viernes, 25 de abril de 2014

DÍA 14


“Escoja usted, ¿cuál desea?”. Miro las rosas. Todas, entalladas por una blanca mallita, se parecen. Señalo una. Será mi rosa.
Igual que la rosa, también ella, entallada por un apretado jean azul oscuro, me espera en la misma oficina donde un día nos besamos por primera vez. Han pasado ocho meses de aquel día y la mejor forma de decirle que tengo presente aquel día 14 será entregarle la rosa.
Sentados junto a la ventana del segundo piso de un chifa vacio y  sin mediar palabras, entre platos rebosantes con arroz chaufa,  le entrego la rosa. Sorprendida sonríe y se sonroja. Por mi parte, me pongo de pié y la beso.
Han pasado ocho meses de aquel primer beso y la mejor forma de decirle que tengo presente aquel día 14 es la rosa que su mano enflorece.
Al final del día, exhausta y categórica, entre el silencio y la oscuridad, la rosa reposa en la oficina y ella en mis brazos. Solo el susurro feliz de su voz ilumina la noche: “Me has dejado agotada”, dice. Al escucharla, ocho meses después, me parece que más que ella misma es la vida que me habla.

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