martes, 21 de mayo de 2013

RUMBO A LA MURALLA CHINA


Nacido en Caraz. Criado y educado en su niñez y adolescencia en San Juan de Lurigancho. Transplantado en su juventud al departamento de sus abuelos paternos (originarios de Uripa) Miguel Oswaldo Huacre Mendez encarna aquel lugar común -no tan común- de que el que la sigue la consigue. A condición de tener siempre presente que el verdadero viaje es una aventura del espíritu.


En uno de los tantos programas televisivos -de permanente abrupto final- que condujera César Hildebrandt, cierto día ví aparecer entre sus entrevistados a un niño que vivía en un cerro de Huascar. Impactado por su presencia sentí consternación de solo verlo y oírlo, pero también algún consuelo al saber que compartíamos el mismo distrito: San Juan de Lurigancho. Por entonces, a invitación del conductor de un noticiero radial, cada domingo caminaba unas cuadras desde mi casa hasta la cabina de Radio Fenix. De manera que el programa posterior a su aparición mis primeras palabras fueron: "No es candidato a ninguna elección, y sin embargo, más que ningún otro habitante de este vasto distrito, a despertado el interés del periodista más influyente del país". Al concluir mi comentario en la puerta de la cabina vi asomarse un hombrecito de mirada medrosa. El operador de la mesa de control precisó entonces: "Él es su papá". Así, a la semana siguiente, conocí a Miguel Huacre Méndez y le obsequié alguno de mis artículos publicados en el diario El Sol.
Meses después, junto a sus padres y abuelos, recibí la grata sorpresa de ver a Miguelito (como le decían en aquel tiempo) recibir el reconocimiento de la Unicef en el auditorio de la Universidad de Lima. Un niño pobre premiado por ayudar a otros niños mucho más pobres, resultó impecable y a la vez implacable. Al día siguiente, al concluir el programa habitual, y habiéndolo tenido como invitado exclusivo, el desconcierto superó a la emoción cuando cogiendo la placa que le habían conferido le oí decir: "Le doy gracias a Dios de haberlo conocido". Eran tan sinceras sus palabras que hasta las lágrimas acudieron ante ellas. 
Pasó el tiempo y llegó el día en que Miguel cumplió 18 años y para mi sorpresa, otra vez, me eligió para ser su padrino. Así también, gracias a aquella circunstancia, conocí a Nivia, la madrina, que, por desgracia, pocos años después de aquel día falleció.
En el 2006, junto con sus padres, Miguel partió rumbo a Abancay. Ingresó a laborar como
empleado del gobierno regional y al mismo tiempo comenzó a estudiar en la filial regional de la Universidad Alas Peruanas.
En el 2013, seleccionado entre los lideres jóvenes más destacados de América del Sur, por algunos días (entre el 26 de Mayo y el 7 de Junio), Miguel hubo de ausentarse de su entrañable Abancay para viajar a un encuentro internacional, y a la vez generacional, patrocinado por el gobierno de la República Popular China.
Puesto que para mi madre fue un nieto más, estas evocaciones estarían incompletas sin sus palabras: "Ese muchacho, te acordarás, va a ser como tu hijo... Hasta más que tu hijo".

Premunido de aquel precedente (poco frecuente aun en la trayectoria de connotados políticos nacionales), no fue ninguna sorpresa que Miguel a su retorno convocara la adhesión de jóvenes apurimeños que, alborozados y decididos, anunciaron y respaldaron su postulación al mando del gobierno regional de Apurimac en las elecciones municipales y regionales 2014. No ganó, pero  en su caso, se trata apenas de una prórroga  antes que de una derrota;  de un comienzo antes que una espera.



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