martes, 30 de abril de 2013

LOS REYES DE CAJATAMBO



En la vida existen un par de cosas que no se eligen y nos duran para siempre: la familia en que se nace y el pueblo al que se pertenece. Y como, en mayor o menor medida, la historia de las familias y de los pueblos, son una misma historia, en mi caso, terminé por compartir algunos datos e imágenes: http://cashatampu.blogspot.com/
Y aun cuando asumo y afirmo de manera inequívoca haber nacido en Cajatambo, asumo y afirmo también que me siento no menos vástago de Huacho.
Con todo, descender de un antepasado que no tuvo reparos para pactar con el mismo diablo para ganar fortuna, me vincula a una familia en concreto: los Reyes de Cajatambo.
De modo que, sin buscarlo ni proponérmelo, nací endemoniado: "Cuchi casta".
Con el tiempo descubrí la verdad de las mentiras.
Descubrí que no existía ningún demonio sino solo un cura  endemoniado de pasión que no tuvo reparos en enamorar a Jacoba, hija única de Mariano Reyes y Petronila Gutiérrez, comuneros de la comunidad de Tambo Indio.
Y cuando llegó el día -pues no podía ser de otra manera-  en que el cura se hizo padre, su permanencia en Cajatambo llegó a su fin. Entonces al nacer el niño, Mariano decidió que se llamara José del Carmen Reyes Gutiérrez. De modo que del cura enamorado (del que se sabe apenas su primer apellido:  Cevallos) no quedó nada, ni su apellido.


PRIMERAS DAMAS. Si algo distingue en particular a las corridas de toros en Cajatambo es la vistosidad de la coreografía que lo precede, pues, la elegancia y belleza de las jóvenes que acompañan al Capitán de la Tarde -oferente de la faena- no tiene parangón en el Perú. Sin embargo, no deja de ser significativo que las primeras damas de la historia tauriana en Cajatambo nacieran por igual una Cajatambo y otra en Gorgor.
Para 1937, ungido Capitán de la Tarde, Víctor Reyes Ballardo, decidió presentar algo más que los imponentes bravos de Shiri, Condor y Pumarinri. Llegado el momento, Víctor apareció -a diferencia de sus antecesores- flanqueado por dos guapas jóvenes cabalgando en sillas de lado y vestidas con el impresionante atavío de las bailaoras de la música flamenca. Como no podía ser de otro modo, de inmediato, se les llamó damas. A partir de entonces las damas se convirtieron en las presencias protagónicas de las fiestas patronales en Cajatambo.
Josefina Quinteros y Delía Barboza, fueron las primeras damas de la historia taurina en Cajatambo. Tiempo después, su hermano Pedro Reyes Ballardo contraería matrimonio con Delia. A su vez, Víctor desposaría a la profesora Rosa Gonzáles, natural del distrito de Gorgor; con quien construiría una casa de campo en las afueras de Cajatambo y una eficiente parcelación ganadera.

Rosa Gonzáles y descendientes
Delia Barzboza y descendientes



 "CAJATAMBINA". Corria la década de los años cincuenta del siglo pasado y un muchacho sanmarquino, nacido en Lima en 1929, pasaba en Cajatambo sus vacaciones antes de volver a sus clases en la facultad de medicina de San Fernando.
Aquellas vacaciones coincidieron con las nubes y las lluvias, y cómo no podía ser tampoco de otro modo, Perico, al igual que sus demás primos y amigos, se prepararó para participar en las huaylashadas formando parte de una comparsa y estrenando -nada menos- una canción.
Una tarde surgió la canción y aunque los testigos discrepan en sostener que el estímulo para su existencia fuera la súbita pasión que sintió Perico por Amalia, o bien por Nelly (las bellas hermanas Ticerán), lo cierto es que la canción se estrenó, y aun cuando su autor debió partir, "Cajatambina" se quedó para siempre.
Pedro Perico Reyes Barboza,  se fue para hacerse médico. Acaso jamás imagino que aquel puñado de palabras que una tarde junto para cantar y bailar, bajo las nubes y entre la lluvia, sería el más perdurable regalo a su memoria. Y a la gloria del pueblo que lo inspiró.
Perico con Teresa (el amor de su vida)


1944 EN EL 2013. Apenas abro la puerta lo reconozco: Roberto Vizurraga. Agudo, efusivo y, sobre todo, riguroso, con absoluta franqueza me responde cuando indago como empezó la historia que lo condujo a casarse con la prima de mi padre: "La verdad, ella era mucho lote para mí". Hija mayor de David Reyes Ballardo, ella, Luzmila, se crió con sus abuelos paternos como una hija más. Recién cuando,siendo niña aun, partió rumbo a Lima, sus papá y su mamá, Teófilo y Elisa, le dijeron que no lo eran.
Los conocía por referencia y fotos, pero ahora tenerlos en mi sala me enternece. Al ver y escuchar a Roberto, tan vital y tan lúcido, pondero su entereza. "Yo soy un lechugón de 84 años", dice complacido, sin duda, de lo que ha vivido y no menos de lo que recuerda.
Ella, Luzmila Reyes Rodríguez, sonríe al escucharnos. Pero de pronto, cuando me oye decir que un día extraje de los archivos del Congreso las intervenciones de su bisabuelo, se conmueve y me abraza.
Enseguida, hablamos de Cajatambo, de sus fiesta principal: "Yo salí de dama  en 1944, cuando tenía dieciséis años. Vine de Lima porque mi tío Jorge Ballardo, que era Capitán de la Tarde y a quién yo quería mucho, me lo pidió" "Y ¿cuántas damas eran entonces?" "Dos. La otra dama con quién salí fue Josefina Quinteros". 
Luego que se van, vuelvo al archivo virtual para seguirlos viendo. Encuentro una foto que me deslumbra y compruebo porqué Roberto se siente perpetuamente feliz.
Elisa Ballardo Fuentes Rivera y Teófilo Reyes Quinteros,
rodeado de sus descendientes. Primeras décadas del siglo XX.

lunes, 22 de abril de 2013

WILAKUY




En quechua wilakuy significa avisar. Previa a la realización de las fiestas patronales en tributo a María Magdalena, es costumbre que los oferentes de las corridas de toros (Capitán de la Tarde) notifiquen y reunan a sus amigos y familiares para confraternizar y formalizar su respaldo.
Se trata de un acto de devoción y pasión. Devoción a la patrona de Cajatambo y pasión por la herencia taurina. Asimismo las juntas deben entenderse como una comunión y a la vez un culto gastronómico. Pues entre las casi doscientas provincias del Perú solo en Cajatambo se prepara una comida que ni siquiera se sirve en plato sino en un mate que reune cinco clases de carne y contiene -por si fuera poco- una collotita candente que le provee de un sabor único e inconfundible.
Sabina Osorio Taicas, Capitana de la Tarde Taurina 2013 en la ciudad de Huacho, cerró ayer 20 de Abril la secuencia de juntas organizadas por lo capitanes oferentes en Lima y en Cajatambo. Y en retrribución a su presencia en todas ellas, recibió ayer la visita de todos los capitanes y ex capitanes.
Gloria Jiménez Borja, Capitana de la Tarde en Lima; Camilo Loarte, Capitan de la Tarde del día 30 de julio en Cajatambo; Epifanio Villanueva Loarte, Capitan de la Tarde del día 31 de julio en Cajatambo; de igual modo la ex capitana en Huacho doña Olga Salazar, del mismo modo que José Altamirano y Aquíles Vivar, ex capitanes en Cajatambo 2012, se hicieron presentes con sus respectivas comitivas.
Cada delegación dió inicio a su presentación portando ornamentos florales que fueron colocados ante la imagén de María Magdalena y enseguida, cada comitiva, hizo su emotivo  ingreso al ritmo melodioso de un pasacalle para degustar el suculento pari.

Sabina reside en Huacho desde los catorce años y la gastronomia ha sido, y es, la ocupación principal de su vida; de manera que no podía haber mejor oferente para ofrecer -como ocurrió- el más delicioso pari de todos cuantos se han ofrecido en el curso del año. Incluso la cancha, que complementa al pari, vino directamente tostada y preparada -al calor de la leña de eucaliptos- de Astobamba. Se trató nada menos que del maíz que produce la comunidad campesina de Utcas.
Ocurre que Utcas es una comunidad enteramente dedicaca al cultivo de un tipo de maíz enteramente organico, llamado también el grano de oro, y aunque acaso Gastón Acurio no lo descubierto aun se trata de uno de los más deliciosos maices que se cultivan en el país. Pequeño, suave, harinoso, contiene un dulzor que lo hace único e inolvidable.
Con la participación de la banda Juventud Yamor y del conjunto Los Clásicos de Cajatambo, además de los solistas Mario Barrenechea y César Cuellar, después del parí, comenzó el baile. Y la grata sorpresa la dieron el Idolo Gorgorino y La Quisurinita, también de Gorgor.

Aaimismo, a medía -tal si fuese en Cajatambo- todas las comitivas concurrentes, presididas por Sabina, hicieron un vistoso recorrido por las calles aledañas al local de La Ensenada.
La fiesta comenzó a las once de la mañana (de una hermosa mañana radiante) y termino a las once de la noche. Se ofrecieron alrededor de 500 mates de pari, y como jugando, bailando y conversando, al final de aquel 20 de abril de 2013, no quedo una sola botella bebible de la centena de cajas de cervezas que pidió Sabina y que su pueblo, jubiloso, bebió.

 

miércoles, 17 de abril de 2013

CAMINO A MANI



En el 2010, hice una visita que desde que tuve uso de razón aspiré hacer. Gracias a mi tío Aquíles, por su invitación y encargo especial, llegué a Mani. Esta es la crónica de cuanto ví y viví de aquella incursión inolvidable


Igual que Juan Preciado -el mítico personaje de las páginas de Pedro Páramo- la tarde del 29 de agosto de 2010 llegué sobre una
una moto, y bajo un esplendido cielo azul, hasta el paradero de Silkay. Me habían dicho, desde que la razón y la memoria me amparan, que allá abajo, en las cálidas tierras de Mani encontraría la tumba del abuelo de mi abuelo. No obstante, los hechos solo suceden. No hablan. Para que sean reales es necesario  volverlos palabra. Por eso, al iniciar esta crónica y evocar esos momentos, no ignoro que al abandonar la carretera, mientras la moto se aleja de regreso a Cajatambo, la quietud glacial del Huacshash, antes que la vasta y empinada ladera por la que debo internarme, atrae mi mirada. Similar a una página no escrita, la vasta albura de la nieve me mira; pero si el camino existe, conjeturo, de seguro lo habré de encontrar y no será ningún problema recorrerlo. Para darme ánimos, incluso, me repito a mí mismo, que es momento de hacer honor a mis proezas de veterano caminante que ha recorrido cientos de veces los más escabrosos senderos del valle de Ambar.
Apenas comienzo a andar no tardo en reconocer las huellas de pasos recientes que conservan, todavía, el pasajero relieve de quien las holló. Confirmo entonces que se trata de un antiguo camino por el que no solo un día antes una treintena de peregrinos han emprendido el mismo descenso que inicio yo, mi sombra y mis elucubraciones, sino otros caminantes cuyos pretéritos pasos han forjado este viejo camino. La verdad, son tantos recuerdos que rememoro, mientras descubro y avanzo por la ruta de quienes me precedieron, que es imposible no ser feliz entre tan sonoro silencio y tan poblada soledad. Por momentos, incluso, tengo la impresión que antes que a la fiesta de Ethel y Aquiles, los anfitriones, me dirijo no a la casa de campo de aquella pareja entrañable sino sencillamente al comienzo del comienzo.
Al comienzo del comienzo. No es para menos. He dedicado no pocas horas a otear un poco más de lo que me pudieron contar  la 
historia de mis antepasados, familiares o no; tanto que no me es más fácil saber que me alegra más: si ver a quienes veré o llegar al escenario histórico que colma mi memoria y desafía mi sosiego. Pues, conforme me acerco, siento más próxima sus presencias y no puedo no pensar que mis pasos son en realidad una continuidad. Un acto de genuina gratitud y a la vez de responsabilidad antes quienes legaron, para su pueblo y para su familia, un patrimonio superior a los bienes: un pasado que jamás dejará de ser presente. Por eso, mientras me aproximo, celebro, a cada paso, llevar conmigo una botella con pisco y un puñado de fascículos impresos -para brindar y celebrar- con sorbos y palabras. 
“Cajatambo, la historia y memoria”. Ningún nombre me parece más preciso. Pero al mismo tiempo tampoco más magro e insuficiente. Con todo, allá voy. Pues aunque me conforta haber puesto en el breve texto lo que creí imprescindible compartir con amigos y familiares de la tierra donde nací, conforme me acerco a Mani, pienso más en las ausencias que aun ensombrecen sus páginas: las semblanzas de Guillermo Dunstan Reyes (diputado por Cajatambo: 1912-1914) y de Emiliano Reyes (legendario músico).
Pero también entonces, con no menos aprensión que convicción, vuelve a mi memoria el recuerdo de la primera vez que ingresé al Palacio Legislativo para ser presentado a un joven diputado que, con el correr del tiempo, en el 2010,  llegó a presidir el Congreso. El instante en que al mismo tiempo que iniciaba mi aprendizaje en los quehaceres legislativos tuve la certeza, y el orgullo, para responder: “Yo creo que ya estuve aquí”. Y es que para mí el legado de José del Carmen Reyes Gutiérrez (diputado por Cajatambo: 1870-1872) jamás ha sido una referencia lejana ni difusa sino una presencia, constante y fraterna. Viva y real.
Caminar es mi manera de pensar con los pies, escribió un periodista cubano. No cabe duda. Mucho más -en mi caso- esta tarde en que me dirijo al encuentro de mi mismo en el reposo de otro cuerpo. Entonces, al percibir que la transpiración
conspira contra la corrección de mi arribo, en un recodo del camino me detengo para, igual que al comienzo cuando dirigí primero mi mirada al Huacshash, contemplar el redondo Morro de Parnamagay y secarme el sudor. Lo miro, mientras extraigo el frasco con perfume francés que guarda el aromoso y amoroso recuerdo de Francis Vizurraga, pero tal parece que fuera al revés. Al frente -por si fuera poco- coloso inmóvil de mis nostalgias escolares, descubro también al personaje tantas veces nombrado por sucesivas generaciones de cajatambinas y cajatambinos: el monolito de Wacatupi. Allí está, a media cuesta, en su eterna quietud, en su apuro pétreo que, a pesar de todo, de seguro, envidia los apremios y goces de nuestra frágil y sudorosa carne.
Al divisar la casa y escuchar la melodiosa belleza de las canciones que entona la banda de viento, justo en el tramo final en que apresuro el paso -debidamente perfumado- ocurre lo inesperado: unas insospechadas lágrimas distorsionan mi visión. Conmovido por tan repentina señal de deslumbramiento celebro el instante de ver y vivir cuanto me aguarda. Enseguida, repuesto de la emoción, vuelvo a apurar el paso. Rodeo una pirka que amuralla el patio y quien primero advierte mi presencia, no sin asombro, es Jashy, mi primo. A partir de allí la fiesta es para mí saludar a todos aquellos con quienes debí viajar el día anterior: tías y tíos, primas y primos, sobrinas y sobrinos, y hasta incluso -puesto que los hijos son nuestro más visible calendario- mi primera sobrina nieta, Majo, que lleva en sus ojos el hermoso color de Mani.
Luego de saludar a todos y saborear dos mates con pari, servidos al mismo tiempo, con no menor sorpresa, escucho a Miguel decir que me vió en Pucallpa en un reportaje sobre Huaura. Un reportaje que, por cierto, ni siquiera pude ver pero del que me hablaron quienes siguen el noticiero matinal del canal 5. De manera que ninguna referencia, por la distancia y por la circunstancia, puede ser más grata de oír que esta que mi primo evoca, mientras asentamos el suculento almuerzo con buenos sorbos de pisco. Y fue precisamente, alentado por el pisco, que me alejé de la fiesta para visitar la capilla que rinde tributo a Santa Rosa y sirve de morada postrera a quien fuera coronel de la guardia nacional, sub prefecto y diputado por la provincia de Cajatambo. Por eso, sin mengua de su sacro significado, ingresar al recinto final de José del Carmen me produce un sentimiento predominante de veneración cívica antes que religiosa. Y a la vez de gratitud.
Al regresar a la ronda de baile, y de tragos, Charito, la prima cuyo mensaje me convenció para venir, me pide prsentar el fasciculo que
hasta ese momento no es más que un paquete guardado dentro de mi equipaje.( Aquel puñado de páginas que fue motivo para que, cual torero o capitán, la tarde del 31 de julio me fueran destinados los aplausos más insólitos antes de comenzar con la faena). Apenas la banda hace una pausa mi prima se dirige a los presentes. Lo hace con un énfasis y una convicción que impresiona tanto como emociona. Ante tan generosas y elocuentes palabras, procuro retribuir las suyas, intento hacerlo, mal que mal, con otras no menos sentidas que pensadas. Pues hallarme en el mismo lugar desde donde, en 1883, se hizo acopio de productos, extraídos de las parcelas que nos rodean, que fueron transportados para abastecer al heroico Ejercito de La Breña es más que asistir a una fiesta. No lo digo pero lo pienso.

Archivo gráfico: Marco Chávez Reyes