jueves, 10 de enero de 2013

LAS CORRIDAS DE TOROS


Escrita por un autor no español, “Muerte en la tarde” de Ernest Hemingway es sin duda el libro más famoso y difundido sobre toros y toreros. Publicado en 1932, se trata de un libro escrito en ingles (para el público ingles) a manera de explicación de lo que son y representan las corridas de toros en España.
Se afirma que para dar vida a “Muerte en la tarde” Hemingway, el temerario y andariego escritor norteamericano que lanzó a la fama la Feria de Pamplona, recorrió de cabo a rabo la península hasta llegar a presenciar más de mil quinientas corridas de toros. Pero en su caso, más que una entusiasta y laboriosa pesquisa documental, se trató de la consagración testimonial de una pasión. Hasta podría decirse de un culto reverente y deslumbrante por el rito trágico que protagoniza el hombre y la bestia sobre la arena.
Por eso “Muerte en la tarde”, a pesar del tiempo, ó, contra él, es un libro único y perdurable. Puesto que, más que en cualquier libro de su género, en ella el temple de los signos y de las palabras alcanza su faena más bella, intensa y dramática.
Asimismo, en mi caso, la lectura de “Muerte en la tarde” me remite al recuerdo de un puente y una tarde memoriosa, entre árboles de  eucaliptos, al otro lado del río. Una tarde de acusiosa conversación con un raro transeunte del puente de Tawin en Cajatambo: un profesor de la universidad de Pensilvania. Por si fuera poco, un profesor cautivado, al igual que Hemimngway, por la tradición y herencia hispana. Ocurre que aquel docente, especialista en arquitectura colonial, se encontraba en la tierra en donde nací a sugerencia de una pareja de profesores de San Marcos, Francisco y Vera Stasny, que, además de asistir a un concierto de Nelly Munguía, le recomendaron visitar el templo principal de Cajatambo. De manera que, en esas circunstancias,  nombrar a Hemingway, su ilustre paisano, resultó no solo ineludible sino motivador para cruzar el puente imaginario de un diálogo de horas.
Treinta años después, de los 20 hasta ahora a los 50, otra vez, he vuelto a las páginas de “Muerte en la tarde” y aunque a estas alturas el toreo es apenas, en los umbrales de mi inexorable vejez, solo  una recordada pasión, quiero compartir sus más puntuales, instructivas y reveladoras precisiones. 

 
“Por lo que toca a las cuestiones morales, no puedo decir más que una cosa: es moral todo lo que hace que me sienta bien, e inmoral todo lo que hace que me sienta mal”.
“Las corridas son una institución española y existen, no por extranjeros y los turistas, sino a pesar de ellos”.
“La corrida no es un deporte en el sentido anglosajón de la palabra, es decir, no es un combate igualitario o una tentativa de combate de igual a igual entre un toro y un hombre. Es más bien una tragedia”.
“La corrida de toros normal es una tragedia y no un deporte; el toro tiene que morir. Si el matador no puede matarle en los quince minutos que dura la lidia, se aleja al toro del ruedo, escoltado por los cabestros como deshonor para el torero, y, según la ley, al toro tienen que matarlo en los corrales”.  
“El matador tiene que dominar al toro por su conocimiento y por su arte, y en la medida en que lo consigue con gracia resulta hermoso de contemplar”
“Si se permitiera a los toros acrecentar sus experiencias, como hacen los toreros, y si los toros no matados durante los quince minutos reglamentarios, en vez de ser sacrificados en los corrales inmediatamente, fuesen llevados a combatir de nuevo, matarían a todos los toreros. La corrida está montada sobre la base de que es el primer encuentro entre un animal salvaje y un hombre a pié”.
“En los primeros tiempos, se dejaba combatir a los toros que habían pisado el redondel, y murieron tantos hombres que el 20 de noviembre de 1567 el Papa Pio V publicó un decreto excomulgando a todos los príncipes cristianos que permitieran las corridas de toros en su país y negando cristiana sepultura a todas las personas que hubieran muerto en el ruedo. La Iglesia sólo consintió las corridas de toros cuando se convino que el toro no aparecería más que  una vez en la arena”.
“En las corridas modernas matan, por lo general, a seis toros tres hombres diferentes. Cada hombre mata dos toros. Los toros, según la ley, tienen que ser de cuatro a cinco años de edad, carecer de defectos físicos y estar armados de cuernos puntiagudos”.
“Cada matador tiene una cuadrilla, esto es, un equipo de cinco o seis hombres, que paga él y trabajan bajo sus ordenes”.
“Un buen toro, para un torero, no debe ser demasiado grande, demasiado fuerte, ni debe tener excesiva cornamenta; no debe ser muy alto de cuello y ha de tener, sobre todo, buena vista, reaccionar bien a los colores y al movimiento, ser bravo y franco en la embestida”.
“El matador es quien decide en qué orden prefiere lidiar sus toros”.
“El matador como tiene que enfrentarse cada día con la muerte, se hace muy reservado, y la medida de sus reserva, por su puesto, es la medida de su imaginación; durante todo el día de la corrida y durante toda la temporada, hay un no se qué de lejanía en su espíritu, que casi se puede ver. Lo que hay dentro es la muerte”.
“Casi todos los toreros son valientes. Algunos no lo son”.
“La capa es generalmente rosa por fuera y amarilla por dentro,  con un cuello amplio y tieso, y es tan amplia y tan larga, que si el matador se la colocara sobre sus hombros, los bajos le caerían hasta las rodillas o más allá, y podría envolverse en ella completamente”.
“Belmonte no ponía jamás las banderillas, porque no podía correr”.
“En cada combate con el toro hay tres actos, y estos tres actos se llaman los tres tercios de la lidia. El primer acto es de capas, de picas y de los caballos. El segundo es el de las  banderillas. La tercera y última parte es la muerte”.
“El primer acto es el proceso; el segundo es la sentencia y el tercero es la ejecución”.
“Pero los toros son un arte efímero, como el canto y la danza (…) un arte que, cuando el ejecutante ha desaparecido, no existe más que en la memoria de los que lo han visto, y muere con ellos”.
“No se le puede pedir a un torero que ha triunfado por la tarde, gracias a los riesgos que ha corrido, que no corra otros riesgos durante la noche, y es que más cornadas dan las mujeres”.
“El toro de lidia es, con relación al toro domestico, lo que el lobo en relación al perro (…) proceden de una raza que desciende en línea recta de los toros salvajes que en otros tiempos pastaban en la Península”.
“Las características físicas del toro de brega son una cobertura espesa y resistente de pelaje, una cabeza pequeña, aunque de frente amplia, unos cuernos duros y curvados, un cuello espeso, una giba de músculos que se eriza cuando el toro se irrita, amplios lomos, pezuñas pequeñas y rabo largo y delgado”.
“Partiendo al mismo tiempo que un caballo, un toro de lidia le vence en una carrera de veinticinco yardas, aunque un caballo le vence en una carrera de cincuenta (…) y a los cuatro años tiene fuerza suficiente en los músculos del cuello y de los lomos como para levantar en vilo un caballo y su jinete y arrojarlos por encima de sus costillas”.
“El toro es un animal salvaje, cuyo mayor placer consiste en la pelea y aceptara la que le ofrecen bajo cualquier forma, replicando a todo lo que le tome por desafío. Sin embargo, los mejores toros de combate reconocen y saben quien es el mayoral o guardián que los tiene a su cargo y, durante su viaje hasta la plaza, le permiten a veces hasta que los golpeé y que los acaricie”.
“Casi todos los toros tienen un cuerno que prefieren  emplear mejor que el otro, y ése es el que se llama cuerno maestro. A veces son zurdos o diestros con el cuerno, de la misma manera que las personas son zurdas o diestras con las manos, pero no hay entre ellos preferencia señalada, como entre los hombres, por la mano derecha. Cualquier cuerno pude ser el cuerno maestro”.
“Toda la lidia está fundada en la bravura del toro, en su simplicidad y en su falta de experiencia”.
“Las tres fases por las que pasa el toro se llaman: levantado, parado y aplomado”.
“Ninguna de las partes atrae tanto al espectador, que ve por primera vez una corrida, como la colocación de las banderillas”.
“En el tercio de banderillas, el espectador ve salir a un hombre, llevando dos palitroques en la mano con puntas de hierro, y ése es el primer hombre que ve en el ruedo adelantarse hacia el toro sin la capa en sus manos. El hombre atrae la atención del toro -describo el modo más sencillo de poner las banderillas-, corre hacia él cuando el toro carga y, en el momento en que el toro y el hombre van a encontrarse, y el toro agacha la cabeza para engancharle, el hombre junta los pies, levanta los brazos y hunde las puntas de los palos en la nuca del toro”.
“La destreza de un torero para servirse de la muleta es lo que, en fin de cuentas, determina su rango en la profesión ya que, en efecto, de todas la fases de la corrida de toros moderna, es la más difícil de dominar y en la que el talento del torero encuentra su medio más propio de expresión. Es con la muleta con la que se hace una reputación o no se hace, y por su maestría para hacer con la muleta un juego completo, imaginativo, artístico y emocionante, siempre que el toro sea bueno, es por lo que se paga poco o mucho a un matador”.
“Técnicamente, la muleta se emplea para defender la espada contra la embestida del toro, regularizar el porte de cabeza del animal, corregir la tendencia que puede tener a derrotar, fatigarle y colocarle en posición adecuada para entrar a matar, proporcionarle un objeto para que embista, en vez del cuerpo del hombre, mientras el matador se arroja por encima de sus cuernos para hundirle el acero”.
“El pase más grande de muleta, el más peligroso, el más difícil de ejecutar y el más hermoso de ver es el natural. En este pase el torero se enfrenta con el toro llevando la muleta en la mano izquierda, la espada, en la derecha; el brazo izquierdo pende de manera natural y la tela encarnada queda en un solo pliegue a lo largo del palo que la sostiene. El torero va hacía el toro y le provoca con la muleta y, cuando el animal embiste, el hombre se inclina simplemente para seguir la embestida, haciendo girar su brazo izquierdo ante las astas del toro y siguiendo con su cuerpo la curva de la embestida, mientras los cuernos del toro están frente a su cuerpo”.   

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