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lunes, 4 de febrero de 2019

AQUILES REYES RIVERA



Una tarde (cada vez más remota), en épocas en que no existía aun comunicación telefónica en Cajatambo, recibí una nota de manos de mi madre.
Era una nota manuscrita que había cruzado el puente de Cuchichaka hasta mi casa en Astobamba.
Abrí el papel y leí: "Apreciado sobrino, acércate a la casa para almorzar".
Entusiasmado hice el recorrido inverso al de la nota.
Cuando llegué en el patio de la solariega casa en Tambo comparecí ante la familia en pleno.
Sonriente, afable y altivo, con aquel timbre de voz tan lleno de firmeza y señorío, se puso en pié Aquiles Reyes Rivera (primo hermano de mi padre) quien al verme me abrazó y dijo enseguida:
"Hijo, en esta casa siempre serás bienvenido, eres nuestra sangre y nos alegra verte"
"Desde chiquito te hemos querido Cesitar y ahora que has vuelto hecho un hombre a nuestra tierra nos emociona tu regreso", agregó por su parte la tía Ethel, aquella rozangante y hermosa belleza que se convirtió en esposa y madre de los hijos del tío Aquiles.
Así comenzó mi eterno amor por mi tierra y por su historia.

Un día de corrida de toros, a mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, al final de la tarde, impulsado por la euforia de los tragos y el orgullo de ser uno de los toreros de Cajatambo (el único, además, de mi familia aquella tarde) trepé la baranda hasta donde se encontraban los hermanos Augusto y Aquiles con una botella de whisky entre manos.
Me felicitaron por mi perfomance en el ruedo y enseguida escucharon sorprendidos el parlamento que me condujo ante ellos.
"Tío Aquiles, a nombre de todos mis primos aquí presentes, sus sobrinos que lo quieren y siente orgullo de tener un tío como usted, vengo a decirle que considere que nada nos alegraría más ver a usted esta tarde ceñirse el sombrero de Capitán de la Tarde".
"Mira sobrino, te agradezco tus palabras, pero ya habrá oportunidad para eso".
Me despedí, debo confesarlo, defraudado pero al mismo tiempo satisfecho de haber expresado un sentimiento que ambos hermanos de seguro celebraron escuchar.
Cuando llegó al Capitán oferente al lugar donde se encontraban los hermanos Reyes, con asombro vimos al tío Aquiles ceñirse el sombrero de Capitán de la Tarde.
Fue un momento de júbilo inolvidable.

Pasado el tiempo le pregunté como fue que tomó esa decisión.
"Al verlos a ustedes, tan jóvenes y tan guapos, me emocioné; sentí una opresión en el corazón y decidí regalarles esa alegría. No me equivoqué, hacer la fiesta fue uno de los acontecimientos más inolvidables y hermosos de mi vida".
Y ciertamente de todos quienes admiramos su prestancia señorial y su amor a su familia y a Cajatambo.

Otro acontecimiento más reciente tuvo lugar el 3.11.2018 cuando la descendencia Reyes de Cajatambo se reunió para celebrar la sangre que nos une y su historia.
En ese trance, durante las reuniones de coordinación previas, no hubo hogar más hospitalario que el de Aquiles y Ethel.
Fue ocasión, entre otras, para que el patriarca de la familia fuese visitado por sus primas y primos, además de numerosos sobrinos.
Uno de aquellos día incluso al hacer el brindis de bienvenida dijo: "Me da gusto verlos y mucho más tener aquí al culpable de que fuera Capitán de la Tarde".

Nos apena tu partida inolvidable tío pero de igual modo nos enorgullece tu existencia.
Adiós Aquiles, honor y gloria a tu memoria.



martes, 17 de julio de 2018

SETENTA AÑOS DE AMOR




Después de noventa y dos años de existencia el médico Carlos Rivera falleció el 12 de julio de 2018
La noche anterior, Elisa, su esposa, había presentido su partida.
Interrumpiendo su descanso, de pronto, lo había nombrado con ímpetu y ternura.
Hortensia, su hija, la escuchó con no menos ternura y sorpresa.
Sin embargo, de la sorpresa Hoti paso al asombro cuando -al otro día- oyó decir a su madre: "Que tristeza ¡"
Para entonces Carlos, su amado compañero, descansaba ya en paz.
Entonces a Hoti no le cupo duda alguna de que su madre, no obstante no ser informada aun, no ignoraba la extrema consternación que conmovía a su familia.
Setenta años antes se habían conocido.
Coincidieron en Lima.
Ella de Cajatambo y él de Chota.
Carlos era policia, pero el lugar donde se encontraron fue el hospital Dos de Mayo.
El motivo que los reunió fue una celebración de cachimbos ingresantes a la facultad de medicina.
Uno de los cuales era el apuesto policía que quedó prendado de Elisa apenas verla.
"Recién llegada del mundo", como diría Vallejo en uno de sus poemas.
Con todo, se trató de una comparecencia casual.
De manera que tan pronto concluyó la fiesta se perdieron de vista.
Elisa partió rumbo a Cajatambo para estar junto a su madre, cuyo nombre, dicho sea de paso, compartía.
Por su parte, Carlos debió lidiar enseguida con el arduo dilema de seguir siendo policía o estudiante.
Optó por ser ambas cosas.
En conclusión, el destino del guardia civil que permanecía más horas en las aulas de San Marcos que en las dependencias policiales no fue otro que el de ser sancionado.
Su castigo consistió en ir a cumplir funciones en una provincia -desconocida para él- de la sierra de Lima.
Cajatambo ignoto. Cajatambo remoto.
Eran tiempos en que aparecer en las calles de Cajatambo demandaba recorrer varias leguas de camino.
Cabalgando una mula de la guardia civil Carlos hizo su ingreso por primera vez.
Una vez instalado, Víctor Reyes Ballardo fue su primer y más cercano amigo.
Por eso mismo, fue Víctor quien lo invitó cierto día a degustar de una pachamanca en la afueras del pueblo.
Así llegó Carlos a Huamanaca.
Y así Elisa, rozagante y perpleja, lo vió reaparecer a Carlos nada menos que en Huamanaca.
Aquel día, fascinado por aquel venturoso designio, Carlos vislumbro con certeza absoluta la ruta de su porvenir.
También ella, que duda cabe, debió sentir lo mismo ante aquel guiño mágico de la vida.
En 1997 llegué un día a Huamanaca.
Enterado de que se encontraban en el fundo ganadero (que a la postre heredó Elisa), fui a verlos entusiasmado.
Tenía la impresión de que podía tratarse de sus últimas visitas juntos.
No me equivoqué.
La cornisa nevada del Wakshash resplandeciendo con el sol de la mañana era un escenario no menos cautivante que la historia de sus vidas.
Complacido por la visita del sobrino, a la sombra rumorosa y aromosa de los eucaliptos, Carlos me invitó a compartir su mesa.
Era la hora del desayuno.
Pero sobre todo, entre risas y bocados de un suculento bisteck (preparado por Elisa), de buena gana, me invitó a compartir su historia.
Una historia que yo sospechaba única y memorable.


jueves, 25 de enero de 2018

JARA TARPUY








"Chaquilapa, japallá, charamurgó...¿entiendes?". Sonríe y responde: "He llegado caminando solo". Y así fue, durante la hora y medía que anduve desde Astobamba hasta Utcas, ni un solo vehículo me dió alcance.
Enseguida Nicol Osorio mira el horizonte y con emoción exclama: "¡Un condor!". Pero no son uno sino varios los que pasan. La comitiva mira aquel desfile aéreo con naturalidad. Me doy cuenta entonces que he ingresado a un territorio en verdad mágico.
"Ali, ali charamurguyni, jara tarpuy rirgunaypa", me dice al verme llegar al pueblo la amable -a pesar de su nombre felino- abuela Leona, matriarca del clan de uno de los dos mayordomos oferentes de la siembra de maíz 2018.
La comunidad campesina de Utcas, cada año repite el rito inmemorial de sembrar el producto supremo de su historia: el Qori jara. El incomparable grano de oro que ha superado airoso los retos del clima y el tiempo.
Presididos por dos mayordomos que portan un estandarte y una imagen, la comitiva se compone de cuatro cantoras que entonan en quechua remotos tributos a la tierra y cuatro danzantes provistos de sendas takllas (que fue el principal instrumento de labranza del incario).

Luciendo poncho, chalina y sombrero, el pequeño y barbado Rukorico es llevado -en brazos de los mayordomos- del templo del pueblo hasta los campos de cultivo.
Este jueves 18.1.2018, como cada jueves de cada año, los comuneros en pleno emprenden el siembrio del producto más representativo de su pasado, presente y futuro. No por nada se trata del más aromoso y sabroso maíz orgánico del Perú.
Un maíz que aun en tiempos del Urash Jirca (el pueblo antiguo que las autoridades virreinales obligaron abandonar) debió tener no menos gloria y fama.
Sin embargo, al igual que el quechua y el maíz, el pueblo utcano, reserva un día para hacer del pasado lo más presente de su presente. Un día en el que, entre danzas y cantos, se abre una puerta para ver y vivir lo que fue el Perú autónomo, anterior al de la presencia europea.
No se trata de una simulación, ni de una nostálgica representación, por una sencilla razón: por qué el maíz que produce el pueblo utcano y la forma en que lo hace no tiene parangon ni comparación. Es tradición y es continuidad, es costumbre y es devoción, es reverencia ritual y a la vez tecnología productiva.
Por todo eso, mientras haya una mujer o un hombre dispuesto a llevarse un grano de maíz a la boca (aun a pesar de la ingesta desmedida en los estómagos peruanos de arroz forastero) el maíz que cultiva la comunidad de Utcas -que nació no para ser el más abundante sino el mejor- mantendrá siempre el imperio soberano de su aroma y sabor.




viernes, 27 de octubre de 2017

HUGO ALVA OSORIO





Justo el día en que se inaugura la décima versión de Mistura 2017 muere el creador del mejor alfajor de la Región Lima.
Un producto innovador de pastelería que, valgan verdades, resulta mejor que una miloja y superior a un alfajor.
Hace medio siglo fue creado el que sería mas preciso llamar, por eso mismo, Milfor.
"Adictivo", lo llamó impresionado Wil Laime, un librero ayacuchano afincado en Huacho.
De igual modo, un empresario huachano, Felix Verde, orgulloso de ofrecerlo retiró un día la docena de unidades para servirla en una bandeja.



Luego que sus deslumbrados invitados se enteraban que provenía de Cajatambo, Felix mostraba las vistosas cajas plastificadas.
Creador y productor de tan magnifico producto, Hugo Alva Osorio (padre del alcalde de Cajatambo) ha muerto en Lima.
Frente a la imagen de María Magdalena en la capilla del Centro Juventud Cajatambo parte un hombre que hizo, literalmente, historia con sus manos.
En el cementerio Campo Fe de Huachipa descansaran sus restos, pero el sabor de su legado perdurará en la tierra que lo vió nacer.

martes, 22 de agosto de 2017

ECOLOGÍA y TRADICIÓN

Literalmente, se trata de salvar vidas. Miles de pequeños pinos plantados en los cerros de Lascamayo (en la parte alta del valle Supe-Ambar).
Diseminados, a cada tres metros, entre el pasto seco y la maleza de las laderas -aunque todavía no sean visibles- existen. Existen y mueren de sed.
Por eso, aun a riesgo de resbalar (circunstancia de la que da cuenta -en mi caso- una herida en la rodilla) y hasta de rodar, estamos aquí, en la pendiente enmarañada de Pince.
Ulina, Saúl, Chami y yo, portando un par de galoneras, desde la mañana hasta la tarde, hemos vertido cinco litros de agua a cada hoyo donde reverdece un tierno plantón de pino radiata o pátula. Para participar de este casi secreto empeño viajé de Huacho a Lascamayo. Aunque antes debí recalar, en el día final de celebración en tributo a la Mamashona (Virgen de la Asunción) el 17.8.2017, en Ambar.
Puesto que toda festividad lo es también, al margen de los programas, por los reencuentros que procura, comparecer antes las hermanas Mayo Cifuentes, Rosa Lecaros y Gladys Gavedia, fue mas que un motivo de reunión un acto de jubilosa comunión en el curso de unas horas sonoras, al ritmo de dos bandas de viento.

De igual modo, con no menos sorpresa, volví a coincidir con Oyvind Wesseltoft y su grupo noruego en el primer día de recorrido de la ruta ecuestre Caral-Kotosh (que juntos comenzamos en 2008).
A pesar de las objeciones y recusaciones de Toña y Lucila,  siento que haber llegado a Ambar en brazos de mi madre me vuelve tan ambarino que si hubiese nacido allí. Y por eso mismo, me congratula por igual, haber contribuido a este vínculo turístico entre Ambar y Cajatambo.

Incluso al momento mismo en que proso este recuento, sentado en un extremo de la huerta que cultivó mi madre, entre plantas de alcachofas, se mecen las ramas de los eucaliptos mientras las aguas de riego discurren no menos alegres y bulliciosas. Bulliciosas y alegres, bajo un cielo despejado y un sol que reverbera.
Extraño a mi madre y recuerdo a mis abuelos; todos provenientes de Cajatambo (que nos legaron, ubicado entre dos ríos, este vistoso fundo en Ambar). Pese a todo, por encima de la nostalgia y del pesar, puede más la gratitud. La certeza de tener a mi madre aquí,  no menos  presente que el sombrero que usó y que beso con emoción cada mañana.
Justo cuando tenia previsto viajar a Huacho, las palabras de Ulina -al final de la jornada forestal- han diferido mi retorno: "César, mañana voy a marcar mi ganado, ven a mi casa".
Profea Laureano León, Ulina, nació en Uramaza (Cajatambo). Llegó a Ambar, junto a sus padres y hermanos, siendo niña. Se trató en definitiva -salvo ocasionales visitas anuales al pueblo del que partieron- de una mudanza sin retorno.  
"Ojala nunca nos maldigan: por nosotros dejaron su pueblo", escuché afligirse un día a mi madre. No era para menos: mi abuelo Augusto (padre de mi madre) los trajo para hacerse cargo de la estancia en Torrejirka.
Tan categórico resulta que la familia Laureano León llegó para quedarse, que doña Benita (madre de Ulina) y dos de sus hijas reposan en el cementerio de Ambar. Por si fuera poco, hasta don Basilio Laureano Atachagua (padre de Ulina y tío del director de la principal banda de viento de Cajatambo) tiene su propio nicho.
Apenas llego a Gantuyoj (el poblado que surgió  en 1997 alrededor de una escuela) celebro ver -como desmintiendo las angustias de mi madre- el patio escolar repleto de reses. Asimismo, habida cuenta que Ulina ha adoptado el credo evangélico, en lugar de licor, para asentar la comida, bebo una deliciosa chicha  de jora. Sabrosa jara asua que guarda un sabor remoto y entrañable.

 

jueves, 8 de junio de 2017

TU NOMBRE ESCRITO SOBRE LA NIEVE



Jamás lo olvidaré. Al llegar a la cima rocosa del cerro Huamancalle -que divide los distritos de Ambar y Gorgor- detuve el caballo, (en realidad, se trataba de una hermosa yegua alazán que me había transportado hasta Cajatambo). Volvía a Lascamayo y fue allí, de regreso hacía Ambar, a casi cinco mil metros de altura, cuando la aparición de una flor silvestre sobre un manto blanco de nieve detuvo mi marcha y capturó mi atención. Deslumbrado por su esplendorosa presencia descabalgué para contemplarla.
Durante un eterno minuto, flor y viajero, nos miramos. Conmovido, antes de reanudar mi camino, con todo el fuego de mi corazón, escribí sobre la nieve: "María, te amo". Enseguida volví a la montura y me alejé para siempre. Pasó el tiempo, pero jamás olvidé el hallazgo de aquella flor solitaria. Tan presente estuvo en mi memoria que un día, veinte años mas tarde, volví a escribir, sobre un papel no menos blanco que la nieve: "Tu nombre escrito sobre la nieve, arde todavía".




viernes, 2 de junio de 2017

PAULA y JESSY



Al enfermar y ver sumirse en estado de coma profundo a su hija, desesperada, la escritora chilena Isabel Allende escribió un libro que comienza con estas palabras: "Escucha, Paula, voy a contarte una historia, para que cuando despiertes no estes tan perdida". Al final Paula murió sin poder leer el libro más perturbador y conmovedor escrito por su madre:https://docs.google.com/…/d/0Bx9KOHwsQMLgQjF5RWlWWUJsX…/edit
Una pareja de profesores en Cajatambo, Brizeida Hijar y Edwin Chavarria, por su parte, de la manera más repentina, debieron confrontar la extrema angustia de la escritora, cuando Jessy, la mayor de sus hijas, cayó en estado de coma. Fue entonces que en tal trance, instado por su propio padre, escribí un poema dedicado a recordar su historia:http://albumdepalabras.blogspot.pe/2016/12/el-retorno.HTML
 
 


sábado, 27 de mayo de 2017

CAPITANÍA DE LA TARDE

 


"Procesos y visitas de idolatrías. Cajatambo, siglo XVII", del antropólogo francés  Pierre Duviols, constituye, sin duda, el referente documental y bibliográfico fundamental de la historia pre republicana del antiguo partido (denominación colonial de provincia) de Cajatambo. 
Con casi un millar de páginas se trata de una compilación, rigurosa y profusa, de documentos coloniales redactados por religiosos cristianos; convertidos en guardianes y a la vez en peregrinos, encargados de promover y custodiar la conversión de mis remotos paisanos.
En ella, entre otras cosas, se prueba y se demuestra que pese al tiempo transcurrido, el legado incaico no solo perduraba a través de la vigencia predominante del quechua sino también en la fe de sus descendientes. Una practica  que hizo manifiesto aquel conflicto soterrado se reflejó en el hecho de que los finados enterrados -por imposición de los religiosos- en los alrededores de los templos del pueblo eran por la noches exhumados y desaparecidos por sus familiares, para trasladarlos a los machay (cuevas) de los cerros que rodean Cajatambo.
Con todo, pese a la tensión y reticencia, la cría de ganados ovinos y vacunos, se alternó con la cría de llamas y alpacas. Del mismo modo, la domesticación de caballos y burros contribuyó a consolidar la capacidad de transporte de autóctonos y forasteros. En igual forma, junto a la flauta y el tambor, se incorporó el bagaje sonoro del arpa y el violín, para expresar un mismo sentimiento. Así se forjó el Cajatambo andino y a la vez hispano.
Así también surgieron fiestas que al tiempo que conmemoraban a santas y santos cristianos no era menos cierto que implícitamente (expresado en quechua) rendían loa a sus nunca extintas creencias primigenias. Tanto que no es exagerado suponer que las hojas de coca resultan -aún en la actualidad- símbolos no menos reverentes que la hostia consagrada en las ceremonias religiosas cristianas. Incluso, no es especulativo decir, que un mate de Parí  (la comida emblemática del pueblo cajatambino, compuesta por ingredientes de origen tanto andino como hispano) más que un sabor contiene una esencia, que traduce un sentimiento y una fe. Por eso, en lo que no pasa de ser -a la vista-  una exótica comida servida en mate con una piedra candente al centro, para una cajatambina o un cajatambino constituye un exquisita y sensible manifestación sagrada.
De suerte que lo que para otros es una frugal ingestión se transmuta en un acto de culto y comunión. En un rito sagrado. En un tributo a una historia que sigue siempre presente.
Pueblo de ayllus, convertido en pueblo de molde urbano hispano por imposición virreinal (fines de siglo XVI) Cajatambo devino en el pueblo de María Magdalena. Así nació el Cajatambo comunero y ganadero. El Cajatambo agrícola y quechua, junto con el Cajatambo ecuestre y hispano. Ambos, sin embargo, unidos por una misma fe y un mismo sentimiento de gratitud a la tierra que los vió nacer. Un sentimiento que hasta tiene una precisa expresión ancestral: Taytansi mamansinoj markansi kuyansi (Como a nuestro padre o a nuetra madre se quiere a nuestra tierra).
De todas, sin embrago, sin desmedro de otras mas antiguas y oriundas,  ninguna resulta mas visible y representativa manifestación de la armoniosa convivencia de la herencia  andina y la herencia hispana en Cajatambo que la incorporación, en el siglo XX, de la fiesta taurina de la Capitanía de la Tarde.
 
Establecida a dupla durante las fiestas patronales, cada 30 y 31 del mes de Julio, se realizan las corridas de toros cuyos oferentes, previo ágape colectivo de Parí, son el Capitán (ó, en tiempos, más recientes) la Capitana de la Tarde.
Uno de los testimonios impresos mas acuciosos del origen de la Capitanía de la Tarde, es -en la bibliográfica raigal-  un pequeño libro titulado "Cajatambo, sus fiestas y costumbres", escrito, antes de partir hacia la Argentina y al más allá, por  Guillermo Rivera Huacho.
Angustiado acaso por ver que la ausencia se uniera con el olvido, durante su prolongada permanencia en Huacho, el odontólogo cajatambino decidió consignar sus recuerdos y  acoger otros en un texto que permitiera vislumbrar un tiempo pasado que, con toda razón, juzgó justo perennizar. Viajó a Cajatambo en busca de versiones que complementaran la suya, pero apenas al llegar -al ver la construcción del Centro Cívico- quedó impactado por la destrucción de la arquitectura de su nostalgia. A pesar de esos pesares, insuflado de orgullo y resignación, logró plasmar su propósito en un impreso que tiene la forma de un libro y contiene el apasionado rigor de un testamento. 
Según los testimonios orales de los patriarcas a los que recurrió el autor todos coinciden en que las corridas de toros se iniciaron a comienzos del siglo XX como una adición a las celebraciones comunales. Fueron los crianderos no comuneros los que en 1916 organizan la inaugural tarde taurina de los comisarios. Y puesto que todo ganadero que se precie de serlo es también un chalán (testimonio de Melecio Salazar) el ingreso del Comisario Mayor comenzó a caballo.
 
Pero la revelación más significativa de las pesquisas de Guillermo Rivera acontece cuando logra entrevistarse con el primer Capitán de la Tarde que incorporó la presencia de las Damas (que el autor llama Manolas) durante las fiestas patronales de 1937: Víctor Reyes Ballardo. Desde entonces, junto al sombrero ornado, la banda bordada y estandarte, la presencia de las Damas distingue y encarna la prestancia de las celebraciones taurinas del pueblo cajatambino en tributo de Santa María Magdalena.
Las protagonistas de aquella jornada pionera de innovación  y emoción festiva en Cajatambo fueron dos jóvenes, Agustina Quinteros Ballardo y Delia Barboza Fuentes Rivera, cuya gracia y belleza -más allá de sus ausencias- se prolonga año a año en cada celebración, con otros nombres y otros rostros. En cuanto a su origen y significado, fue un sacerdote español, de añeja estirpe sevillana y genuina pasión taurina (habitual concurrente de las celebraciones que organiza la comunidad cajatambina en Huacho), quién describió y definió de manera precisa la presencia de las Damas: "¡Pero hombre, si son las bailaoras del Flamenco!".  
Las fiestas taurinas de Cajatambo del siglo XXI son muy distintas a la del siglo XX. Pese a todo, existe algo absolutamente inalterable: el sabor incólume del Parí  junto con la prestancia coreográfica de la Capitanía de la Tarde. Tanto así que aún mas que la corrida propiamente lo identifica, caracteriza y distingue.
 

 
 
 

jueves, 25 de mayo de 2017

VEINTICINCO FAMILIAS


 
 
En años en que la población andina del Perú constituía el 65 por ciento de un país secularmente rural y quechuahablante, ocurrió en Cajatambo un episodio del que tuve referencia  por parte de mi memoriosa abuelita Digna. Un episodio de desarraigo, de desamparo y también de esperanza. Incluso para corroborar su versión sostuvo que su misma cuñada, esposa de su hermano mayor, era protagonista de aquella historia: "Ella es de Ututo". 
Por coincidencia, en la página cien del libro "Costumbres, cuentos y tradiciones de Cajatambo" de los esposos Matilde Reyes y Celso Ballardo comparezco ante la misma historia. Una historia que aun cuando es historia no merece ser ignorada ni olvidada, pues en definitiva no se trata de otra cosa que de una historia de amor. De amor a un pueblo.    
 
 
Allá por los años de 1930, la hacienda Ututo propiedad de don Francisco Minaya, ubicado dentro de la jurisdicción de la provincia de Oyón, cambió de propietario, el nuevo dueño hizo un despido masivo a la totalidad de su personal.
Esa gente al verse sin trabajo, en un comienzo, pensaron en emigrar a la costa, para acomodarse en alguna hacienda del valle de Huaura, pero por temor al paludismo desistieron de hacer esa aventura, después pensaron en salir hacia Cerro de Pasco a trabajar en los asientos mineros pero al encontrar algunos inconvenientes se desanimaron. Al final se resolvieron y optaron por trasladarse en masa a Cajatambo, tuvieron fe ciega de que ese lugar podría ser la tierra prometida donde les iba ir bien; y no se equivocaron, porque tenían buenas referencias de que en esa ciudad había una familia acaudalada de apellido Reyes, dueña de varias haciendas que podría recibirlos como personal en cualquiera de ellas. Con esa seguridad, en caravana, emprendieron una caminata larga de 60 km por el camino incaico de los Andes, desde Ututo. Veinticinco familias, que en total pasaban de cien personas con todos sus hijos, entraron a Cajatambo por toda la calle central ofreciendo un espectáculo impresionante hasta llegar a la casa de don Teófilo Reyes Quinteros para ofrecerle sus servicios. El referido señor Reyes, llevado por la gran sensibilidad humana que lo caracterizaba, aceptó darles posada a todos. De inmediato hizo instalar varias carpas en su corralón, que era un traspatio amplio de su residencia, que daba a la plaza de Armas. Para afrontar la alimentación de tantos huéspedes mandó preparar los alimentos en grandes pailas y al día siguiente don Teófilo, después de un diálogo con los ututinos, aceptó darles trabajo a todos, de acuerdo a sus aptitudes, en sus diferentes haciendas. La mayor parte se fue para la hacienda ganadera de Pumarinri, Shiri, Puajcancha, Cóndor y Pucapampa. Otros que eran afectos a la agricultura se fueron a las haciendas agrícolas de Mani, Huamanaca y Cunán. De esa manera varios apellidos que no eran conocidos se incorporaron  al ambiente de Cajatambo   y con el transcurso del tiempo fueron acomodándose en diferentes sitios según sus conveniencias pero ya no volvieron más a su lugar de origen.  
 
 
Elisa Ballardo Fuentes Rivera y Teófilo Reyes Quinteros


lunes, 22 de mayo de 2017

LUZMILA y ROBERTO




1944 EN 2013. Apenas abro la puerta lo reconozco: Roberto Vizurraga. Agudo, efusivo y, sobre todo, riguroso, con absoluta franqueza me responde cuando indago como empezó la historia que lo condujo a casarse con la prima de mi padre: "La verdad, ella era mucho lote para mí". Hija mayor de David Reyes Ballardo, ella, Luzmila, se crió con sus abuelos paternos como una hija más. Recién cuando,siendo niña aun, partió rumbo a Lima, su papá y su mamá, Teófilo y Elisa, le dijeron que no lo eran.
David (segundo de der. a izq.) con sus padres y hermanos

Los conocía por referencia y fotos, pero ahora tenerlos en mi sala me enternece. Al ver y escuchar a Roberto, tan vital y tan lúcido, pondero su entereza. "Yo soy un lechugón de 84 años", dice complacido, sin duda, de lo que ha vivido y no menos de lo que recuerda.
Ella, Luzmila Reyes Rodríguez, sonríe al escucharnos. Pero de pronto, cuando me oye decir que un día extraje de los archivos del Congreso las intervenciones de su bisabuelo, se conmueve y me abraza.
Enseguida, hablamos de Cajatambo, de su celebración principal: "Yo salí de dama en 1944, cuando tenía dieciséis años. Vine de Lima porque mi tío Jorge Ballardo, que era Capitán de la Tarde y a quién yo quería mucho, me lo pidió" "Y ¿cuántas damas eran entonces?" "Dos. La otra dama con quién salí fue Josefina Quinteros".
Luego de verlos partir, con no menos gratitud que al recibirlos, vuelvo al archivo virtual para seguirlos viendo. Entre todas, encuentro una foto de Luzmila sonriendo que me deslumbra y me demuestra por qué Roberto es un hombre perpetuamente feliz.




viernes, 12 de mayo de 2017

ARAYCO



"A nombre de mi familia y de mi pueblo, Cajatambo, quiero rendir homenaje a una persona de la que tuve el privilegio de merecer las consideraciones mas afectuosas y de igual modo a la personalidad pública que, de manera inequívoca y por derecho propio, forma parte de la historia de su pueblo". Con estas palabras previas -apenas llegado de Huacho- el 11.5.2017 di lectura de este poema ante el cuerpo yaciente de quien fuera en 1985  la primera autoridad edil de la recién creada provincia de Oyón: Adelina Barletti de Vizurraga.

Hermosa sobre un hermoso caballo,
quienes la vieron, no olvidan que era habitual
verla cabalgar por las calles de la antigua
villa minera de Oyón.


Venía de Arayco.
Arayco ganadero. Arayco pétreo. Arayco solar.
Arayco, refugio insobornable de Adelina y Adolfo.
Inolvidable Arayco.

Dulce flor, risueña amazona, madre, esposa,
cabello al viento Adelina volvía.

El tiempo pasa, la vida termina,
los recuerdos quedan, las palabras consuelan,
pero nada de lo que te cuenten sobre caballos
podrá ser tan hermoso como ver a Adelina
volver de Arayco a Oyón.




lunes, 8 de mayo de 2017

LATERO y CHAMUCHO




La guitarra llegó de Europa. En barcos a vela vino de España. Se hizo criolla lo mismo que andina; ayacuchana, arequipeña, ancashina, pero no menos cajatambina.
Ruta de tránsito entre pueblos litorales y rugosos confines serranos y aun amazónicos, Cajatambo devino en encrucijada de viajeros y voces. Pueblo de acordes intensos y vibrantes. Guitarras, mandolinas, bandurrias, violines y arpas convergen en pasajeras moradas que consagran la marcha de su canto fugaz.
Sin embargo, es recién a mediados del siglo pasado cuando las canciones que se entonan en las  serenatas al pie de los balcones y en las huaylashadas callejeras que toman otros rumbos. Cuando,  reproducidos y difundidos en discos de carbón, comienzan a comercializarse lejos del pueblo que evocan. Se trata -conforme lo especifica los apuntes inéditos de Uberdino Salazar Cabanillas que obra en mis archivos- de grabaciones realizadas en la casa discográfica MAG en Lima. Interpretaciones que perennizan los acordes y voces del "Conjunto Cajatambino" dirigido por Teófilo Gonzáles Jiménez y Emiliano Reyes Gamarra. Grupo pionero y fundacional,  integrado además por Aníbal Fuentes Rivera (guitarra), Víctor Gonzáles Castillo (guitarra), José del Carmen Gonzáles Pumajulca (guitarra) y Buenaventura Celada, con el violín.
Teófilo González Jiménez y Emiliano Reyes Gamarra, fueron músicos y también fueron hermanos. Entrañables gaugichas  jaraneros, unidos por la vida y por una pasión común: la música. O simplemente, Latero y Chamucho, virtuosos ejecutantes de la mandolina y la guitarra. Protagonistas y forjadores del sonoro andar del canto cajatambino.
Precisamente, uno de sus principales y primigenios cultores, Teófilo Gonzáles Jiménez, fallece en Lima el 6 de octubre de 1970. Con su desaparición culmina la trayectoria vital de un hombre que fue dos hombres a la vez: el luchador social que dió surgimiento en 1915 al primer sindicato de trabajadores de Huacho y a la vez el inspirado autor de memorables composiciones. Por su parte, Emiliano Reyes Gamarra, alternó su dedicación a la música con las labores de secretario de la municipalidad provincial de Cajatambo.



A finales del siglo XIX, cuando Cajatambo pertenecía al departamento de Ancash, nace Teófilo Gonzáles Jiménez el 6 de febrero de 1890. Emiliano a su vez, huérfano de madre a poco de nacer, es adoptado por la madre del Teófilo. De esta manera, hermanados por la vida y por la música, pronto el silencio de las noches de aquel Cajatambo de techos de roja teja y oscuro ichu, se quebraría con los melodiosos acordes de la a de Latero y la guitarra de su hermano Chamucho
En 1921, en casa de una tía conoce Teófilo a una joven proveniente de Oyón, Inés Castillo Médico, de la que queda prendado apenas verla. Motivado por aquel sentimiento emprende nuevas  canciones y una nueva etapa en su vida: se casa con Inés y se establece en Cajatambo, después de retornar de un periplo que lo condujo a morar por temporadas en Huacho y en Lima.
En 1838, más que por voluntad propia, debido a una afección cardíaca se ve obligado a abandonar la tierra de sus amores. Al irse, parte con su familia y su hijo José del Carmen (fruto de su relación con Mauricia Pumajulca, hija de una familia comunera de Tambo).
Apenas llegado a Huacho, acaso para morigerar el ineludible desarraigo, forma el "Conjunto Cajatambino", integrado por Emilio Requejo (guitarra), Eladio Quinteros (guitarra), Hortencio Escobedo (arpa), en las cuerdas; Inés Castillo de Gonzáles, Cristanta Arredondo de Herbozo y Maura Altamirano, en las voces.
En 1950 Inés y Teófilo realizan su última y definitiva mudanza con destino a Lima.
Pero es en Huacho, futura capital regional, en donde por primera vez a través de las ondas de Radio Record que se propala la música de Cajatambo, vía el programa "La hora folclórica". Para la concreción de aquel hito mediático intervino, nada menos, uno de los artífices de la radiodifusión regional y nacional, que inicio su labor comunicacional en Huacho: Juan Ramírez Lazo. Asimismo fue él quien autorizó la emisión de un programa de música cajatambina y andina a cargo de quien fuera en sus tiempos mozos aguerrido líder anarquista en Huacho y  músico de Cajatambo durante toda su existencia: Teófilo Gonzáles Jiménez. El virtuoso Latero que más canciones dedicó a la tierra en que nació y amó.
Emiliano Reyes junto con su hermano David en una reunión del Centro Juventud  Cajatambo
(segunda fila, cuarto y quinto, de der. a izq.) 1965



PAJARILLO MENSAJERO

Soy pajarillo mensajero
que de lejos he venido
ha pegarme una jarana
con las bellas cajatambinas

Cajatambina la flor de mayo
que diferente te encuentro
se comprende que tus amantes
no te han tenido el cariño mío

Si con venir te he ofendido
paisanita adorada
busca otro quien te quiera
que yo buscaré la mía

Jukta kuyarpish
jukta huayllurpish
mana wambra gongashgaysu




miércoles, 3 de mayo de 2017

EL PELUQUERO DE LA CALLE BOLIVAR



 
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A mediados de la segunda década del siglo pasado, en una primorosa callecita empedrada del centro urbano de Huacho, abrió sus puertas una peluquería. Una sencilla peluquería de barrio. Una peluquería, con todo, que no escapa incluso a la atención del mismo alcalde de la ciudad. Una peluquería que perdura en la posteridad. Una peluquería, la única, en donde rodaban cabellos y brotaban ideas. Una peluquería, en fin, con un lugar en la ciudad y otro en la historia.
Una peluquería a la que Juan C. Bákula, a la sazón alcalde de Huacho -conforme lo consigna el libro "Luchas sociales en el Perú. Huacho 1916-1917" de Filomeno Zubieta- menciona en agosto de 1916 en carta dirigida al Director de Gobierno poniendo particular énfasis en que "un grupo anarquista se ha establecido en la ciudad y fundado un centro de agitación proletaria que lleva el nombre de `Sindicato de Oficios Varios` y tiene su local en la calle Bolívar, en el establecimiento de peluquería de uno de sus principales afiliados o delegados del Comité Central de Lima".
Por su parte, el autor del libro mencionado precisa: "Todo indica que la labor proselitista ácrata se vió impulsada con la llegada en 1914 de don Teófilo Gonzáles, peluquero ligado a los anarcosindicalistas de Lima". Asimismo, agrega que "en contacto con el sastre Florentino Malásquez  y el intelectual y educador popular don  Aurelio C. Guerrero despliegan acciones que culminaran con la fundación del `Sindicato de Oficios Varios` primera organización de corte anarcosindicalista de Huacho que agrupó a los artesanos: peluqueros, sastres, etc. Este sindicato fundado en 1915 tuvo como primer secretario a don Teófilo Gonzáles".
En la recensión final que sumariza su trayectoria pondera además que Gonzáles "participó activamente en la organización de los jornaleros de La Campiña. Impulsó la conmemoración clasista del Día del Proletariado, 1 de Mayo. Uno de los impulsores y orientadores de la huelga de los jornaleros de 1916, intervino en las negociaciones iniciales hasta su encarcelamiento. Fue constantemente hostilizado por la gendarmería y los grupos de poder, los parroquianos que deseaban ocupar sus servicios corrían igual suerte".

En  conclusión, a tenor de lo citado y documentado, se infiere y colige, que en absoluto resulta exagerado afirmar que el peluquero de la calle Bolívar, Teófilo González Jiménez (natural de Cajatambo) es el líder indiscutible del primer sindicato de la historia de Huacho y a la vez propulsor de la huelga de jornaleros que por primera vez en el Perú planteó el reconocimiento de la jornada de ocho horas de trabajo.
Empero, no menos innegable -a cien años de las épicas jornadas que promovió y lideró- es que, ni en Huacho ni en Cajatambo, se encuentre todavía una calle o plaza que lo recuerde. Sin embargo, que duda cabe, no menos inequívoco es, por eso mismo, el lugar preminente que merece en la historia de Huacho y de Cajatambo.  
 
Teófilo Gonzáles Jiménez (1890-1970)


sábado, 29 de abril de 2017

MACHI



Cuando Cajatambo aun pertenecía al departamento de Ancash,
antes del final de la Primera Guerra Mundial,
vino al mundo Marcelina Rivera Porlles un 26 de abril de 1916.
Hija de Juan Fuentes Rivera, natural de Oyón, y Liboria Porlles,
natural de Cajatambo, la niña Machi se hizo adolescente,
madre y esposa -sucesivamente- en la tierra que la vió nacer.
Docente en sus inicios, pero ante todo mujer tenaz y audaz 
se liberó de la rutina escolar
para, enseguida, regentar el restaurante
más concurrido de la ciudad y el hospedaje más acogedor.
De igual modo producir quesos y manjares,
cultivar hortalizas y tubérculos variados
y ofertar finos ponchos confeccionados con lana de vicuña.

Esposa abnegada, madre amorosa, comerciante rural exitosa;
sin embargo, por amor a su familia, muy a su pesar,
bajo el magnánimo mandato de velar por el porvenir de su prole,
un 13 de febrero de 1964 debió abandonar
el pueblo al que dio vida con su laborioso pundonor.
Sintió de seguro aquel día inexorable morir al partir,
pero acaso también comprendió que así es
y así  tiene que ser la vida: una sucesión de vidas.
Una agonía. Una resignación. Y también una resurrección.
Partió con destino a Huacho, llevándose -que duda cabe- en su mente,
en su corazón y en sus manos a Cajatambo.
Cajatambo inolvidable. Inolvidable Cajatambo.
Eterno Cajatambo como el amor de Machi.



viernes, 28 de abril de 2017

EL ADIÓS







Al llegar la mañana un repentino retortijón la despertó a gritos. Era víspera del Día de la Mujer y era el cáncer en su face mas inexorable. "Ahora sí, prepárense", alcanzó a decirnos, resignada y serena. Enseguida pidió reposar en la cama de su mamá (entonces de 99 años). Tendida en posición fetal -como cuando era niñita- esperó la llegada de la ambulancia. En esa circunstancia, me arrodillé, besé su mano y le agradecí el privilegio de ser su hijo.
Durante el transcurso de la tarde, cuando ingresé a la sala de emergencia una técnica de enfermería lloraba mientras la cuidaba. Sus lágrimas me conmovieron. Cuando me dirigí al médico, me previno que el evento se produciría por la noche. Exactamente a las 9.45 del 7.3.2011 el corazón que mas intensamente había palpitado por mi desde que nací cesó de latir.
Siempre nos dijo que moriría por la misma causa que su padre. Al leer la partida de defunción de mi abuelo corroboré sus palabras: oncología gástrica.
Seis años después, la conmemoración de su partida me halla en Lascamayo (en el fundo que heredó de sus padres). Me acompañan su recuerdo y el último sombrero que usó (un warmi suku cajatambino de cinta negra). También los eucaliptos que sembró y el rumor del río que siempre oyó. En definitiva, hoy más que nunca, a pesar de la nostalgia (o acaso por eso mismo), bajo un sol radiante, descubro que la vida me alumbra y hasta me deslumbra.

martes, 25 de abril de 2017

EN EL NOMBRE DEL PADRE






Fundador de "La Cajatambina" (la marca mas representativa de derivado lácteo de la tierra que lo vió nacer). 
Hijo de Apolonia Camacho y José del Carmen Reyes.
Sobrino de Apolonio, Guido y Pedro Yanac (los legendarios montañistas que conquistaron el Huascarán y el Aconcagua).
Rolando Reyes Camacho, mi padre, está en su día kanan junag. 



Precisamente hoy 25 de abril. Letrado mes en que -como para rendir tributo a la tierra que nos enseño a amar- he tenido la grata emoción de revisar la versión preliminar del libro del cual soy coautor. Y que por si fuera poco, se trata de un libro dedicado a Cajatambo. Libro que será presentado mañana 26 en Huacho, en la sede del Centro Regional Cajatambo.
Quienes tienen el generoso hábito de frecuentar mis textos no ignoran que soy un hombre que escribe para describir. Un hombre cautivado por las aventuras de la memoria y las montañas de su tierra: aquel encanto llamado Cordillera Huayhuash. 
Izco y Pumarinri, la ruta por donde por generaciones -al igual que mi padre- anduvieron los Reyes de Cajatambo, y, que duda cabe, seguirán andando.



Nevado Puscanturpa. Cordillera Huayhuash. Cajatambo.

HUACHO y CAJATAMBO

Huacho


Remoto pueblo de agricultores y pescadores, hoy boyante capital regional, Huacho conserva aun las piedras de su fundación (Bandurria) pero ha olvidado el idioma de sus constructores.
Por otra parte, en las gloriosas y trágicas jornadas de lucha social (que perennizaron los nombres de Irene Salvador y Manuela Chaflojo) en el siglo XX su principal propulsor fue un peluquero, no huachano, de la calle Bolivar.
Incluso el restaurante mas representativo de Huacho, ubicado en la campiña, lleva el nombre de un fundo que se encuentra en Cajatambo.
Y es que el antiguo idioma que hablaron los constructores de Bandurria, es el quechua que perdura en la voz y memoria del pueblo cajatambino.
No menos significativo, aunque ninguna calle o plaza de Huacho lo recuerde, es saber que Teófilo Gonzales Jiménez, cajatambino residente en La Capital de la Hospitalidad, fue quien inspiró y orientó la rebelión de 1916-17

Finalmente, la celebración festiva mas vistosa y elegante que exhibe Huacho cada año durante las fiestas patrias se debe a la comunidad cajatambina, de manera tal que Huacho ha recuperado algo que alguna vez tuvo: una celebración que la una, la reúna y la represente.
Es ese el Huacho que el domingo 23.4.2017, en el marco de la reunión previa a la celebración de las fiestas patronales de la comunidad cajatambina, tuve la gratitud de compartir con Lizbet y Bianca Susanibar, dos mujeres hermosa y genuinamente huachanas, que degustaron sendos mates de Pari (compuesto por cinco tipos de carne) para luego, al acorde de guitarras y mandolinas, bailar jubilosas no pocas canciones entonadas en el mismo quechua que alguna vez se habló también en Huacho.


Cajatambo

lunes, 16 de enero de 2017

ADIÓS CACHORRO


Siempre al frente: Luis Castañeda Castillo (1963-2017)











Una tarde de febrero de 2013, mientras recorría por la carretera el kilómetro que separa Astobamba de Cajatambo, justo antes de cruzar el puente de Shapil, escuché el sonido de un tambor. Enseguida pensé en Ambar y sus tinyas ganaderas. Era tarde de lluvia y carnavales.
Impulsado por mis recuerdos, sentí curiosidad por ver como era la costumbre de la marcación en Cajatambo.
Cuando asomé al corral, no fue poca sorpresa reconocer entre el grupo que chapoteaba y cantaba sobre el barro a mi primo Luis Castañeda Castillo (a quién sus amigos de toda la vida llamaron Cachorro).
Alumno del colegio "Paulino Fuentes Castro", policía y ganadero, Lucho fue un Cajatambino que optó por hacer empresa en la tierra que lo vió nacer. Fue así como a través de la asociación de ganaderos, de la que fuera socio fundador, Cajatambo vió el primer queso pasteurizado de su historia.
Emocionado por la coincidencia -y semejanza con los rodeos de mi infancia- abrazados con Lucho, recuerdo haber cantado, al compás de las guitarras y del tambor, mientras nos dirigíamos rumbo al pueblo por la carretera cubierta de charcos. Fue tanta mi emoción que hasta lloré por el solo gusto de estar allí y poder seguir siendo, más allá de la nostalgia y las ausencias, siempre cajatambino.
Durante las celebraciones de Corpus Cristi de 2016, Teófilo Reyes me dijo un día: "Primo, el Cachorro está en su santo, vamos a visitarlo". Cuando llegamos a su casa en Antay encontramos, nada menos, que a la orquesta del barrio de Tambo. Y allí estaban "Los super brillantes del Ande" y su contratante, Henry Gil Beteta, acompañando a Lucho Castañeda, a sus amigos y a su familia, en su día. Y como no podía ser de otra manera, ebrio de gratitud y afecto, Lucho brindó y bailó.
Un súbito y trágico accidente ocurrido el 14.1.2017 en Cajatambo ha puesto termino, a los 53 años, a la existencia de Lucho; el amable y risueño primo cuyo mayor logro de prosperidad fue la de ser feliz en Cajatambo. Y definitivamente que lo fue. Es ese nuestro consuelo, pero del mismo modo, el mayor de los pesares.