viernes, 24 de abril de 2015

MARINERA EN PARIS

Entre el rio Sena y la torre Eiffel
 
Lo que queda cuando nada queda y lo que se conoce antes de conocer. De todas, aquel par de expresiones, definen a mi parecer -mejor que ninguna otra- lo que debemos entender, y experimentar, por cultura.
Recorrer lugares, acumular saber y descubrir personas; es decir, viajando, leyendo y conversando, una mujer o un hombre cualquiera puede ostentar las herramientas mas eficaces para sacarle el jugo a la vida. Pues el dinero propiamente, usado a la bruta, no es mas que el tamiz de la vulgaridad.
Recuerdo a Manuel Moreyra (un abogado peruano que devino en el mas reputado y versado analista económico del Perú) orgulloso y feliz de haber hecho posible una compilación de musica colonial en la que invirtió 60 mil dolares (para apenas recuperar 20 mil). Orgulloso y feliz de tener mas que la posibilidad, la sensibilidad y la determinación para compartir aquel legado.
No existe para contemplar la belleza de una mujer -aseguran los entendidos: es decir todos, o casi todos- instante mas supremo que la de verla bailar. Y por eso mismo, ninguna ocasión mas propicia para saludar por su día a quien viajo de Lima hacia París no solo para despertar el día de su santo en la Ciudad Luz (después de haber asistido a la puesta en escena de "La flauta mágica" de Mozart) sino también para bailar el mas vistoso baile del Perú.


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