viernes, 20 de abril de 2012

CELEBRACIÓN


 

El 11 de enero de 1996 nació  Suzetty Santamaría Quinteros en la ciudad en donde, asegura una difundida creencia nacional, nacen las mujeres más bellas del Perú: Chiclayo.
Una década y media después, el 11 de enero de 2011, el día exacto de su nacimiento con sus radiantes quince años a cuestas Suzetty se encuentra en Cajatambo.
Contra lo esperado y acostumbrado Suzetty aquel día memorable no baila ni celebra sino simplemente, paso a paso,  camina por las calles de Cajatambo. Sin fiesta ni banquete, su cumpleaños se limita a unos cuantos inevitables saludos. 
Rara muchacha sin duda que renuncia por petición expresa a todo aquello que desvive a las jovencitas de su edad en el momento estelar en que, se dice, las niñas comienzan a ser mujeres.
Ocurre sin embargo que también Suzetty espero con no menos ilusión y entusiasmo cumplir años y protagonizar la irrepetible parafernalia que la consagra. Lo que no previó jamás es que unos meses antes, un fatídico 9 de agosto de 2010 José, el hermano de su madre, su padrino, falleciera en un violento accidente en Huacho.
Desde entonces no existe día ni noche en que los acordes de las guitarras y las mandolinas no le recuerden a Suzetty que José, su tío preferido, esta presente.
Tan presente que nadie compite con Suzetty en el acopio de grabaciones que preservan las  interpretaciones de José y de igual modo las publicaciones que guardan su recuerdo. 
Acaso, por eso mismo, el homenaje más conmovedor que José Quinteros Pérez -el tenaz constructor de puentes y caminos que fue al mismo tiempo inspirado mandolinista de ritmos embriagantes- haya merecido provenga no de un discurso, ni aun de una semblanza impresa, sino simplemente de los pasos de aquella hermosa jovencita que pidió a su madre recorrer en silencio las calles de Cajatambo el día de su cumpleaños para juntar sus pasos con los de aquel tío inolvidable que le regaló su cariño y el encanto de su canto.

José con sus hijos. (La vista corresponde
a la construcción de un puente en Ambar).


jueves, 19 de abril de 2012

MARCELA



Entre nubes y barro
junto al río
aparece Marcela
a pesar del tiempo
que nos pasa
y nos pesa
me reconoce de inmediato
del mismo modo
constato en sus arrugas
las garras del tiempo

Me dice que se dirige
a Pumataquin
que María tiene cosecha
y le falta gente
conmovido
y a la vez complacido
de verla y oírla
no le digo nada
solo la veo irse sola
cargada de años

Al otro día
en una ladera
 vuelta parcela
a 700 m sobre la base
del cerro
vuelvo a ver a Marcela
sudorosa desbrozando
la húmeda tierra
para coger sus frutos

La miro y la vuelvo a mirar
pues su presencia
me emociona
por eso hablamos
mejor dicho la escucho
recordar otras cosechas
con otras gentes
que de algún modo soy yo:
mis abuelos

Era entonces
 una mujer
ágil y robusta
siempre presurosa
siempre hacendosa
Penelope errante
Chamorra
antes que Marcela
tejedora inolvidable

Entre las nubes
que vienen y se van
su presencia brumosa
me enternece más todavía
pues no es para menos:
las cosechas pasan
y los cosechadores 
de igual modo
vienen y se van.