jueves, 21 de julio de 2016

PRIMER CARRO EN CAJATAMBO





El 16.6.2017, exactamente al cumplirse cincuenta años de haberse inaugurado la carretera Pativilca/Cajatambo, emprendí viaje desde el terminal de Huacho.
Era tanta mi nostalgia que en ningún momento me abandonaba aquel vago recuerdo de mi infancia de haber presenciado (con solo cuatro años) aquella memorable ceremonia.
En el caso de Sixto Zevallos, al ser el portador de la bandera de la escolta escolar -según recuerda- recibió incluso el saludo del presidente Fernando Belaúnde.
“Nunca dirán Belaúnde lo hizo, siempre dirán el pueblo lo hizo”, mi madre siempre tuvo presente aquellas palabras que escuchó en Huaynupampa y nunca dejó de emocionarse al repetirlas.
Por mi parte, tampoco olvidé el tractor rojo que conducía mi tío Germán Quinteros - quien había ganado la licitación para la construcción del tramo final- desde el cual, trepado cada mañana, con mi gorra de viceras y mis puka botas de goma, vi llegar la carretera a Astobamba y enseguida a Cajatambo. 
Inolvidable Germán, Jalga Pishgo, loco generoso, legó su nombre a la historia de Cajatambo y al niño astobambino que fui mi recuerdo más memorable. 

Rumbo a Cajatambo, cincuenta años después,   cuando la minivan cruza el poblado de Llocchi (que nació siendo un campamento en las tierras bajas de la comunidad de Cajamarquilla) no puedo no pensar ni mencionar la trascendencia de aquel día.
Un hombre mayor con quien comparto asiento me escucha recordar los pormenores de aquella obra que fue la aspiración principal de los cajatambinos en el siglo XX.
Entusiasmado y emocionado le cuento la historia de la llegada del primer vehículo a Cajatambo, meses antes de la inauguración de su carretera.
Al ver que mi oyente (quien afirma pertenecer a la comunidad de Utcas) escucha mis palabras con atención, procuro trasmitir con rigor la versión que narra Guillermo Rivera Huacho en su libro, publicado en 1997, “Cajatambo, sus fiestas y costumbres”.
Al terminar mi relato siento que he cumplido con mi deber de honrar la historia del pueblo en donde nací. Mi interlocutor parece impresionado, pero finalmente el asombro será mío al escucharlo decir: “Yo estuve allí ese día, iba a la escuela y al salir recuerdo toda la alegría de la gente”.

En septiembre de 2019, convocado por el Patronato de Turismo y Cultura de Cajatambo, debí -una vez más- viajar con destino a la cordillera Huayhuash.
“Enrique Vega, por ser vicepresidente del Patronato, también está viniendo”, me dice Mario de los Ríos.
Efectivamente, al llegar al terminal de Huacho, me encontré con Enrique (quien viajaba junto con su hija).
Recorrimos la ruta Sayán/Churín/Cajatambo.
Pasando la laguna de Tucto, cuando comenzaba a oscurecer, fue -en este caso- la urgencia de hablar del vicepresidente del Patronato.
“Sabes, comenzó diciendo, cuando yo era muchacho y recién estaba estudiando, yo trabajaba con mi tío Germán y un día, cuando ya se estaba terminando de construir la carretera, le acompañé el día en que por primera vez llegó un carro a Cajatambo”.
“En realidad no fue uno sino dos carros con los que llegamos. Un auto Fiat de color rojo y una camioneta verde Scout International, los dos de Germán”.
“Recuerdo que llovía y estaba nublado el día que llegamos. Lo que no recuerdo es el mes ni el año”. No es necesario, lo que es ineludible es lo que recuerda.
“Le he preguntado a mi hermana y dice que justo ella estuvo huaylashando”, precisa a su vez Anacarmen Quinteros Ayllon de Delgado.
Segunda semana de febrero de 1967, celebración de carnavales en Cajatambo.

“Conforme dispuso mi tío salí de Lima temprano manejando el Fiat, llegué a mediodía al campamento de Cañón; allí, en el hospedaje de Silas Miranda almorzamos. Mi tío ese día estaba más alegre que de costumbre. A eso de las dos de la tarde salimos. ‘Tú anda adelante con ese carro abriendo ruta y yo te sigo’ me ordenó”.
Zenón Corman (comunero de Utcas y brazo derecho de Germán) también abordó el auto rojo.
Luego de atravesar la paredes de roca maciza del cañon de Huayhuajpunko llegan a Tumac y enseguida surcan los veintisiete desarrollos del ascenso. En la quietud milenaria de los jirkas es la primera vez que rugen los motores y unas llantas imprimen sus huellas en el suelo recién horadado.
A las cinco de la tarde cruzan Astobamba y al escuchar las bocinas los niños -“con sus mocos”- salen alborotados y corren gritando: “carro ! carro !”.
Al llegar al puente de Tawin se presenta la dificultad más seria, pero alertados por los eufórica parvada, el lugar de las antiguas despedidas de los viajes a caballo se transforma en el escenario de la más notable bienvenida. Trabajan frenéticos hasta que logran habilitar el paso.
Cuando comienza a oscurecer, con las luces encendidas y haciendo sonar las bocinas, ingresan los dos vehículos, la camioneta Scout y el auto Fiat, que por primera vez hollan las calles de Cajatambo.
“En la tienda de Alfonso Salazar y su esposa nos dieron la primera recepción con música y calentados”.
En el esplendor de sus años mozos Enrique asegura que nunca jamás en su vida fue más mirado y admirado que aquel día.

Finalmente, en su libro, el odontólogo Rivera Huacho, consigna unas palabras que los pormenores no corrigen ni desmienten, todo lo contrario, consagran para la posteridad la discreta y entrañable trascendencia de lo que aconteció en Cajatambo aquel sábado 11 de febrero de 1967: “En la lobreguez de la noche invernal, la lluvia arrecia, pero nada detiene el festejo convertido en noche de gloria y felicidad: pues es el justo tributo, en la persona de Germán Quinteros, a todos los que hicieron realidad la ansiada carretera. Así, aquel día memorable, largos y sufridos años de esperanza y espera llegaron a su fin".
 

Aunque a mi mismo me cueste creerlo guardo memoria de algún instante de la ceremonia de inauguración de la carretera Pativilca-Cajatambo el 16.6.1966. Tenia entonces cuatro años y seguro debí ir de manos de mi madre (que siempre recordó las palabras del presidente: "Nunca dirán: Belaunde lo hizo. Siempre dirán: el pueblo lo hizo!")Tampoco he olvidado el tractor rojo que conducía el tío Germán Quinteros - quien había ganado la licitación para la construcción del tramo final- pues trepado en ella cada mañana, con mis puka botas de jebe, salia de mi casa en Astobamba "para ir a trabajar en la carretera".
"Con amor a mi familia, a mi tierra y a mi patria", con esa emotiva y explicita dedicatoria en 1997 el odontólogo Guillermo Rivera Huacho publicó en Lima un libro que siempre quise encontrar y leer: "Cajatambo, sus fiestas y costumbres" (hasta que por fin llegó a mis manos de mano de mi primo César Cuellar). Testigo presencial de los hechos que cuenta, don Guillermo legó un entrañable testimonio de gratitud a Cajatambo y a su gente. Por eso mismo, al cumplirse el 2016 el cincuenta aniversario de la construcción de la carretera Pativilca-Cajatambo, ninguna ocasión mas propicia para honrar su memoria y compartir un episodio singular de sus recuerdos.

Reunión organizada por el Comité de Damas pro inauguración carretera Pativilca-Cajatambo, presidido por doña Hortensia Reyes Ballardo (1966) 


"El 14 de enero de 1966 llegó el primer carro, una camioneta Dodge Pickap al mando de su propietario: Germán Quinteros,  cariñosamente  conocido como el 'Loco Germán'. Aquel día pasando Cañón llega a Tumac, surca los cerros de Palpas y Cajamarquilla, por las zetas que dibuja la carretera hasta el puente inconcluso de Llogchi que apenas quedó  terminada -a cargo de otro contratista- las locas aguas del invierno se llevaron para siempre. El querido 'Loco' al llegar a este lugar lo pasó  por el camino del tractor, ayudado por este, y los trabajadores del puente. 
Avanza veloz con su ágil camioneta, zigzagueando devora curvas, rompiendo el silencio virgen para el rugir de los motores, toma la recta a la altura de Puris, pasa Seguiaragra, Laquiar, Huancal, Siskan, Warnijirka, Astobamba, cruza el pequeño puente de piedra y cal sobre el río formado por el deshielo del nevado Huaylashtokanka.
Cuando los relojes marcaban las diez de la noche el querido 'Loco Germán' hizo su entrada por la calle principal, en medio de eufóricos gritos, aplausos, lágrimas y abrazos. En aquel instante inolvidable el bullicio de algarabía se confundía con el bronco rugir del carro. 
En la lobreguez de la noche invernal, la lluvia arrecia, pero nada detiene el festejo convertido en noche de gloria y felicidad: pues es el justo tributo, en la persona de Germán Quinteros, a todos los que hicieron realidad la ansiada carretera. Así, aquel día memorable, largos y sufridos años de esperanza y espera llegaron a su fin". 
 

 

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