miércoles, 29 de noviembre de 2017

HISTORIA DE AMOR

Plaza de Carhuamayo


A mediados de 2008, de regreso de Huánuco hacía Lima, de pronto una tarde me vi recorriendo las calles de Carhuamayo.
Ebrio de nostalgia apenas desembarcar me dirigí hasta la plaza y comparecí ante una banca solitaria en donde, años antes, compartí versos, brindis y besos con una rozagante periodista del diario La República. Pero también en donde, en otra ocasión (siendo asesor en el Congreso de la República) tuve la inolvidable deferencia cívica de izar la bandera de mi patria.
Aterido de frío, mientras la tarde sucumbía, me vi sin verme y me despedí de mi mismo.
Sentí gracia por mi propia existencia, pero más por vivirla otra vez. En el presente y en el recuerdo.
Volvía de Huánuco y cuando a las cinco de la tarde me despedí de los dos noruegos con los que compartí el viaje, y la visita a Kotosh, mi primera impresión fue la caminar dentro de un refrigerador.
Después de cenar, habida cuenta que esta vez -con no menos regocijo- venía por amor, por amor la Historia, me trasladé hacía Junín.
Me hospedé en un confortable hotel próximo a la plaza.
Tenía previsto visitar la pampa de Chacamarca, es decir, el escenario donde el 6.8.1824 el general Bolívar dirigió la Batalla de Junín.
Me dijeron que entre la ciudad y la pampa média una distancia de siete kilómetros. Supe también que siguiendo la vía del tren era posible llegar. Decidí entonces caminar. 
Paso a paso, aspirando el aire de la mañana y saboreando el dulce rumor de la memoria, en un par de horas de grato andar, comparecí ante la Historia.


  
Fui el primer y único visitante del día. 
Embargado por una sensación de trascendencia y reverencia pasé horas de horas recorriendo el campo de batalla.
Todo lo vi. Todo lo toqué.
Nunca como aquel día comprendí que el dominio del pasado y el uso de la memoria, más que un entendimiento era un sentimiento. Un generoso prodigio que vuelve presente lo pasado.
Una ocasión. Una constatación. Una convicción.
Una única historia de amor.
Finalmente, al partir, no olvido el diálogo de despedida con la encargada de la agencia del bus: "Hermosa su tierra, pero mucho frío". "Aquí no se viene solo. Si vuelve, tiene que venir acompañado"


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