sábado, 23 de marzo de 2013

MAYUSH

(Composición fotográfica: Harold Huertas)
                                                             "También mueren los lugares
                                                                en donde fuimos felices"
                                                                       J. R. Ribeyro


El verano termina. El sofocante calor se bate en retirada. 
A lo lejos, las nubes cargadas también se retiran 
(así es el Perú: país de reverberaciones y lluvias simultaneas). 
Pero lo mismo que el fulgor candente, la lluvia es eterna. 
Solo los cuerpos que transpiran, o se mojan, pasan y se van.
Arden los llanos mientras rugen las quebradas. Así es el Perú. 
Las nubes se vuelven lluvia y la lluvia torrente caudaloso.
Cuantioso tesoro que cae del cielo.
Torrente fecundo y generoso.
Y no pocas veces, torrente trágico y furioso.
Así de pronto mi ruta habitual se vuelve noticia.
Negocio noticioso de informantes y burócratas.
El barro en mis botas aun no ha secado
cuando una voz menciona Mayush.
Y también Cahuas; que no es Cahuas -reniego- sino Cahua
(eso ocurre por no viajar o cuando menos averiguar).
En Mayush igual que en Cahua se cultivan mangos
extraordinarios. La gente de Mayush pertenece a Ancash
y de Cahua a Lima. Los une una carretera y un puente.
Y el río.
El sábado 9 de marzo de 2013, carretera abajo,
el pueblo entero se trasladó  para competir
en un campo de futbol con sus vecinos cahuinos.
Partieron alegres, dijeron ya vuelvo, pero al volver el pueblo
que dejaron junto al río ya no existía. Solo el río rugía.
En su furia la lluvia se hizo barro, sepultó casas y cosas.
Aquella noche, sin embargo, igual en noventa años  
de noches previas, doña Toribia Minaya Mallqui dormía.
Cuando el alud entonces, luego de una lluvia inusual
y torrencial, cubrió las escasas casas de Mayush, 
fortín jubiloso de cópulas y sueños,
aquel sábado a las ocho de la noche, no solo Mayush murió. 
Pero del mismo modo que la lluvia no es solo
cristalino torrente que desciende de las nubes,
Mayush no son solo casas ni cosas,
sino su gente, paciente y tenaz,
que emprenderá otra vez nuevas cosechas,
construirá otra vez otras casas 
y gozará otra vez de otras cópulas,
para que los mangos extraordinarios,
ni las manos que las procuran, mueran jamás.


(Letrero enterrado que nombra a un pueblo que ya no existe)




(Solo el puente, sin pueblo ni gente, permanece)

lunes, 18 de marzo de 2013

RECUENTO



7 de Marzo de 1977. Parado sobre la pirka de la huerta veo detenerse junto al zaguán a dos jinetes que aparecen de pronto y conversan con mi madre. A pesar de la distancia, entre risas, escucho la voz de la muchacha. "¿Y quién está parado allí?" "Mi hijo mayor" "Caramba, entonces puedes ser mi suegra" "Jodida eres ¿no?". Enseguida, el padre sobre una mula y la hija se alejan rumbo a Campamento.
"Don Paulino va con su hija al santo de Tinda", me dice mi madre mientras sirve el almuerzo. "Me han dicho para ir, pero parece que va llover". Enfundada en un jean azul, me bastó una mirada para tener curiosidad de volver a verla. De manera que insistí hasta que mi madre aceptó visitar a su amiga.
Todo fue maravilloso hasta que me tocó bailar con ella, pues era la primera vez que bailaba un huayno. A pesar de todo pude preguntarle su nombre, aun cunado mi madre ya lo había mencionado: Carmen.

17 de Enero de 1998. Apenas se detiene sobre el césped del estadio de Huacho salto del helicóptero que vuelve de socorrer a los damnificados del valle de Ambar. En la mañana calurosa una repentina aparición me sorprende: María Urbano Berdiales. Rauda corre a hacer señas al helicóptero que comienza a elevarse. Para sorpresa de todos el helicóptero vuelve a posarse sobre el gras, entonces María y su tía suben y se van volando. Ser testigo de aquel viaje fue una clara y rotunda demostración del poder de la belleza, pues María no era cualquier María sino una mujer excepcionalmente hermosa.
"Si quieres viajamos juntos, espérame en El Óvalo, por la tarde iré con mi familia", me
dice Abraham Pacheco. Efectivamente, aparece conduciendo una combi y en ella encuentro nada menos que a Carmen, su hermana. El tiempo ha pasado, me señala a uno de sus hijos. "Pero el recuerdo queda, me dice, intacto, guardado como una joya en un cofrecito". Me cuesta imaginar un homenaje más perfecto a los sentimientos y recuerdos que nos unen.

7 de Marzo de 2011. Exactamente el día en que conocí a Carmen (hace 34 años) mi madre muere en el hospital regional de Huacho.

7 de Marzo de 2013. Es imposible no recordarla sin una lágrima. Camino desde Lascamayo a Ambar (17 km) y apenas llego al pueblo voy, igual a como acostumbraba hacerlo mi madre, al restaurante de Mavilia. Para mi sorpresa me ofrece cuye. Al escucharla siento que mi madre se dirige a mí a través de su amiga. Saboreo feliz aquel delicioso plato y parto -con la barriga llena y el corazón contento- rumbo a Huacho.
A medía tarde abandono el confort de la minivan que me traslada. Y el viaje resulta más grato aun por la amabilidad del chofer. Resulta increíble pero en un solo día de una intensa lluvia pasé a un intenso bochorno. Parece mentira pero así es el Perú: cálido y torrencial.