jueves, 29 de septiembre de 2016

SAN MIGUEL



Bienvenida a las calles por las que transita tu infancia
Inmóviles días poblados de alegrías que habitan tu memoria
Años venideros que raudos pasaron bajo el umbral del recuerdo
Números nombres mujeres hombres calles direcciones países
Cada paso que diste adonde quiera que fuiste te condujo siempre aquí
Aquí donde junto a tus padres la madre que eres vuelve a ser niña 

 

martes, 27 de septiembre de 2016

AMOR y AMISTAD

El poeta y la compositora -al centro- eufóricos y jubilosos


"Me dijo que prefería ser mi amiga toda la vida y no ser mi eterno amor de un solo día", con esas exactas palabras, uno de los hombres mas seductores del Perú recordó a una de las mujeres mas turbadoras del Perú.
César Calvo (poeta) y Chabuca Granda (compositora) fueron amigos hasta la muerte. Los unió un apasionado amor a la palabra y a la cultura. Un vínculo hecho de complicidad afectiva y admiración reciproca que se tradujo en canciones, viajes y presentaciones. Pero, sobre todo, en la gratitud de coincidir de la misma manera que coinciden, uno junto al otro, en un mismo tiempo y espacio, una palabra junto a otra o un par de viajeros.
Hermosa, más que por apariencia, por la sabia dulzura de su alma, evocando su revés matrimonial Chabuca dijo alguna vez que su matrimonio había sido un error. Sin embargo, como quien acepta una enfermedad que debió superar, concluyó diciendo: "Pero eso no había modo de evitarlo, tenía que suceder, pues yo estaba enamorada del señor Fuller".
Por su parte, César Calvo, el poeta enamorado de la vida y sus soñados quehaceres, legó una frase que, literalmente, lo pinta de cuerpo entero: "Más importante que vestirse -dijo- es desvestirse".

miércoles, 21 de septiembre de 2016

CUERDAS AL POR VENIR


Hijo de Pilar Reyes Quinteros (directora del grupo femenino de folclor “Andina”) y Juan Ramírez (director-forjador del innovador grupo “Yawar”, que grabó en versión instrumental las canciones de los Beatles con instrumentos netamente andinos), Sergio Ramírez Reyes es -camino a dejar de serlo- todavía un niño. Salvo por su breve edad se trata de un menor, pues sus manos poseen la misteriosa vastedad de un galopante y discreto talento.
Invitado por los organizadores del Festival Gastronómico del Centro Juventud de Cajatambo, la tarde del 18.9.2016 el pequeño concertista pulso la guitarra para ejecutar cinco interpretaciones. Una de las cuales, la más lograda de todas, fue la composición que Paco de Lucía dedicó a su tierra: “Entre dos aguas”. Con rigor y reverencia Sergio no solo interpretó sino reencarnó, por algunos minutos, al más célebre músico del folclor flamenco. En más de siete décadas del CJC fue de seguro la primera vez que el ritmo más intenso y vibrante de España se escuchó en el local que congrega a las hijas e hijos de uno de los pueblos que más ama la guitarra en el Perú.
Impresionado por la nitidez en la digitación que mostró Sergio, uno de los veteranos integrantes del recordado grupo “Alturas”, no cesaba de repetir que su talento debía tener el porvenir que merece. “Niño prodigio”, lo llamó al concluir su actuación Tomás Portilla. Y en definitiva, no se trató de ningún halago de presentador.
Hace tres años, instado por sus padres, cuando visité la vivienda familiar en la urbanización Pando, escuché por primera vez a mi sobrino blandir la guitarra (del mismo modo que lo hacían sus padres y en su tiempo lo hicieron su abuelo Aquiles y su bisabuelo Humberto). Al despedirme, tuve la impresión de que el destino de Pilar y Juan, acaso estaría signado por los mismos designios que el de sus propios antecesores -no menos semejante al de los progenitores de Juan Diego Flores y del mismo Paco de Lucia-, virtuosos y esmerados padres, que vieron en sus vástagos la prolongación y consagración de sus más apasionados dones.
Aquella tarde de domingo, entre ubérrimos sabores raigales y la abuelita Ethel que se persignaba nerviosa antes de presenciar la intervención del nieto, vislumbré tan eminente como inminente certeza. Esa certeza que el tiempo habrá de corroborar.



martes, 13 de septiembre de 2016

JUAN DIEGO, EL INCA CANTOR


La noche del 12.9.2016 será recordado como el día mas espectacular, por su difusión y su trascendencia, en que un cantante de  música lírica nacido en América del Sur, luciendo un vestuario de emperador incaico -hecho y enviado desde el Perú-  cerró de manera apoteósica el festival de musica clásica mas importante de Inglaterra.
Con esta memorable actuación, sin ninguna duda, queda demostrado que (además de Macchu Pichu y Vargas Llosa) con Juan Diego Flores cuenta el Perú con un nombre y un hombre universal. Un hombre que lució, literalmente, junto a su talento, el símbolo mas presente y perdurable de nuestro pasado.

       

miércoles, 7 de septiembre de 2016

YERUPAJÁ

La pendiente mas empinada, intimidante y fascinante, de todas las montañas del Perú, es la cara del Yerupajá que se encuentra en la jurisdicción de Cajatambo.

La cara que se aprecia desde la laguna Sarapococha

martes, 6 de septiembre de 2016

SAY WAJAYLA




Con esas precisas palabras la tarde del 8.10.2016 di la bievenida a Yvan Salazar en la plaza de Ambar. Amigo de infancia y músico dedicado a la difusión de los ritmos de Cajatambo, y otros pueblos, Yvan llegó a Ambar para amenizar una noche conmemorativa en memoria de quien fuera doña Yolanda López Sifuentes.
Invitado por las hijas de la homenajeada, en mi particular condición de ser en igual medida hijo de los pueblos de Ambar y Cajatambo, me correspondió hacer la presentación de Yvan y su grupo.
Y puesto que, en definitiva, se trató de una noche de reencuentro del pueblo ambarino con la guitarra, ningún lugar pudo ser mas propicio escenario que las instalaciones del hotel "La Casona". Antigua residencia de la familia Diaz (compuesta en su mayoria por mujeres) fue aquel el escenario de miticas serenatas, al ritmo de las guitarras, entonadas por David Reyes Ballardo, la voz mas legendaria de la música cajatambina.
Como era de esperarse, la actuación de Yvan y su grupo no solo retribuyó las expectativas sino despertó el interés de volverlos a escuchar. Fue así como Cajatambo volvió a conquistar Ambar, con su mas convincente y cautivante manera: al ritmo de su canto. Y puesto que nadie podía celebrar aquel acontecimiento mas que yo, celebre viviendo y bebiendo hasta el mediodía del día postrero en que tomé un colectivo aparcado a la sombra del gran pino (símbolo ecológico de Ambar) que en hora y media me condujo a Huacho, justo para almorzar y descansar.


sábado, 3 de septiembre de 2016

OH! LLANTA MALA


Alguna vez, en plena campaña electoral, muy de paso, me topé -cara a cara- con Ollanta Humala. Lejos de impresionarme, de inmediato, lo que vi en su cara es el rostro de la mediocridad. En definitiva, un ser afortunado poseído de inmensa ambición y escasa trascendencia.
Cuando fue elegido (por voluntad soberana del pueblo peruano) para ejercer el mando del gobierno del Perú (2011-16), no cambio un ápice mi parecer. De manera que, seguro de no perder nada, decidí ignorar los discursos presidenciales.
Pero mas allá de su incompetencia para decir discursos meritorios y atendibles, la mas patética impresión  fue la que a la postre dejó al irse: la de un hombre con poder gobernado por los caprichos y designios de su mujer. La de un estropajo que nunca pudo salir del fregadero. Un autentico warmimandanan.   


EL LARGAVISTA


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La muerte que aparta y separa sin remedio ni reparo, no obstante su funesto devenir -sin tregua ni pesar- suele unir y reunir. Compelidos por el deber de honrar la partida de quienes quisimos o conocimos, acudimos a comparecer mas que ante el finado o la finada, simplemente ante la muerte a secas. Pues, aunque se puede decidir un nacimiento -y conmemorarlo cada año- resulta imposible controlar su final. Con todo, al margen del pesar, no poco de reciprocidad practica guarda el rito: hoy por ti, mañana por mi. Por eso mismo, acudir a los funerales, además de la gratitud de los reencuentros,  reporta el regocijo de compartir evocaciones que refuerzan el sentimiento de aprecio que hacen única y entrañable la experiencia de la amistad.
"¡Carajo Alberto! ¡No seas cojudo, yo que tú no cuento nada!", protesta furioso y a la vez benévolo Mesías.   Alberto se defiende: "No pues, yo solo estoy contando la verdad". Terrible verdad: descubrir en la memoria de un niño (que es el hombre que lo cuenta) que el respetado tío -durante años mentado comerciante en  Cajatambo- actuó como un vulgar ladrón. 
Ocurre que Alberto había recibido, de parte de unos visitantes europeos, como recompensa por haberlos acompañado en su recorrido por la cordillera Huayhuash, un par de binoculares. Fascinado con su regalo, de la mañana a la noche, se la pasaba -como repite- mire que te mire. Salvo para dormir, para nada se separaba del prodigioso artilugio colgado sobre su pecho. "Con mi largavista todo lo miraba cerquita, dice, hasta a mis vacas que estaban en los cerros".
Todo, hasta que un día camino hacia Puris, una voz inesperada y brutal tronó: "¡Oye chiquillo! ¡¿ De dónde has has sacado eso?! ¡Dame esa largavista, es mío!". Entonces, por mas que Alberto balbuceo su inaudible verdad, nada pudo hacer para evitar el arrebato (el asalto emocional) que le privó del juguete mas inolvidable de su infancia desprovista de juguetes.         

viernes, 2 de septiembre de 2016

ESCRITOR VIRTUAL, VIRTUAL ESCRITOR


Homenaje a José María Arguedas, en el frontis de su casa de verano en Puerto Supe, (2013)

                                                    
                                                           A Tula, cómplice inolvidable


Tendría unos diez años, cuando cierto día pregunté a mi madre sobre que era un escritor. Recuerdo -vaya afán a las que la maternidad somete- sus inolvidables palabras: "Es un hombre que sabe mucho". (Por lo demás, ella siempre hablaba de Ciro Alegría, a quien, según nos contaba, su padre citaba con frecuencia en sus últimos días). 
Pero fue a los doce, cuando leí "Otelo" y "Romeo y Julieta"  que entendí por mi propia cuenta la magnitud de la interrogante que hice a mi progenitora. Consternado y deslumbrado descubrí lo que era posible hacer, mejor dicho: decir,  con el uso de algo tan simple y elemental: las palabras con que hablamos y nos comunicamos.

Enseguida, sin mas preámbulos, en procura de perpetuar el hechizo, me sumergí en la orgía cotidiana de la lectura. Tanto me aislé que hubo un día en que Mi Gordita -así la llamaba-  ingresó a mi habitación para pedirme que volviera a la calle. Hasta incluso lloró. Al evocar ese momento, siento que sus lágrimas me hieren todavía.  Sin embargo, desde entonces, asumí que, hiciera cuanto hiciera, la vida desprovista de libros sería insuficiente para mí. Libros en cuyas páginas mas que un aprendizaje me aguardaba una experiencia única, insobornable y absoluta. Un tiempo, al mismo tiempo, fuera del tiempo.
Al salir del colegio, aunque por un tiempo me hizo ilusión aspirar ser piloto de aviación civil, decidí emprender el vuelo mas arriesgado y solitario de todos: seguir el camino de las letras. Intuía cuan complejo y tortuoso podría ser llegar a ser un ensayista y escritor; pues, para alcanzar tal propósito, ni siquiera la universidad podía ayudarte gran cosa. El tiempo me demostró, para mi pesar, que estimados amigos (aun con grados internacionales) a la hora de escribir no eran lo que nuestro afecto quisiera que fueran.
En noviembre de 1980, en el local histórico de la Biblioteca Nacional, en el centro de Lima recalé en un impensado homenaje a José María Arguedas. Antes, en el venerable hall, al ingresar, comparecí ante un retrato enorme del escritor.  Durante minutos, antes de escuchar a los sabios maestros convocados para la ocasión, me detuve a mirarlo con afecto y admiración. A partir de esos breves minutos, con total inconsciencia y determinación, supe lo que tendría que ser y hacer con mi vida. 
Desde entonces, mi existencia ha sido una lucha y un misterio. La lucha por conservar el fuego de una pasión y el misterio de su existencia. Ser y prevalecer, por y a pesar, de las circunstancias, pues, a la postre, nada es de mas lamentar que mujeres y hombres dotados de atributos desperdicien su talento por una incomprensible pereza que encubre su miedo. El miedo al fracaso. 
Con todo, luego de no pocos reveses, en perspectiva, en el tiempo transcurrido, mas que ser conocido o reconocido solo un propósito a guiado mis empeños y desvelos: encontrar en mi el escritor que hubiera querido descubrir en los libros que leí. Fascinado de ver (pues uno mismo es el primer lector de lo que escribe) textos salidos de mis manos, me pregunto si en verdad soy yo el autor o mas bien, por algún ignoto designio, apenas el encargado de poner algunas palabras para que el fuego arda y la vida también. Un solitario fraguador de signos alfabéticos que habita una casa solaz en Huacho, que lleva mi nombre y envejece conmigo.  
Un autor que evitó  los textos impresos en papel para preferir el que motiva su atención, y de mi parte, mi gratitud.