jueves, 29 de diciembre de 2016

SIN TETAS NO HAY PARAÍSO

Distintas insignias, un solo sentimiento


Desde hace días ronda mi memoria un episodio que no cesa de hacerme sonreír. Un recuerdo de mi época escolar.
Eso es lo bueno de envejecer: existir más colmado de historias que de años.
Sucede que habiendo terminado la primaria en la escuela de mi barrio, nada me hacía más ilusión que ser xammarino. Es decir alumno del colegio "Luis Fabio Xammar" de Huacho. El mismo que albergó a mi padre y no pocos tíos venidos de Cajatambo.
No recuerdo quién pero alguien me dijo que requería presentar certificado médico para ser matriculado. De manera que una mañana del verano de 1975 me dirigí al Hospital Regional. Hechos los trámites respectivos adonde primero comparecí fue en la sala de tomas radiográficas. Y puesto que dado mi entusiasmo había llegado primero, conmigo se inició la atención del día.

Una gordita amable y vozarrona me recibió enfundada por un mandil negro (que más parecía un peto). Hechas las tomas de rigor, cuando en la calma matinal de aquel verano me volvía a poner la camisa, sin apuro, escuché repentinas voces. Enseguida a la gorda hacer gala de su rango y mando: "¡Pónganse de espaldas a la pared!". Cuando abandoné el vestidor rumbo a la puerta de ingreso a la sala de Rayos X me encontré con la escena más inesperada que mis ojos vieran jamás: quince muchachitas de mi edad, premiando mi paso, con el torso completamente desnudo.
Por cierto, al verme aparecer pegaron un grito y se cruzaron de brazos. "¡Qué pasa!", tronó entonces otra vez la gorda. Por mi parte, feliz y agradecido, me fui con mi inocencia a cuestas.
Sin embargo, ese episodio marcó mi vida, pues así comenzó mi pasión por los libros y por la presencia mas paradisiaca que puebla este mundo de largas penas y breves días.





miércoles, 14 de diciembre de 2016

AMAR A HUACHO




"Así comencé allá", dice sonriendo mientras refriega la vajilla. Perseguido por Seguridad de Estado, debido a su participación en una refriega en contra de la intervención militar en el campús de la universidad de San Marcos, debió fugar. Le ofrecieron becas para estudiar en la URSS (era 1970) o en Cuba, pero terminó en un chifa de Miami. Enseguida se convirtió en empleado bancario para luego ser enrolado por la distribuidora de vajillas mas prestigiosa de los EEUU: Lifetime.
Pasó el tiempo y un día llegó a su casa el ex alcalde de Lima "el tío Alfonso". Caminando alrededor de la laguna del exclusivo condominio que habitaba quien fuera el rebelde sanmarquino de otros tiempos, Alfonso Barrantes Lingan, en tono énfatico y paternal, le dijo: "Tú eres el dirigente que la izquierda perdió".
No se equivocó ni exageró: Pacho fue tan competente vendedor (no de sueños) sino de productos que se retiró siendo el primer vicepresidente hispano de Lifetime.
A pesar de haber pasado solo algunos años de infancia y tres años de adolescencia en las aulas de colegio "Luis Fabio Xammar"  jamás dejó de sentirse huachano. Pero al mismo tiempo, solo y distante, -repite- jamás se sintió discriminado. Y por eso, de habitar una modesta vivienda en el Pasaje Olaya (que el terremoto de octubre de 1966 se encargó poner en escombros) regresó para construir la casa de campo mas personal y sorprendente de la campiña de Huacho.
Y fue precisamente en esa morada campestre (que en rigor se trata de un parque privado con una casa al lado) recibió el 20.11.2017, en el Día del Niño, a los niños del cerro Nueva Esperanza que concurren a la escuelita de Pampa de Animas para celebrar y compartir regalos por Navidad. Toda la escuela, alumnos y profesores, colmaron de alborozo la casa de quien fuera también un niño pobre de Huacho. Un muchacho al que llamaron siempre, y siguen llamando, simplemente Pacho.

Pacho de Huacho. Pacho de Miami. "Viniste y cumpliste. Ahora puedes volverte tranquilo", le digo. "Si", responde con melancolía. Después de unos brindis a la luz de la luna nos despedimos. Se va Pacho, pero queda la casa (para solaz de sus familiares y amigos) en tributo a Huacho y a la nostalgia.
Good bye my friend


domingo, 11 de diciembre de 2016

TÍO ALCHI




                                                                                 In Memoriam

Alcibiades Salazar Villanueva, tío Alchi, ha partido el último mes de 2016.
Sobrino de mi abuelo y primo hermano de mi madre, fue en realidad un hijo para mi abuelo y un hermano para mi madre. 

Tanto que la casa del tío Alchí y la tía Toribia tenía una ventana que daba al patio empedrado de la casa en que transcurrió mi infancia en Astobamba.
El tío Alchi vivió de (y para) la ganadería y la agricultura. 

Como muchos salió de Cajatambo y como pocos regresó para quedarse.
Ha muerto en Lima, pero su vida y su recuerdo pertenece a Cajatambo.