sábado, 20 de octubre de 2012

LA CHICA DEL BARRIO

Víctima y victimario
Ruth Thalía Sayas (1993-2012) es una muchacha que, literalmente, ha muerto por su boca. Pues para el mototaxista (que fuera su enamorado) dos motivos fueron determinantes para convertirse en asesino: la ambición por el dinero que cobró la muchacha y el costo infamante de la manera en que lo ganó.


El detonante fue uno de aquellos episódicos programas de televisión que medra con la estupidez y lucra con la vulgaridad. De manera que Ruth Thalía más que decir la verdad debió sacrificarla para causar el efecto más rentable (en audiencia y en dinero a cobrar). Sorteó airosa la solemnidad cantinflesca de las preguntas que le hizo el inescrupuloso conductor y ganó.

García Márquez, el magnifico Gabo -cuya venerable existencia declina entre el misterio y la admiración- decía que a todos nos corresponde tres clases de vida: una vida pública, una vida privada y una vida secreta.

Ver y escuchar evacuar la más intima de sus miserias es un espectáculo que siempre persuade y resulta rentable. A ese diseño pertenece “La hora de la verdad”: ser un programa que capture la avidez colectiva y el interés de las empresas auspiciadoras. Pues si se trata de entretenerse la única opción no es solo la televisión. Pero si se trata de optar por la televisión acaso ningún espectáculo mejor que ver a una chica de barrio cualquiera -ansiosa por dejar de serlo- desnudar más que su cuerpo su propia vida.

Ruth Thalía (cuyo nombre mismo denota un reflejo mediático) fue, decidida a ganar, a hablar de su vida sin remilgos. Quiso ganar y ganó. Ingreso a un set sin imaginar que entraba a su cadalso. Y peor aun: murió ejecutada por las mismas manos cuyas caricias disfrutó. Pues él, el muchacho del que valió, más que nadie contribuyó con la exquisita mierda que el público degusto a través de sus bellos labios.

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