domingo, 12 de abril de 2015

DOS AMIGOS, UN RECUERDO



Era 1987, y aun cuando la conducción económica del país terminara en estrepitosa calamidad, el gobierno del joven presidente Garcia hizo algo que los jóvenes de entonces no podemos recordar sin gratitud : dispuso la organización de la Semana Internacional de Cultura Latinoamerica (SICLA).
Escritores, pintores, músicos, y hasta historiadores, de todos los confines llegaron a Lima para dar a la ciudad, y al país, oportunidad de verlos y escucharlos. Por cierto, el festín lo fue, ante todo, de las chicas y muchachos con vocación y ambición (total: es lo mismo) artística y cultural. Fue mi caso.
Nacido en Cajatambo, educado en Huacho, en 1987 era un muchacho orgulloso de pertenecer a San Marcos y a la vez desasosegado por anhelar algo que ni la mas importante universidad del Perú habría de procurar: escribir como quisiera escribir. De manera que asistir al SICLA fue para mi una ocasión memorable para ver y escuchar a quienes había, previamente, leído. Pero sobre todo, era oportunidad para ver y escuchar a quienes se habían atrevido hacer lo que aun a mi me costaba asumir y afrontar: mi destino literario.
Demas esta decir que pase la semana entera viendo y escuchando a quienes conocía por sus libros (y de igual modo a quienes recién descubría). 
De esos días inolvidables recuerdo una foto (que gracias a la diligencia de mi amigo, de aula y lecturas, Miguel Pizarro), me tome junto a Eduardo Galeano, el celebre autor de "Las venas abiertas de America Latina". Una foto, mejor todavía, que nunca vi. De igual modo guardo viva memoria de la voz boliviana mas talentosa que, enfundada en una minifalda negra lucia -además de su canto- sus hermosas extremidades. Compartiendo el mismo ascensor, halagador, el funcionario que la escoltaba le decía: "Canta usted muy hermoso". A lo que no pude dejar de agregar: "Y tambien encanta". Por su parte, Emma Junaro escucho y sonrió y con una voz no menos bella que su canto dijo: "Muchas gracias". 
Sin embargo, mi gratitud mas entrañable proviene de mi trato con un critico de arte de Argentina y un pintor de Bolivia. Ocurre que un día de lectura conjunta, en una mesa en la que también se hallaba Galeano, alguien de inconfundible tono argentino dijo enfático: "Yo estoy aquí por Vallejo, por Vallejo que enorgullece al Peru y a nuestro idioma". Impactado y emocionado, al concluir el recital, no dude en acercarme para expresar mi gratitud. Entonces, Raul Santana, me miro y me dijo: "Y vos, escribis?". "Si", confesé abrumado y a la vez halagado. "Veni, vamos a tomar una cerveza".
Nunca, entre tantos brindis y la incesante humareda de los puros que fumaba el poeta y critico, como aquella semana, vi y escuche tal despliegue de decir tanto y en tan pocos días. Recuerdos de vivencias, y sobre todo, recuerdos de lecturas alimentaron nuestras conversaciones. Poetas ingleses y franceses, evocados y recitados en sus respectivos idiomas, comparecieron día a día. "Carajo -me dije para mi mismo- esto es ser un hombre culto".
Y como no podía ser de otra manera un día termine llevándole mis propios poemas. Al día siguiente, de la manera mas casual, y hasta casi incidental escuche estas intrigantes palabras: "Me han gustado tus poemas, mucho mas que las de tu admirado Cisneros". Saberlo me entusiasmo, pero también me fregó. Además agrego: "Sabes que mi primera hija se llama Trilce y que su madre es norteamericana". Entonces comprendí porque dijo lo que dijo durante el recital.
No obstante, eran dos mis interlocutores. Pero el otro casi no hablaba. Con todo, su elocuencia estaba en su silencio. De vez en cuando se limitaba a narrar divertidas anécdotas como aquella en que una muchacha le dice arrepentida a su progenitora: "Perdóname madre por ser una hija de puta".
Durante la cena de despedida, por deferencia de ambos, compartí mesa y cena. Incluso vuelve a mi memoria que, en un momento, al volver de los servicios encontré la mesa vacía hasta que una voz me nombro y rescato: "Cesar, veni para aca". Y allí en la mesa vecina junto al critico de arte y el pintor se encontraba además, para mi sorpresa, la guapa ministra de salud de entonces y su marido, a quien había correspondido presidir el encuentro.
El día de la partida de los invitados extranjeros los acompañe en el carro asignado para conducirlos hasta el aeropuerto. Llegada la hora de partir, ambos me abrazaron como si se despidieran de ellos mismos (de lo que alguna vez fueron). Jamas olvidare el brillo afectuoso de los ojos de Gil Imana ni tampoco las palabras de Raul Santana: "Nunca olvides que publicar es también parte de crear".
Es esa pues la historia que precede la existencia de "Primavera en llamas" que saldrá a la luz el año venturo. Y por tanto, dicho lo dicho y escrito lo escrito, no me queda mas que decir: Gracias Maestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario