jueves, 8 de noviembre de 2018

EL LIBERTADOR & EL CACIQUE





A mediados de setiembre de 1816, a cuatro meses del Paso de los Andes, el general San Martín protagonizó un episodio que reviste caracteres francamente antropológicos, a la vez que estratégico-militares.

En un documento fechado el 10.9.1816 expone el jefe del Ejército de lo Andes,  los móviles que lo conducen a reunirse con los jefes de la etnia pehuenche.

Pero es en su estancia final en Francia en donde, al dar respuesta a los cuestionarios que le dirige el general ingles William Miller (quien a la par de actor fue relator de la gesta emancipadora) cuando redacta sus memorias. 

Es verdad que la construcción de la memoria colectiva es negocio de quienes a través de textos escritos y fuentes orales redactan visiones y versiones del pasado. Sin embargo, no pocas veces resulta extraordinario "ver" un hecho en palabras escritas por sus propios ejecutores. 

Este es uno de esos casos, una ocasión infrecuente en que un líder militar y político de trascendencia histórica, más allá de la gloria de su espada coge la pluma para hacer una incursión fuera de lo común. A decir verdad, se trata de un texto raro, en que más que un militar, quien escribe y describe parece un antropólogo extasiado de lo que investiga y descubre.

Provisto de 120 barriles de aguardiente y 300 de vino, secundado por sus leales granaderos, marchó el general San Martín al encuentro de dos mil pehuenches y medio centenar de caciques, presididos por el más anciano de todos: Necuñan.

Llevaba además regalos. Entre los que podía contarse "gran número de frenos, espuelas" y prendas. Pues los guerreros nativos que dominaban las laderas andinas de Mendoza asistían al parlamento con sus hijos y mujeres.

Luego de deliberar el pedido de autorizar el paso por su territorios los jefes pehuenches aprobaron la petición; no por unanimidad, por mayoría: tres caciques se opusieron. 

Enseguida, después de guardar sus lanzas, machetes y cuchillos durante tres días -muy a su manera- celebraron hasta beberse los 420 barriles de licor.

Murieron dos hombres y una mujer. Casi nada, deja entrever el general, para tamaña bacanal. 

Hasta se produjo un parto (un parto acuático) de un niño que so pretexto de presentarlo al general, el cazurro fraile, bautizó antes de verlo partir rumbo a las montañas.

No sin antes, conforme recuerda el general, irse convertido en su ahijado

MOTIVO:

“He creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien al ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el fuerte de San Carlos el gobernador Necuñan y demás caciques, por lo que me veo en la necesidad de ponerme hoy en marcha para aquel destino….” (Cuartel General en Mendoza y setiembre 10 de 1816).

DESCRIPCIÓN:

“Los indios pehuenches, hombres de una talla elevada, de una musculación vigorosa, y de una fisonomía viva y expresiva, ocupan un territorio al pie de la cordillera de los Andes de 100 a 120 leguas al sur del Río Diamante, límites de la Provincia de Mendoza: pasan por los más valientes de este territorio, no conocen ningún género de Agricultura, y viven de frutas silvestres, y de la carne de Caballo; su vida es errante y mudan sus habitaciones (que se componen de tiendas de pieles), a proporción que encuentran pastos suficientes para alimentar sus crecidas Caballadas. Son excelentes jinetes, y viajan con una rapidez extraordinaria, llevando cada uno diez o doce caballos por delante para mudar en proporción que se cansan, pero tan dóciles y bien enseñados, que en medio del Campo los llaman por su nombre, y sin el auxilio del lazo los toman con la mano para cambiar”.

UBICACIÓN: 

“Los indios Pehuenches son una nación enteramente diferente de los araucanos, y separados de estos por la gran cordillera: su población se regula en unos 12 a 14 mil habitantes; anteriormente eran muy numerosos, más las viruelas y en el día el mal venéreo, hace en ellos horribles estragos (….) ; y son reputados por bravos; ellos mantienen continuas guerras con los otros indios colindantes, y no se dan cuartel excepto a las mujeres y niños. La hospitalidad la guardan religiosamente …”

ENCUENTRO:

"El día señalado para el parlamento a las ocho de la mañana empezaron a entrar en la Explanada que está en frente del fuerte cada cacique por separado con sus hombres de guerra, y las mujeres y niños a retaguardia: los primeros con el pelo suelto, desnudos de medio cuerpo arriba, y pintados hombres y caballos de diferentes colores, es decir, en el estado en que se ponen para pelear con sus enemigos. Cada cacique y sus tropas debían ser precedidos (y esta es una prerrogativa que no perdonan jamás porque creen que es un honor que debe hacérseles) por una partida de caballería de cristianos, tirando tiros en su obsequio. Al llegar a la explanada las mujeres y niños se separan a un lado, y empiezan a escaramucear al gran galope; y otros a hacer bailar sus caballos de un modo sorprendente: en este intermedio el fuerte tiraba cada 6 minutos un tiro de Cañón, lo que celebraban golpeándose la boca, y dando espantosos gritos; un cuarto de hora duraba esta especie de torneo, y retirándose donde se hallaban sus mujeres, se mantenían formados, volviéndose a comenzar la misma maniobra que la anterior por otra nueva tribu”.

"A mediodía concluyó esta larga operación"

DELIBERACIÓN:

"Convocados para comenzar, tomaron asiento por orden de ancianidad, primero los caciques, enseguida los capitanes: el general en jefe, el comandante general de frontera y el interprete, que lo era el padre Inalican, fraile franciscano y de nación araucano".

EXHORTACIÓN:

"El fraile comenzó su arenga haciéndoles presente la estrecha amistad que unía a los indios pehuenches al general que este confiado en ella, los había reunido en parlamento general para obsequiarles abundantemente con bebidas y regalos, y al mismo tiempo para suplicarles permitiesen el paso del ejército patriota por su territorio, a fin de atacar a los españoles de Chile".

DECISIÓN:

"Concluido el razonamiento del fraile un profundo silencio de cerca de un cuarto de hora reinó en toda la asamblea. A la verdad era bien original el cuadro que presentaba la reunión de estos salvajes con sus cuerpos pintados y entregados a una meditación la más profunda".

CELEBRACIÓN:

"Finalizado el deposito se dirigieron al corral donde se les tenían preparadas las yeguas para su alimento. El espectáculo que presenta la matanza de estos animales es lo más disgustante. Tendido el animal y atado de pies y manos le hacen una incisión cerca de gaznate, cuya sangre chupan con preferencia las mujeres y niños, aplicando la boca a la herida"

BRINDIS:

"Hacen una excavación en la tierra de dos pies de profundidad y cuatro a cinco de circunferencia, meten la piel fresca en el agujero abierto en la tierra, y aseguran los extremos de ellas con estacas pequeñas: en este pozo revestido de la piel se deposita el licor y sentados alrededor empiezan a beber sólo los hombres"

FIN DE FIESTA:

"El quinto día marcharon muy satisfechos asegurando no haber conocido jamás parlamento más esplendido"





martes, 30 de octubre de 2018

LASCAMAYO



Apenas abro los ojos contemplo en silencio el sombrero de mi madre. El último warmisuku de todos cuanto usó.
El sombrero de mujer de Cajatambo que por casi medio siglo lució con orgullo en el valle de Ambar. Por eso, en su memoria, allí está, siempre presente.

Tan pronto abandono el abrigo de las frazadas me acerco y la beso. Siento que, de algún modo, allí está todavía mi madre. Mi adorada gordita Chispas. Enseguida tomo también mi sombrero y salgo a recorrer el fundo.Entre el río grande y el río chico se encuentra Lascamayo. A todas luces se trata del fundo mas vistoso y fértil de la parte alta del valle Supe-Ambar.
David Reyes Ballardo, propietario del fundo Puajcancha, hizo traspaso a Augusto Villanueva Marin. Así Lascamayo de manos de mi tío abuelo paterno pasó a manos de mi abuelo materno. Al morir mi abuelo, mi madre junto con su madre regentaron Lascamayo por décadas.
Las chacras quedan, los dueños pasan. Al igual que ellas, hoy 30.9.2018, estoy aquí. Aquí, al pié del cerro Rukupadre.

Decido recorrer el fundo y tan pronto inicio mi caminata se agolpan los recuerdos. Situaciones que ví y viví. Recuerdos alegres y tristes.
A la sombra del arrayán del patio veo una tarde a mi abuelo invitar a su mesa a un viejo de enmarañada barba y rozagante como un tomate, don Nolberto Celis (descendiente de los italianos que llegaron a Ambar). Sentados antes sendos mates servidos de suculento Pari, el viejo Nolbe deslumbrado ante el plato preferido de Cajatambo cada que lleva la cuchara a su boca, al mismo tiempo que pigmenta sus rubios mostachos con el aderzo, solo atina a decir: "Esto si que está fabuloso don Augusto".

La tarde del de 31.5.1970 mi madre cogió su manta y se dirigió a la moya de Rodeocorral (como lo hago yo esta mañana asediado de nostalgia). A medía cuesta se dió la vuelta para mirar la casa en donde dormía mi hermano Alfredo y una repentina aprehensión la paralizó: "¡Ay, se dijo, mi pobre hijo hace días que no lo he bañado!". Mortificada por ese pensamiento se regresó para encender el fogón.
Precisamente cuando terminaba de vestir el pequeño cuerpo de mi hermano hicieron su aparición por el camino Lucha y Gushma."Ahora si mi hijo está limpio y buenmozo", les dijo sonriendo mi madre al acariciar y tener entre sus brazos a su hijo de apenas dos meses de nacido.
Eran las 3:47 de la tarde. Fue la hora y el minuto que comenzó el terremoto más destructor de la historia del Perú.



martes, 17 de julio de 2018

SETENTA AÑOS DE AMOR




Después de noventa y dos años de existencia el médico Carlos Rivera falleció el 12 de julio de 2018
La noche anterior, Elisa, su esposa, había presentido su partida.
Interrumpiendo su descanso, de pronto, lo había nombrado con ímpetu y ternura.
Hortensia, su hija, la escuchó con no menos ternura y sorpresa.
Sin embargo, de la sorpresa Hoti paso al asombro cuando -al otro día- oyó decir a su madre: "Que tristeza ¡"
Para entonces Carlos, su amado compañero, descansaba ya en paz.
Entonces a Hoti no le cupo duda alguna de que su madre, no obstante no ser informada aun, no ignoraba la extrema consternación que conmovía a su familia.
Setenta años antes se habían conocido.
Coincidieron en Lima.
Ella de Cajatambo y él de Chota.
Carlos era policia, pero el lugar donde se encontraron fue el hospital Dos de Mayo.
El motivo que los reunió fue una celebración de cachimbos ingresantes a la facultad de medicina.
Uno de los cuales era el apuesto policía que quedó prendado de Elisa apenas verla.
"Recién llegada del mundo", como diría Vallejo en uno de sus poemas.
Con todo, se trató de una comparecencia casual.
De manera que tan pronto concluyó la fiesta se perdieron de vista.
Elisa partió rumbo a Cajatambo para estar junto a su madre, cuyo nombre, dicho sea de paso, compartía.
Por su parte, Carlos debió lidiar enseguida con el arduo dilema de seguir siendo policía o estudiante.
Optó por ser ambas cosas.
En conclusión, el destino del guardia civil que permanecía más horas en las aulas de San Marcos que en las dependencias policiales no fue otro que el de ser sancionado.
Su castigo consistió en ir a cumplir funciones en una provincia -desconocida para él- de la sierra de Lima.
Cajatambo ignoto. Cajatambo remoto.
Eran tiempos en que aparecer en las calles de Cajatambo demandaba recorrer varias leguas de camino.
Cabalgando una mula de la guardia civil Carlos hizo su ingreso por primera vez.
Una vez instalado, Víctor Reyes Ballardo fue su primer y más cercano amigo.
Por eso mismo, fue Víctor quien lo invitó cierto día a degustar de una pachamanca en la afueras del pueblo.
Así llegó Carlos a Huamanaca.
Y así Elisa, rozagante y perpleja, lo vió reaparecer a Carlos nada menos que en Huamanaca.
Aquel día, fascinado por aquel venturoso designio, Carlos vislumbro con certeza absoluta la ruta de su porvenir.
También ella, que duda cabe, debió sentir lo mismo ante aquel guiño mágico de la vida.
En 1997 llegué un día a Huamanaca.
Enterado de que se encontraban en el fundo ganadero (que a la postre heredó Elisa), fui a verlos entusiasmado.
Tenía la impresión de que podía tratarse de sus últimas visitas juntos.
No me equivoqué.
La cornisa nevada del Wakshash resplandeciendo con el sol de la mañana era un escenario no menos cautivante que la historia de sus vidas.
Complacido por la visita del sobrino, a la sombra rumorosa y aromosa de los eucaliptos, Carlos me invitó a compartir su mesa.
Era la hora del desayuno.
Pero sobre todo, entre risas y bocados de un suculento bisteck (preparado por Elisa), de buena gana, me invitó a compartir su historia.
Una historia que yo sospechaba única y memorable.


lunes, 4 de junio de 2018

EL GOL SECRETO




Cuando el primer día de 1984 los esposos Guerrero-Gonzáles vieron nacer a aquel niño que enseguida nombraron Paolo, de seguro, no imaginaron que habían dado vida a un hombre que treinta y cuatro años después, en 2018, acapararía el casi unánime fervor de millones de sus compatriotas que lo verían igual que a un hijo o un hermano.
Sin embargo, aunque ellos mismos lo ignorasen, cuando Petronila Gonzáles y José Guerrero, en el verano de 1983, solos, celebraron la jubilosa contienda de hacerse uno para ser uno más, aquella secreta alegría no fue otra cosa que el preludio de muchas, muchísimas, alegrías por venir.
Intrigado por los intrincados misterios que rigen nuestra existencia, César Vallejo escribió alguna vez que la cópula en que los padres de Fedor Dostoyevski concibieron a su hijo era un acto tan trascendente como la obra misma del ídolo literario ruso. 
De igual manera, cuando Peta y Pepe, en el área propicia de un lecho y entre cuatro paredes, desnudaron sus cuerpos un día de 1983, sin saberlo, ni acaso recordarlo (pues, al fin y al cabo, las cópulas y los goles se parecen), estaban siendo protagonistas de uno de los polvos mas aclamados de la historia deportiva de la primera mitad del siglo XXI en el Perú. 
Un gol secreto que treinta y cuatro años después millones aplauden.






jueves, 25 de enero de 2018

JARA TARPUY








"Chaquilapa, japallá, charamurgó...¿entiendes?". Sonríe y responde: "He llegado caminando solo". Y así fue, durante la hora y medía que anduve desde Astobamba hasta Utcas, ni un solo vehículo me dió alcance.
Enseguida Nicol Osorio mira el horizonte y con emoción exclama: "¡Un condor!". Pero no son uno sino varios los que pasan. La comitiva mira aquel desfile aéreo con naturalidad. Me doy cuenta entonces que he ingresado a un territorio en verdad mágico.
"Ali, ali charamurguyni, jara tarpuy rirgunaypa", me dice al verme llegar al pueblo la amable -a pesar de su nombre felino- abuela Leona, matriarca del clan de uno de los dos mayordomos oferentes de la siembra de maíz 2018.
La comunidad campesina de Utcas, cada año repite el rito inmemorial de sembrar el producto supremo de su historia: el Qori jara. El incomparable grano de oro que ha superado airoso los retos del clima y el tiempo.
Presididos por dos mayordomos que portan un estandarte y una imagen, la comitiva se compone de cuatro cantoras que entonan en quechua remotos tributos a la tierra y cuatro danzantes provistos de sendas takllas (que fue el principal instrumento de labranza del incario).

Luciendo poncho, chalina y sombrero, el pequeño y barbado Rukorico es llevado -en brazos de los mayordomos- del templo del pueblo hasta los campos de cultivo.
Este jueves 18.1.2018, como cada jueves de cada año, los comuneros en pleno emprenden el siembrio del producto más representativo de su pasado, presente y futuro. No por nada se trata del más aromoso y sabroso maíz orgánico del Perú.
Un maíz que aun en tiempos del Urash Jirca (el pueblo antiguo que las autoridades virreinales obligaron abandonar) debió tener no menos gloria y fama.
Sin embargo, al igual que el quechua y el maíz, el pueblo utcano, reserva un día para hacer del pasado lo más presente de su presente. Un día en el que, entre danzas y cantos, se abre una puerta para ver y vivir lo que fue el Perú autónomo, anterior al de la presencia europea.
No se trata de una simulación, ni de una nostálgica representación, por una sencilla razón: por qué el maíz que produce el pueblo utcano y la forma en que lo hace no tiene parangon ni comparación. Es tradición y es continuidad, es costumbre y es devoción, es reverencia ritual y a la vez tecnología productiva.
Por todo eso, mientras haya una mujer o un hombre dispuesto a llevarse un grano de maíz a la boca (aun a pesar de la ingesta desmedida en los estómagos peruanos de arroz forastero) el maíz que cultiva la comunidad de Utcas -que nació no para ser el más abundante sino el mejor- mantendrá siempre el imperio soberano de su aroma y sabor.




jueves, 4 de enero de 2018

TRAGEDIA EN PASAMAYO







 Una difundida creencia popular de interpretación de los sueños, asegura que soñar perder una dentadura es augurio funesto de perdida de un ser querido. El amanecer del 2.1.2018 desperté sobresaltado: una presencia que no pude reconocer al quitarse la dentadura postiza lo extrajo arrancando sus órganos internos. Entonces desperté con desasosiego y la resignada certeza de esperar alguna funesta ocurrencia. Por lo demás, desistí de regresar a Huacho.
Puesto que me hallaba en Lima de visita donde mi hermano, salí a la esquina al puesto de venta de diarios y enseguida dediqué la mañana a la lectura de El Comercio y La República. Asimismo, encendí el televisor para seguir la emisión de ATV noticias. Fue así que a mediodía junto con mi hermano vimos las primeras imágenes de la tragedia víal en Pasamayo. De inmediato reconocimos un retazo de S que -para quienes residimos en Huacho- identifica a la empresa de transportes más antigua de la ciudad.
Al principio el noticiero anunciaba que habrían una media docena de fallecidos, pero al ver al ómnibus caído con las llantas hacia arriba en el fondo del precipicio más vertical del serpentín de Pasamayo, era evidente que el accidente más atroz que pudiera ocurrir en los veintidós kilómetros de aquel tramo de cincuenta y dos curvas había sucedido. Precisamente en la Curva del Diablo, la misma por la que -según recordaba un veterano huachano- rodó hace medio siglo un bus de la empresa Roggero. Pero lo más paradójico era que la víctima no era una vetusta unidad de aquellas empresas que lindan con la informalidad sino la empresa más disciplinada y mejor organizada de la Capital de la Hospitalidad. Pues queda claro lo que sucedió: el tráiler invadió el carril del bus y al colisionar lo lanzó al abismo.


Fundada a comienzos de la década del ochenta del siglo pasado, la empresa de transportes "San Martín de Porres" surgió como remanente y continuidad de una asociación de automovilistas. Conformada por socios accionistas (integrantes del desaparecido Comité 16) desde su fundación la empresa de buses "San Martín de Porras" sacó cara por Huacho y fue el preferido de las familias de la ciudad. Pues a su servicio, durante años han confiado (y seguirán confiando), el transporte de sus hijos que parten a Lima para educarse o por motivos de trabajo. Esto ocurre por qué para efectos prácticos, en buena cuenta, Huacho, más que una provincia, deviene ser un distrito más de Lima.
Una prueba ilustrativa es el caso de un oficial de ejército, quien en la etapa final de su servicio, salía cada de madrugada de Huacho rumbo a su oficina en Lima para retornar por la noche. Así, día a día; semana a semana; mes a mes, durante once años. Todos esos años viajando en los pulcros y confortables asientos de las unidades de la empresa de transportes "San Martín de Porres".


Mi abuelo, el padre de mi padre, contaba que cuando las reses que arreaban desde Cajatambo caían rendidas, las cubrían con arena y las abandonaban. Al volver, encontraban los hoyos vacíos y los huesos de la reses tiradas en las chozas de familias afroperuanas residentes en Ancón. Aquellos eran tiempos anteriores a 1939, fecha de
construcción de la carretera panamericana. Anterior a ella, el transporte ferroviario unió a Huacho con Lima en 1911 a 1962. En el siglo XIX el transporte comercial y de viajeros se hizo por vía marítima, siguiendo el itinerario Huacho-Chancay-Ancón-Callao.


El 3.10.2010 (uno nunca olvida el día en que debió morir) partimos, por motivos laborales, de Lima a Cañete, con el abogado Guillermo Núñez Velasquez a las primeras horas de aquel día. A las 6.10 am, en un tramo del circuito de playas de Lima, un policía asomó a la ventana del reluciente auto negro averiado por el violento impacto contra un poste de alumbrado para decirnos, entre sorprendido y decepcionado: "¡Qué feo han chocado! ¡Pensé que estaban muertos!". Por cierto, fue tan violento el impacto que nuestros anteojos y celulares volaron disparados. Menos nosotros: nos salvó el cinturón y acaso la suerte.
En 1997 un bus partió de Huamanga hacia Lima. Al amanecer comenzó a dar brincos. Los pasajeros despertaron desesperados dando gritos de espanto. Puesto que casi nunca duermo cuando viajo, ví y viví la misma experiencia que de seguro vivieron los pasajeros del trágico bus huachano: la conciencia fugaz de una muerte inminente. Es aterrador saber que vas a morir y que poco o nada puedes hacer (recuerdo a un muchacho tratando de ovillarse bajo un asiento). Por mi parte, recordé a mi madre y lamenté que recogieran mi cadáver tan distante de Huacho.
Una piedra junto a la carretera. Un bloque pétreo y macizo que solo es, cuando se las mira, una de las infinitas formas del paisaje detuvo al ómnibus al borde del abismo. Después de un rato siguió la marcha y minutos más tarde volvió a detenerse. Cuando bajé a orinar, al volver al bus en medio de la gélida desolación de la noche contemplé una escena que nunca olvidaré: puesto de rodillas ví llorar al chofer, mientras encendía una vela en memoria al conductor muerto frente a cuya capilla había detenido el bus. "¡Ayúdame hermano!. ¡Ayúdame!", imploraba. También yo lloré, en silencio y en la oscuridad, pensando en quienes por mi causa hubieran tenido que derramar lágrimas de afecto y resignación.


Un padre con un niño de cuatro años. Dos hermanas, más una niña (hija de una de ellas), dos amigas entrañables que eligieron Huacho para recibir el año nuevo, un par de esposos oriundos del distrito de Ambar (a quienes conocí), son algunas del medio centenar de existencias que se truncaron, en un abrir y cerrar de ojos, en la fatídica Curva del Diablo a las 11:40 de la mañana del segundo día de 2018. Revelando con ineluctable dramatismo, por sobre los venturosos manifiestos, que la vida será siempre una travesía fallida sin final feliz. Un peregrinaje ilusorio y cruento. Puesto que -como escribió el poeta Martín Adán- la vida no se elige, la vida se padece.