lunes, 10 de marzo de 2014

LUIS FABIO XAMMAR



EL PERÚ, aquel país que surgió de la sucesión y extinción de la más importante civilización de América. El Perú, aquel país que surgió entre el mar y los llanos candentes, entre valles y cerros, entre ríos pasmosos y enmarañada floresta. El Perú, aquel país que se forjó con voces quechua, aymara, hablas amazónicas y el castellano europeo. El Perú, aquel país que proclamó su Independencia en 1821. El Perú, aquel país desangrado y casi quebrado de fines del siglo XX. El Perú, aquel país que casi se jodió es, por increíble que parezca, el mismo país que, por obra y gracia de su gente, al arribar el siglo XXI, renació de sus cenizas para convertirse en la economía más boyante y la democracia más estable de América del Sur. Ese es el Perú, el país, que nos ha tocado heredar y habitar. Pero que como solo se aprecia el presente cuando se vuelve pasado, es evidente que recién comenzamos a darnos cuenta que en verdad nos ha tocado vivir un nuevo amanecer. El sueño soñado, y casi siempre postergado, por tantas generaciones ausentes y precedentes.
Camino al Bicentenario de su Independencia, el Perú está conformado por 195 provincias y 25 jurisdicciones regionalizadas. También pronto alcanzará a tener 30 millones de habitantes (de los cuales, la tercera parte vive en una sola ciudad: Lima). En total, junto con la ciudad capital, son más de 20 millones de personas que, a lo largo de ciudades diseminadas entre el arenal, ocupan su área geográfica más reducida, la Costa, que no supera el 10 por ciento de su territorio.
Una de aquellas ciudades litorales, situada a 150 km al norte de Lima es Huacho. Con alrededor de 150 mil habitantes Huacho es capital de la Región Lima Provincias y ostenta además la generosa fama de ser la ciudad más hospitalaria del Perú. Acaso por eso mismo Huacho se halla en un proceso de crecimiento y expansión imparable y constante. Y es que Huacho, en su condición de capital de la provincia de Huaura, ocupa el cuarto lugar en el ranking de poblaciones con más alto Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Perú establecido por la ONU.
Por tanto, Huacho constituye el eje gravitante de la actividad económica, comercial, financiera, productiva, educativa y cultural de la Región Lima Provincias. Pero además, la misma Historia la respalda: en Huaura nació el gobierno independiente en 1821 y en Huacho hace cinco milenios surgió Bandurria, uno de los primeros pueblos pesqueros de la historia del Perú.
Por todas estas razones, en 1947, en una modesta vivienda próxima al mar, comenzó a funcionar el colegio “Luis Fabio Xammar”. Pero más que un colegio aquel centro escolar devino pronto en un espacio de inclusión y democratización del saber. Fue el primer colegio creado por el Estado en la ciudad, y por eso mismo, pronto, debió ser el primero. Y de hecho que lo fue y lo seguirá siendo.
Pero el nombre que le fue conferido era tributario del hombre al que rendía honor y memoria: Luis Fabio Xammar Jurado, literato y docente, trágicamente fallecido, a los treinta y cinco años, en las montañas de Antioquia en 1947. Así nació el Xammar, en homenaje a un maestro. Un maestro que a través de un colegio sigue cubierto de gloria.
Luego de peregrinar en sedes impropias y precarias, cuando por fin parecía haber alcanzado el status merecido, el terremoto de 1966, dejó en escombros el local recién edificado. En 1977 se inauguró el local que lo relevó hasta el año 2010. De manera que aun cuando, igual que quienes lo conforman, el Xammar rodara por los suelos más de una vez, jamás sucumbió. Por eso, porque el colegio “Luis Fabio Xammar” forma parte de la historia de Huacho es que la población entera, con incredulidad y sorpresa,  en medio de una ostentosa y angurrienta polución de colegios privados, recibió la noticia de que el más viejo colegio estatal de la provincia de Huaura tendría un nuevo local y una nueva categoría.
Convertida en colegio emblemático y dotado de la infraestructura más espaciosa, completa y confortable que ningún otro centro escolar (público o privado) de la Región Lima Provincias ostenta, es el mismo colegio, y lo seguirá siendo, que aquel lunes 10.3.2014 estrenó, una vez más, nuevo local, con no menor regocijo que en 1947, cuando en una callecita empedrada, un local improvisado abrió sus fatigadas puertas, para recibir a los hijos de un pueblo pundonoroso, seguro de alcanzar la estatura de sus sueños y la edad de su esperanza.

APENAS DESPERTÉ el 10.3.2014 recordé a Lizbet. Madre, graduada en turismo, ex alumna del “Luis Fabio Xammar” debía aquel día –como lo hiciera alguna vez su madre con ella- llevar a su hija al colegio. Consideré que no podía haber más grata sorpresa para volver. De manera que, luego de ir por ellas, juntos arribamos al reluciente y vasto local, donde todo además de novedoso resulta portentoso.
Con certeza, aquella categórica imponencia debió ser el motivo predominante para que muchas familias en Huacho decidieran que era hora de rescindir su confianza en los colegios privados y matricular enseguida a sus hijas y a sus hijos en el “Luis Fabio Xammar”.
Alta y buenamoza, cuando le pregunto que es para ella el Xammar, Lizbet me dice que es la institución a la que más le debe en la vida y a la que más agradece: “Además de estudiar y formar parte de la escolta, aquí aprendí el básquet hasta jugar por la selección del colegio, también aprendí a bailar la marinera y a tocar la mandolina; que son las cosas que más he disfrutado hacer en mi vida”.
Y cuando le pregunto que comporta aquél día inicial y especial, me responde de inmediato: “Lo más hermoso: que mi hija me devuelva al Xammar y que yo se lo entregue”.
Por mi parte, no puedo quejarme: cuando en el 2004 presidí las celebraciones por las Bodas de Plata de mi promoción solo lamenté no tener en mi galería sentimental una xammarina a quien amar. Modosita, con la naricita empinada y un ceñido pantalón que denota una apariencia que aun deslumbra, rodeada por marchitos cuerpos desbordantes, la miro y la remiro. No puedo quejarme. Emocionado, solo repito para mi mismo las letras de aquel himno inolvidable e interminable: “Juventud xammarina adelante”.

LA PRIMERA semana de mayo de 2004, después de veinticinco años de concluir mi paso por el colegio “Luis Fabio Xammar” de Huacho, volví a comparecer ante un grupo numeroso de la promoción 1979. Pues se trató de un reencuentro y celebración en conjunto con integrantes de distintas aulas. Convocados por el entusiasta empeño del abogado y oficial EP Guillermo Nuñez, gracias a su iniciativa, me correspondió presidir la ceremonia y pronunciar el discurso respectivo.
Cantar el himno del colegio en un círculo fraternal de 160 brazos entrelazados constituyó sin duda la emoción suprema. Volver a ver gordos a quienes partieron siendo flacos y volver a ver calvos a quienes partieron irreverentes y melenudos, ya de por sí, le añadía a tan excepcional circunstancia una gracia adicional.
Después de una obligada diáspora de un par de años de espera, en 1977 nos tocó ser los primeros ocupantes del local recién construido por el gobierno militar. Pero en aquel retorno, más que la infraestructura lo que más nos impactó, hasta alcanzar ribetes de estremecimiento colectivo, fue la arquitectura corporal de una rutilante y bella profesora de religión de apellido italiano, nariz aristocrática y formidable cadera.
“No hay mejor humorista que el tiempo”, decía con sabía ironía Armando Villanueva del Campo. En verdad, aunque siempre lo repetí, no lo comprendí hasta que un  día de fines de 2013, en una esquina de la avenida 28 de Julio, una repentina y brutal aparición me obligó a cotejar el tesoro de mi memoria escolar con la espectral visión que tenía delante de mis ojos: una magra mujer, depredada y arrugada.
Detrás de la luna del automóvil, trasmutado en fugaz visor del tiempo, conmovido, muy a mi pesar, no tuve más remedio que reconocer que aquel repentino espectro no era otro que quien un día fuera la bellísima profesora Bonicelli. Al verla, sentí furia y sentí pena. Ella, felizmente, ignorante de mis tribulaciones, esperó apenas unos segundos con la mirada fija en el semáforo para desvanecerse enseguida tan raudamente como había aparecido.
Sin embargo, veinticinco años después de haber salido de sus aulas, pese a la participación protagónica que me tocó asumir –reitero- al concluir las celebraciones por las Bodas de Plata de la promoción 1979, sentí la íntima frustración de no hallar alguna ex alumna con quien resucitar mí pasión adolescente. Con todo, cuando, y donde, menos lo preví, zambullido entre documentos históricos sobre la presencia del Ejército Libertador en Huaura, un día conocí a Lizbet Varillas Susanibar (promoción 1988). Y fue así como, de la mano de Lizbet volví al Xammar. 








1 comentario:

  1. Muy buena narracion. Me trae muchos recuerdos anteriores a los de Ud. Soy de la promocion "Bodas de plata" 1972
    Edgar Acuna, Mayaguez, Puerto Rico

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