viernes, 28 de abril de 2017

EL ADIÓS







Al llegar la mañana un repentino retortijón la despertó a gritos. Era víspera del Día de la Mujer y era el cáncer en su face mas inexorable. "Ahora sí, prepárense", alcanzó a decirnos, resignada y serena. Enseguida pidió reposar en la cama de su mamá (entonces de 99 años). Tendida en posición fetal -como cuando era niñita- esperó la llegada de la ambulancia. En esa circunstancia, me arrodillé, besé su mano y le agradecí el privilegio de ser su hijo.
Durante el transcurso de la tarde, cuando ingresé a la sala de emergencia una técnica de enfermería lloraba mientras la cuidaba. Sus lágrimas me conmovieron. Cuando me dirigí al médico, me previno que el evento se produciría por la noche. Exactamente a las 9.45 del 7.3.2011 el corazón que mas intensamente había palpitado por mi desde que nací cesó de latir.
Siempre nos dijo que moriría por la misma causa que su padre. Al leer la partida de defunción de mi abuelo corroboré sus palabras: oncología gástrica.
Seis años después, la conmemoración de su partida me halla en Lascamayo (en el fundo que heredó de sus padres). Me acompañan su recuerdo y el último sombrero que usó (un warmi suku cajatambino de cinta negra). También los eucaliptos que sembró y el rumor del río que siempre oyó. En definitiva, hoy más que nunca, a pesar de la nostalgia (o acaso por eso mismo), bajo un sol radiante, descubro que la vida me alumbra y hasta me deslumbra.

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