viernes, 12 de septiembre de 2014

PERÚ QOYA EN LA CORDILLERA HUAYHUASH Y EN LA VIII FERIA GASTRÓNÓMICA CAJATAMBINA

Con Domingo García Quinteros, Capitán de la Tarde 2014
Acompañando a Carlos Quinteros García, Capitán de la Tarde 2015
LVS y su creatura
La fundadora de Perú Qoya sonrie y brinda con jara asua en mate


El 1.8.2014 viajamos hasta la laguna de Viconga conforme a lo programado y al día siguiente, por invitación de doña Mechita Armas, junto con Lizbet Susanibar concurrimos a su casa en Antay para degustar el más delicioso mate de Pari de cuantos apreciamos en las fiestas patronales de Cajatambo.
De igual modo, atendiendo la cordial invitación de , el domingo 8.9.2014 nos trasladamos a Lima para participar en la VIII Feria Gastronómica Cajatambina que organiza doña Meche y sus hijos.
Nos hicimos presente para ofrecer productos artesanales inspirados en los paisajes y en las fiestas de Cajatambo, y también para promocionar las cinco rutas diseñadas y programadas por Peru Qoya. Pero en especial fuimos para ver y celebrar el video que URA Producciones había editado sobre el viaje a Viconga.
Pero en verdad, más allá de degustar -al ritmo de la música que más queremos- los sabores añorados, la verdadera celebración fue sin duda la sucesión de saludos y abrazos, sellados -como no podía ser de otro modo- con un buen brindis. El mejor de todos: el que procura la embriaguez de encontrarse con las personas a las que uno importa y que se quiere y se prefiere. De manera que, como tampoco podría ser de otro modo, el trago -sea cual fuere- deviene en tales circunstancias en apenas un bebible pretexto.

http://www.feriacajatambina.blogspot.com/2014/09/reportaje-fotografico-feria.html

SIGO SIENDO / KACHKANIRAQMI





"Y porsupuesto la música es buena cuando es buena. 
                         Ahora, ¿cuál es la música buena? La buena"
                                                     Carlos   Hayre                                          


El poeta César Calvo contó que cierto día, entre tragos, le preguntó a José María Arguedas: "¿Qué podemos hacer los que te queremos para que no te mates?". Y que la respuesta del escritor, entre tragos, fue simple y concreta: "Impidan que lleguen los españoles".
"Agua" se llamó el primer libro (de cuentos) de Arguedas, y precisamente con el canto y la visión del agua en la espesura del bosque comienza "Sigo siendo", la película-documental de Javier Corcuera.
"La vida es eso: darle más vida a la vida", afirma uno de los personajes. Nada como el canto y el baile para hacerlo posible y sensible. Por eso con la voz y la presencia de apenas un puñado de músicos que se limitan a interpretar sus canciones y contar sus vidas, está hecha "Sigo siendo"
"Cuando me inspiro, canto, y debo compartirlo con todos", dice Amelia Panduro, la única cantante conibo-shipiba del grupo, mientras -en escena- se deliza sigilosa a través de una nímia canoa que navega sobre un río brumoso que parece no tener límites (y no es para menos: tan solo el río Amazonas contiene el 16 por ciento del agua dulce del planeta). "Desde niña aprendí a cantar, y ahora que soy anciana, tengo más conocimiento. Y me nace, por eso canto. Si mis nietos aprendieron, mi canto se quedará en esta vida.  Si nadie aprendió,  cuando descanse será como llevar mis cosas amontonadas".


Lejos, entre altas y blancas nubes, bajo un límpido cielo azul, Máximo Damian (el músico ayacuchano a quien Arguedas dedicó su último libro) desgrana con parsimonia el maíz seco guardado en su casa familiar de San Diego de Ishua y dice: "Hoy termina la limpieza de las acequias y comienzan las fiestas. En la fiesta del agua  los solteros y casados salen a cantar y bailar". 
Aguas andinas que se precipitan horadando cumbres empinadas para fecundar parcelas y sacramentar ritos antiguos. Se trata, en este caso -a tono con los tiempos de imparable equidad- del bautismo de "Palomita", la mujer danzak que se ha transportado hasta las alturas para recibir el amparo de los huamanis. Circunstancia que motiva que, de igual modo que "Palomita" compite con "Cuspicha", lo hagan también Máximo Damian y Andrés "Chimango" Lares, los dos más consagrados violinistas de la danza de las tijeras del Perú.
Contrapunto de acordes y evocaciones en quechua y el idioma conibo-shipibo, además del predominante español, "Sigo siendo" resulta ser más que una película, un ensayo visual. Un sutil ensayo escrito con imágenes de piedras, árboles, cerros y ríos. Sobre todo ríos. Ríos diáfanos y profundos. Y silencios, estruendosos silencios.
"Nuestros pueblos derramaron dolor y lágrimas", recuerda "Chimango", al evocar los años de violencia de fines del siglo XX y es la voz de la cantante Saywa, a través de una canción, que narra la pesarosa historia. 
Finalmente, semejante a los ríos, "Sigo siendo" termina junto al mar, alrededor de las impenitentes aguas del Rimac que atraviesa Lima, la ciudad donde se concentrá el tercio de peruanas y peruanos. La ciudad de todas las sangres y de todas las voces. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

II ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES Y POETAS DE LA REGIÓN LIMA




Luciendo el gorro de la agencia de turismo Perú Qoya, la mañana del 17.8.2014 me embarqué rumbo al distrito de Ambar junto con los participantes del II Encuentro Internacional de Escritores y Poetas que se realizó en la ciudad de Huacho, Capital de la Hospitalidad. Y a nombre de Perú Qoya, a manera de contribución con el encuentro, me presenté y oficié de anfitrión de los viajeros.
Quince escritores y poetas, entre los que se encontraban Juan Carlos Priotti de Argentina y Patricio Guzmán Cárdenas del Ecuador y  asimismo José Pablo Quevedo, pintor, poeta y filósofo piurano residente en Alemania (en cuyo homenaje se realizó el encuentro) formaban parte de la comitiva. Pertrechados de sus respectivas obras creativas, todos, o casi todos,  abordaron  en las afueras de la Casa de la Cultura el vehículo que habría de recorrer los 70 km de trocha que separan Huacho de Ambar, la Sucursal del Cielo.
Integraba de igual modo la delegación  Narciso Robles Atachagua, presidente de la Sociedad de  Poetas y Narradores de Cajatambo, quien con sus ochenta y cuatro años a cuestas y sus nueve libros entre manos, viajaba entusiasmado para hacer entrega personal de sus obras y dar fundación a la biblioteca municipal de Ambar. Para Narciso doble motivo avivaba su entusiasmo: conocer el distrito que aun pertenecía a Cajatambo cuando él nació y llegar al pueblo cuyas montañas había escalado con sus alumnos del Club de Andinismo Escolar de Naván entre 1964 y 1966.
Hijo de padre ambarino y forjador de la Sociedad de Poetas y Narradores de la Región Lima, Julio Solórzano Murga, también regresa -a diferencia de ocasiones anteriores- para honrar la memoria de “Mocha”, su padre, quién alguna vez lo conminara con estas inapelables palabras: “Pobre carajo que no escribas sobre Ambar”. A su vez, Alcibiades Morales Torres, hijo de madre ambarina y autor de “Poemas del alma”, libro en mano y con el alma en vilo, viaja por vez primera a la tierra de su progenitora.
Como es obvio suponer la carga emotiva era inmensa y por eso mismo, en el desarrollo de la ceremonia presidida por el alcalde Lucio Alor Garay, entre alocución y alocución, no estuvieron desprovistas de la elocuencia adicional de las lágrimas y la emoción. Sin embargo, para mi propia sorpresa, aun teniendo sobrados motivos, ni mis ojos se nublaron ni voz se quebró. Al contrario, renegué por decir menos de lo que acaso debí.
Con todo, aunque asistí al encuentro como espectador y oyente, en las dos horas que duró el viaje del modo más libérrimo y cordial -lo que no acredita ninguna virtud- merecí la atención de los entrañables y distinguidos viajeros que, con sus presencias y sus obras, fueron a fundar la biblioteca "Hilmer Gavedia Sifuentes" de Ambar. Digamos que aquella fue mi móvil ponencia. Además de algunas lecturas y no pocas aventuras, conocer Ambar desde los brazos de mi madre me otorgaba cierta versación, pero sobre todo, me imponía la obligación de ser un correcto anfitrión.
Al final del viaje llegué a Ambar, literalmente, cargado de libros. Entre aplausos y risas, cada libro recibido de manos de sus propios autores, más que un regalo fue un testimonio espontaneo de gratitud y aprecio. Y por eso mismo,  más que libros -me figuro yo- serán siempre para mí mis más leales y preciados premios. 
Pero a pesar del fulgor radiante que nos acompaña y del humor fraternal que prevalece, aquel viaje memorable tuvo de pronto un detalle que jamás olvidaré. Ocurre que al hacer mención de los trágicos sucesos que a fines de 1997 causó el Fenómeno del Niño en Ambar evoqué a Joaquina y su muerte violenta. Les conté que Felicita Joaquina Laureano León llegó de Cajatambo a Ambar siendo niña con sus padres y que la tarde del 27.12.1997 en su estancia de Torrejirka al acomodar la calamina del techo para detener la lluvia diluvial que amenazaba inundar la rústica habitación donde se encontraba con sus pequeños hijos un rayo la fulminó.
También recordé que, a pesar de la destrucción de los puentes y los caminos, fue transportada entre abismos hasta el pueblo y que la imagen de su cuerpo inerte reposando sobre una kirma de palos apareció en la portada de La República a nivel nacional. Entonces, nunca como en aquel momento, me pareció preciso leer el poema que escribí en su memoria: “Miro tu foto / en la portada de un periódico. / Tu cuerpo inerte / sobre la camilla de palos. / El tiempo ha pasado / y parece mentira tanta noticia. / Parece mentira pero es verdad. / Las tardes de junio cuando cantabas en San Juan. / Tu vida en Torrejirka, / adonde llegaste siendo niña todavía. / Todo ha terminado. / Tu imagen es ahora un símbolo trágico. / Una ausencia famosa. / Parece mentira pero es verdad. / Encontrarte en una esquina / y en otra, / y saber que eres tú y no eres”.
Hechos los brindis y dichos los discursos, terminado el protocolo y arrasados los suculentos platos de cuye con que fueron agasajados, los poéticos paladares, previo al retorno, hicieron una petición final: visitar el cementerio. Nada pudo ser motivo de mayor sorpresa y gratitud -por mi parte y por parte de quienes habían escuchado el poema- que aquella  unánime y repentina voluntad de conocer la tumba de aquella comunera cajatambina que se hizo ambarina. Entonces toda la comitiva, incluido el alcalde, fuimos en busca de Joaquina.
Resurrecta en palabras. Viva en la memoria. Como no podía ser de otra manera Joaquina recibió sentidos cantos y vibrantes poemas, incluido el de José Pablo Quevedo que vino de Alemanía y eligió la tumba de Joaquina en Ambar para leer el único poema que dio lectura durante los tres días que duró el encuentro que llevó su nombre.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

CAJATAMBO 2014




Cuando el 27.7.2014 en compañía Lizbet Varillas Susanibar, fundadora de Perú Qoya, viajamos para asistir a la celebración de las fiestas patronales en tributo de María Magdalena, ambos sabíamos que nuestra fiesta verdadera sería, en definitiva,  volver a las montañas. Por eso, apenas al desembarcar en la carretera, nada pudo ser más grato saludar primero que a nadie a Saturnino Robles Atachagua, el único cajatambino presente de los cuatro andinistas que en 1958 ascendieron al pico del Huacshash, el apu nevado tutelar de Cajatambo. Con todo, aquel mismo día, después de bailar al ritmo de la banda de Huasta, comer locro y beber en casa de la familia Quinteros García, nada pudo ser mas grato que arrebujarse entre abrigadoras frazadas salidas de extintos telares.
Al día siguiente, 28, en el cumpleaños de la patria, en una esquina de la plaza de Astobamba, en la nueva tienda –que reemplaza a la que la grieta destruyó- Irene escucha a Efraín Romero y Moner Vega (que blanden sendas guitarras y entonan viejas y hermosas canciones). Por si fuera poco, bajo un cielo azul tamizado de nubes, el sol reverbera con reluciente ternura. Al verlos y escucharlos, tengo la certeza que aquella es, más allá de los protocolos y los programas, la autentica gratitud de volver. La fiesta verdadera. La sorpresa perfecta. El recuerdo insobornable.
A mediodía, ver desfilar a Diana Ayrahuacho -la muchacha más bella que reside en Cajatambo- fue otro privilegio. No menos, al visitar la feria agropecuaria, ser acogidos por el alcalde encargado y los regidores con el sabor de un suculento chicharrón con mote. Y finalmente, ver –por primera vez en Cajatambo- el banner de Perú Qoya y a su fundadora ofertando suvenires y tours en el frontis de centro cívico de Cajatambo.
La tarde del 28, al ritmo de las bandas de viento y las orquestas la fiesta discurría con el jolgorio habitual. Nada hacia presagiar que a pocos kilómetros para llegar a la ciudad y después de 48 años de uso permanente, la carretera de Pativilca-Cajatambo sería escenario de una tragedia. A las cinco de la tarde, un viejo ómnibus atestado de pasajeros y de carga rodó. Diecinueve muertos (cinco de los cuales eran mis familiares) y catorce heridos hicieron entonces de Cajatambo motivo de atención nacional.
Envueltos en frazadas, tendidos en el hall del local municipal, el día 29 amanecieron los finados expuestos ante la consternación general de un pueblo reunido para la alegría y a la vez resignado de golpe a  contemplar el rostro más sombrío de la existencia. Cinco ataúdes conducidos a Astobamba, otros cinco a Cajamarquilla y además siete velándose en la parroquia del templo de Cajatambo, marcaron un día de duelo riguroso.
Alberto Balboa,  al ingresar al local comunal de Astobamba ante los cinco ataúdes que contienen los restos de sus familiares, antes de desvanecerse, sintetizó el pesar y el asombro de todo un pueblo: “¡En qué me veo!” Contra lo previsible, luego de recuperarse, decidió partir con sus muertos con destino a Lima.
Pasado el mediodía del día 30 un cortejo de cinco ataúdes se enfila rumbo al cementerio general de Cajatambo mientras Jesús Huamán, Capitán de la Tarde de aquel día, se dispone a  enrumbar hacia el toril situado a otro extremo de la ciudad. Nada revela el marco luctuoso de esta celebración como aquella circunstancia: un grupo de personas (casi en su totalidad residentes en el pueblo) siguiendo el cortejo hasta ver sepultados en fosas comunes a las víctimas y otro grupo (en su mayoría provenientes de Lima y Huacho) congregado en un toril erigido por un par de días esperando ver al Capitán oferente y su corte de damas hasta el final de la tarde.
Sin buscarlo y tampoco poderlo eludir, me tocó conducir la celebración del día 30. “Vas a hablar, ah”, me pidió Jesús. Para hacerlo debí atravesar el pueblo  de un extremo a otro: del cementerio hasta la plaza de toros. Con el micro en la mano, teniendo ante mí la mayor concentración de concurrentes que en cualquier otro momento, nada me pareció más propicio para agradecer a los héroes anónimos que habían participado en el rescate y en la atención de los heridos. Y por eso mismo, ningún momento pudo ser más emotivo   -para los concurrentes y para la posteridad- que el  minuto de silencio con que se honró a los caídos.
Lo terrible y lo bello, cuando uno menos lo espera, nos sorprende siempre. En contraste, no por juventud ni por belleza sino por la gracia de sus gestos y la agudeza de sus expresiones, aquella noche me tocó comparecer ante la más linda de las concurrentes a la celebración en tributo de la más cautivante de las santas del Perú. “Tu sonrisa es lo mejor de esta fiesta”, le dije. Tanto que basta ver en el Facebook a Jesús Reyes Rivera para corroborarlo.
El día 31, conforme a lo programado y previsto durante un año, “Ñomi” García Quinteros, ofreció una recepción vistosa y elegante y de igual modo una corrida de toros  harto contundente  (menguada tan solo por la desidia de los toreros que se aprovechan de la indulgencia  del público). A diferencia del día anterior, en este caso me tocó apenas presentar los resultados del concurso de caballos de paso y decir algunas breves impresiones en el desarrollo de la faena.
Durante la noche, ante el desfile de músicos instalados en el atrio del templo mayor, pasé las horas más jubilosas bailando con mis primas Leti Quinteros, Gaby Ballardo, Jesús Reyes, en compañía de amigos como Leonardo Olave y de mi hermano Rolo Jr.
El 1.8.2014 llegué a casa a las cuatro de la mañana, luego de que junto con mi hermano fuéramos a acompañar a las primas a sus casas. Aquel baile en rueda y fuera del tumulto fue sin duda el más espontaneo, jubiloso y vistoso de la fiesta. Y nosotros, sus discretos y felices protagonistas.
Vestida como para enrumbar a las montañas la fundadora de Perú Qoya aun dormía cuando irrumpí en la venerable casa en Astobamba que la acogía. Pero pronto, preocupada por el éxito de la excursión, Lichi abandonó temprano el calor de las frazadas para hervir el mate con coca que habríamos de llevar (y que expertos montañistas nos recomendaron). A medía mañana partimos en la camioneta de Lucho Vizarres. Después de un recorrido de casi un par de horas llegamos al final de la trocha y después de una hora y medía de caminata (en la que nos cruzamos con un grupo de jóvenes judíos) alcanzamos nuestro destino final: la laguna de Viconga. Durante una hora nos solazamos contemplando la laguna y el nevado de Pucacalle y el Puscanturpa. También chacchamos y bebimos el abrigador brebaje que la fundadora de Perú Qoya preparó al amanecer.
Ulises Requejo (portando los equipos de filmación de URA Producciones) y José Victorio Roque (capturando imágenes para United Press Cajatambo), junto con los esposos Barrenechea, hicieron realidad esta incursión pionera de Perú Qoya entre las montañas de Cajatambo. Pocas serían todas las palabras para agradecerles su confianza y entusiasmo.
A las ocho de la noche, luego de recorrer 35 km (30 de trocha y 5 de camino pedestre) y asimismo después de haber ascendido hasta los 4,400 msnm en que se sitúa la laguna-represa de Viconga descendimos a los 3,200 de Cajatambo con la grata sensación de haber cumplido con lo anhelado y prometido.
Días después vendrían las visitas de exploración a las ruinas de Tambomarca (que se erige  sobre cuatro redondos morros que guardan restos de construcciones pétreas) y también el ascenso hasta la bulliciosa laguna de Milpoj.  Pequeña, bella y sonora laguna (por la presencia patos silvestres) próxima a un promontorio de piedras y pinturas rupestres llamada Matadera y a la cima rocosa del Sogucjirka que, por su ubicación y altura, constituye el más magnifico mirador de Cajatambo y sus inolvidables montañas.



CONCURSO DE CABALLOS DE PASO EN CAJATAMBO


Con la absoluta discreción que la circunstancia imponía, en señal de respeto a los fallecidos del día anterior, en el campo de futbol del colegio “Paulino Fuentes Castro”, la tarde del 29.7.2014 se realizó el primer concurso interprovincial y departamental de caballos de paso en Cajatambo.
Con la participación de representantes de la provincia de Huaral y del departamento de Ayacucho; de igual modo, con la presencia de un jurado oficial designado por la Asociación Nacional de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso - cuya sede se encuentra en Mamacona - se procedió a la competencia ecuestre convocada por la directiva presidida por el distinguido empresario y chalán cajatambino don Enrique Vega Quinteros.
Culminada la justa, los resultados según las respectivas categorías fueron los siguientes: Yeguas: “Piurana”, campeona del año 2014. Propietaria: Cecilia Yanque. De igual modo, cabe destacar que en esta misma categoría resultó campeona de campeonas “Cajatambina”, una yegua perteneciente a don Ezequiel Quispe. Al respecto, es menester ponderar que tanto “Cajatambina” como su propietario residen en Cajatambo.
En la categoría de potros, resultó ganador “Triano”, campeón de campeones 2014. En la categoría de capones, de igual modo, el ganador fue “Mandatario”. Ambos ejemplares de propiedad de don Jesús Márquez.
De esta manera, pese a las circunstancias luctuosas, contando con la concurrencia de las delegaciones invitadas, los criadores y propietarios cajatambinos cumplieron con el propósito de hacer de Cajatambo un referente en la agenda nacional de competencia de caballos peruanos de paso.




WAGRAJ PUKLLAY

Plaza de Ambar
Desde mi más remota infancia jamás olvidé las corridas de toros que ví en Cajatambo, durante las fiestas patronales en honor a Santa María Magdalena, cada 30 y 31 de julio de cada año. Por eso en Ambar, en el fundo familiar, en Lascamayo, nada disfruté tanto en mi temprana juventud que simulando torear a una vaca que no simulaba embestir. Una vaca pinta que cargaba con energía, aún cuando ni se movía. Bajaba y subía la cabeza y giraba veloz el pescuezo cada vez que le tendía la manta. Tanto, y con tanta destreza practiqué que, un día, no tuve más pensamiento que no fuera ir a la corrida en Ambar.
Cada 17 de agosto, en tributo a la Virgen de la Asunción, la prodigiosa “Mamá Shona”, el pueblo de Ambar también acarreaba, igual que en Cajatambo, vacas y toros para lanzarlos a una improvisada plaza. Entonces, toda la concurrencia, igual que en Cajatambo, se reunía alrededor de una explanada ubicada detrás del templo.
Con veinte años y algunos cientos de lecturas –entre ellas “Muerte en la tarde”- pululando en mi alma, el 17.8.1982, caminé todas las horas que entonces demoraba recorrer los veinte kilómetros de Lascamayo a Ambar pensando en la corrida. Con todo, al llegar y comparecer ante una veintena de reses agitando sus afiladas astas no pude evitar sentir un angustioso cosquilleo en la barriga. De manera que me retiré decepcionado, no de los ganados que acababa de ver sino de mi mismo.
Sin embargo, a la hora en que comenzó la corrida y soltaron el primer torito, sucedió lo impredecible. Mi hermano, acaso tan nostálgico como yo, pero completamente borracho, fue el primero en enfrentarlo. Naturalmente resultó cogido, claro que sin mayores consecuencias. Al verlo lanzado y pisoteado, no dudé un instante en ingresar a sacarlo. Incluso, al ver que demoraban en abrir la puerta grité: “¡Abran carajo! ¡No ven que mi hermano está borracho!”. Al verme aparecer, mi hermano obediente se retiró.
Sucedió entonces lo increíble, para mi mismo: me quité la chompa que nuestra Gordita (así llamábamos a nuestra mamá) había tejido para mí con paciente esmero y busqué al torito. Lo provoqué y lo burlé. Mucho más todavía al oír una voz de tierna golondrina (de quien luego, de seguro, el tiempo convirtió en abuela insomne) que me alentó diciendo: “¡Olé!” “¡Olé!”, en cada quite.
En la pausa, para el cambio de res, Lastenia y Nashe, dos amigas de mi madre, fueron las más efusivas en felicitarme. Pero Lastenia, sobre todo, en motivarme: “Césitar, no te preocupes, la ternerita que va salir, es su hermanita del torito. Si has toreado al torito te toreas fácil la ternerita”. La verdad que escucharla más que darme ánimo me hacía reír. En contraste, desde un extremo de la plaza, solo doña Benita y su hija Joaquina, las dos únicas cajatambinas que asistían –por mi culpa- con pavor a la corrida gritaban furiosas y orgullosas: “¡Ambarinos maricones porque no entran ustedes!”.
Al final de la corrida, sin saber a ciencia cierta cómo ni porqué, sencillamente di cuenta de todas las vacas y de todos los toros que de manera sucesiva fueron echados al ruedo. La gente aplaudía y hasta el Gordo Shella, el hombre más robusto del pueblo, entusiasmado me aupó sobre sus hombros para dar la vuelta al ruedo. Pero quien estalló de emoción fue Adán Quinteros, más que por ser dueño del ganado por ser de Cajatambo. En el centro del ruedo, mas ebrio de emoción que de tragos, me abrazó con los ojos brillando de euforia y saboreo cada una de sus palabras con implacable frenesí: “¡Carajo, hemos demostrado a estas mierdas lo que somos!”
Nunca jamás volví a torear como aquella tarde. Ni siquiera en Cajatambo.