un libro entre manos.
Tengo canas y escasos cabellos pero el regocijo pedura intacto.
Con todo, no leo todo lo que quisiera y ni siquiera creo ser el lector que fuí.
Aun así, vaya sorpresa, me hallo concentrado en la lectura -alternada- de dos memorias y dos novelas.
“Mi último suspiro” (Luis Buñuel) y “La lengua absuelta” (Elias Canetti).
“Tiempos recios” (Mario Vargas Llosa) y “La Perricholi” (Alonso Cueto).
Los cuatro abordan y cuentan hechos reales (vividos por sus autores, los primeros, y por sus protagonistas, los segundos).
Las memorias, puesto que no me fue posible hallarlas en volúmenes impresos, las guardo en la memoria de la tableta.
Leo a Buñuel antes de dormir y a Canetti al despertar.
Viejos memoriosos y memorables.
En el caso de las novelas estas no necesitan de ninguna recarga pues están en casa, igual que siempre, en papel y tinta.
Dicen que la realidad siempre decepciona y para hacerla soportable recurrimos a mundos paralelos.
Si ese fuera el motivo todos serían lectores.
No es así, pero tampoco es menos cierto que todos -sin excepción- buscan algo semejante que de vida a sus vidas.
Pero, a decir verdad, cualesquiera sea el motivo, más que saber o distracción lo que siempre he creído encontrar en cada lectura es un camino.
Una ruta de comunión y comprensión, es decir, de piedad y confraternidad.