jueves, 25 de mayo de 2017

VEINTICINCO FAMILIAS


 
 
En años en que la población andina del Perú constituía el 65 por ciento de un país secularmente rural y quechuahablante, ocurrió en Cajatambo un episodio del que tuve referencia  por parte de mi memoriosa abuelita Digna. Un episodio de desarraigo, de desamparo y también de esperanza. Incluso para corroborar su versión sostuvo que su misma cuñada, esposa de su hermano mayor, era protagonista de aquella historia: "Ella es de Ututo". 
Por coincidencia, en la página cien del libro "Costumbres, cuentos y tradiciones de Cajatambo" de los esposos Matilde Reyes y Celso Ballardo comparezco ante la misma historia. Una historia que aun cuando es historia no merece ser ignorada ni olvidada, pues en definitiva no se trata de otra cosa que de una historia de amor. De amor a un pueblo.    
 
 
Allá por los años de 1930, la hacienda Ututo propiedad de don Francisco Minaya, ubicado dentro de la jurisdicción de la provincia de Oyón, cambió de propietario, el nuevo dueño hizo un despido masivo a la totalidad de su personal.
Esa gente al verse sin trabajo, en un comienzo, pensaron en emigrar a la costa, para acomodarse en alguna hacienda del valle de Huaura, pero por temor al paludismo desistieron de hacer esa aventura, después pensaron en salir hacia Cerro de Pasco a trabajar en los asientos mineros pero al encontrar algunos inconvenientes se desanimaron. Al final se resolvieron y optaron por trasladarse en masa a Cajatambo, tuvieron fe ciega de que ese lugar podría ser la tierra prometida donde les iba ir bien; y no se equivocaron, porque tenían buenas referencias de que en esa ciudad había una familia acaudalada de apellido Reyes, dueña de varias haciendas que podría recibirlos como personal en cualquiera de ellas. Con esa seguridad, en caravana, emprendieron una caminata larga de 60 km por el camino incaico de los Andes, desde Ututo. Veinticinco familias, que en total pasaban de cien personas con todos sus hijos, entraron a Cajatambo por toda la calle central ofreciendo un espectáculo impresionante hasta llegar a la casa de don Teófilo Reyes Quinteros para ofrecerle sus servicios. El referido señor Reyes, llevado por la gran sensibilidad humana que lo caracterizaba, aceptó darles posada a todos. De inmediato hizo instalar varias carpas en su corralón, que era un traspatio amplio de su residencia, que daba a la plaza de Armas. Para afrontar la alimentación de tantos huéspedes mandó preparar los alimentos en grandes pailas y al día siguiente don Teófilo, después de un diálogo con los ututinos, aceptó darles trabajo a todos, de acuerdo a sus aptitudes, en sus diferentes haciendas. La mayor parte se fue para la hacienda ganadera de Pumarinri, Shiri, Puajcancha, Cóndor y Pucapampa. Otros que eran afectos a la agricultura se fueron a las haciendas agrícolas de Mani, Huamanaca y Cunán. De esa manera varios apellidos que no eran conocidos se incorporaron  al ambiente de Cajatambo   y con el transcurso del tiempo fueron acomodándose en diferentes sitios según sus conveniencias pero ya no volvieron más a su lugar de origen.  
 
 
Elisa Ballardo Fuentes Rivera y Teófilo Reyes Quinteros


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