Huacho, siglo XX |
Cuando decidí por primera vez fatigar mi ocio entre los más de ochenta voluminosos tomos alineados en un estante de la vetusta biblioteca de la municipalidad distrital de Huaura, imaginé que solo hallaría entre sus páginas documentos exhaustivos y soporíferos, prolijos y prescindibles. En fin, sagrados textos de la historia de la Independencia, reunidos para consulta más que para la lectura.
Sin embargo, con no poca sorpresa y harto regocijo, descubrí entre sus
páginas párrafos memorables y enjundiosos, que contradecían mi impresión previa
y por el contrario alentaban mi travesía. Viajero inmóvil, sentado sobre una
silla de plástico y con los tomos elegidos apoyados sobre la baranda del jardín
del Museo de Huaura, durante meses viví un frenesí que creí mezquino no
compartir alguna vez.
En particular cuando, además de partes y proclamas, en los tomos que
guardan las memorias de los viajeros y de los combatientes, aparecen presencias
entrañables que cautivan ser miradas con
los ojos de la imaginación.
Es lo que ocurre al leer las evocaciones escritas por William Bennet
Stevenson, el marino ingles que es al mismo tiempo cronista, etnólogo, sociólogo, pero ante
todo, un hombre convencido de que escribir es la única forma de volver a vivir
lo vivido. De trascender lo vivido. (Y aun lo escrito: pues leer es revivir lo
que a otros les tocó vivir).
Bennet en 1825 permaneció una temporada en Huacho. Su testimonio además de agudeza y rigor muestra
gratitud y pasión; un conocimiento que no solo nace de la observación sino del
corazón. Y acaso por eso mismo constituye uno de los mayores monumentos
imaginarios en homenaje a Huacho, a su gente y a su historia.
Las ciudades no envejecen, solo cambian. Huacho, siglo XXI. |
UBICACIÓN Y POBLACIÓN: “A catorce
leguas de Chancay se encuentra la villa india de Huacho. Está situada en un ameno
valle regado por el río Huaura que nace en la provincia de Cajatambo y en su
curso al mar riega más de treinta mil acres de tierra. La villa contiene cerca
de cuatro mil habitantes, todos indios; tiene una gran iglesia parroquial y
tres pequeñas capillas, aparte de una capilla de descanso en Luriama, donde la
misa se celebra todos los domingos y días feriados”.
AGRICULTURA: “Para la opinión general de los indios, ninguna tierra es mantenida en mejor condición ni se le presta más atención en cuanto a la cosecha, que generalmente consiste en trigo, maíz, frijoles, camotes, yuca, zapallo, papas y muchas clases de legumbres. Hay abundancia de árboles frutales, el producto de los cuales es a menudo llevado a Lima. Los setos en su totalidad son casi compuestos de aquellos árboles como la naranja, la lima, la guayaba, el pacae, la palta, etc. En algunos lugares se observan las viñas y la granadilla, arrastrándose, buscando soporte para sus delgadas ramas, como si fueran incapaces de soportar el peso de la fruta que están destinadas a engendrar”.
GASTRONOMÍA: “Con el maíz se
hacen también tamales, quitándole la cascara; esta operación se hace poniendo
una cantidad de cenizas de leña en el agua, con el maíz, exponiéndolo al fuego
hasta que hierve y lavando el grano en agua corriente de manera que la cascara
se separa inmediatamente del grano, el cual es después convertido en una pasta,
moliéndolo sobre una piedra grande un poco hundida en el centro, llamado batán. El moledor o mano es curvado de
un lado y movido empujando hacia abajo los extremos alternadamente. He sido lo
más detallado al describir este rudimentario molino, porque fue utilizado
indudablemente por los antiguos peruanos y han sido encontrados enterrados con
ellos en sus huacas; y porque puede servir a un curioso investigador para comparar las costumbres de estas
gentes con la de otras naciones.
Después que la pasta hecha de
maíz hervido es sazonado con sal y ají, se le añade una porción de manteca. Una
cantidad de esta pasta es luego colocada en una sección de hoja de plátano, con
un poco de carne dentro de ella, después de lo cual se le enrolla en la hoja y
hace hervir por varias horas. Esta clase de preparado se llama tamal, palabra quechua, y eso me inclina
a creer que tal plato era conocido por los antiguos habitantes de este país”.
TEMPERAMENTO: “Son buenos y
hospitalarios pero su timidez y desconfianza los hace aparecer reservados y
algo hoscos”. “La ternura que estos hombres muestran en su trato con el perro
no es pequeña prueba de sensibilidad”.
AUTORIDADES: “Un alcalde indio
está tan orgulloso de su vara, insignia
del cargo, como cualquier alcalde de Inglaterra lo está de su toga, y siempre
toma cuidado de llevarla consigo para promover el respeto que se considera debe
tener en su calidad de funcionario”.
MANCO YUPANQUI: “El número de
indios que reciben las sagradas ordenes, nativos de la costa como del interior,
es una prueba convincente de que no están desprovistos de comprensión ni de
capacidad para convertirse en hombres instruidos. Algunos también se han
distinguido en la magistratura, en las audiencias de Lima, Cuzco, Chuquisaca y
Quito; entre estos estaba Manco Yupanqui, de Lima, Protector General de Indios,
a quién conocí. Era buen conocedor del latín, muy versado en las lenguas
inglesa y francesa, y considerado el mejor graduado en griego de la ciudad”.
VESTUARIO: “Los hombres de Huacho
llevan pantalones de lana azules y largos, un saco y a veces una chaqueta, un
pequeño poncho y un sombrero de paja, pero no usan ni zapatos ni medias,
excepto algunos de los hombres viejos que han sido alcaldes y que siguen
llevando zapatos adornados con una hebilla cuando van a la iglesia o a Lima.
Los alcaldes llevan usualmente una capa española larga y azul”.
“El vestido de las mujeres es una
falda de franela azul doblada en pliegues de pulgada y media de grosor, una
camisa blanca y una pieza de franela roja, verde o amarilla alrededor de dos
yardas de largo y tres cuartos de ancho; ésta la ponen sobre sus hombros como
chal y luego echan el extremo derecho sobre el hombro izquierdo cruzando el
pecho. Llevan aretes en forma de rosa o botón, siendo pasada el asa a través de
una abertura hecha en la oreja y asegurada por un pequeño tornillo pasado a
través del ojo de la horquilla. Tienen también uno o más rosarios, los cuales,
como los aretes, son de oro y penden a través de sus cuellos con largas cruces,
medallas, etc. Rara vez usan zapatos, excepto cuando van a la iglesia y a
menudo se los ponen únicamente en la puerta; no usan nunca medias”.
APARIENCIA: “El cabello, tanto el
del hombre como el de la mujer, es generalmente largo; el del hombre tiene una
trenza formada con el cabello de la frente, en la parte superior de la cabeza,
otra con el resto de atrás y ambas son amarradas en los extremos. Las mujeres
trenzan sus cabellos en numerosas y muy pequeñas trenzas pero peinan el total
del pelo de la frente para atrás”.
CREENCIAS: “Domina mucho la
superstición entre ellos; las viejas están siempre temerosas de ser
consideradas brujas y cuando una persona muere, su muerte es atribuida
generalmente a la brujería. La viuda, a menudo, mientras lamenta la muerte de
su marido, echa gran cantidad de
maldiciones contra la mujer que, según se imagina, ha echado mal de ojo sobre
él. Cuando alguien alaba a un muchacho o a un animal joven, alguna persona que
esté por allí exclamará: ‘Dios lo guarde’, para impedir que sea embrujado por
el mal de ojo”. “En cuanto a religión, están completamente atentos a todas las
formas exteriores y son estrictos en sus obligaciones para con la iglesia”.
COSTUMBRES: “Observé en Huacho
uno de los antiguos ritos de los peruanos, que era la fiesta del naca. Nunca se corta el pelo a un
muchacho hasta que no tenga un año de nacido, o más o menos un año; luego se
reúnen los amigos y uno por uno le toma un pequeño mechón y se lo corta, al
mismo tiempo que se le obsequia algo al niño”.
CELEBRACIONES: “Entre las fiestas
que los indios de Huacho celebran, la de Corpus Chistri merece ser descrita.
Aparte de las esplendidas decoraciones de la iglesia y de la esplendidez de los
indios, están los gastos de los mayordomos, alféreces y mayorales, con sus
suntuosas comidas, desde la fiesta de la octava, previstas para todas las
personas que quieran compartirlas. Consumen una enorme cantidad de su bebida
favorita, la chicha, de la cual, me han asegurado se beben mil jarras, cada una
conteniendo dieciocho galones, en cada fiesta; y no lo dudo, ya que aparte de
los nativos, acuden numerosas personas de las aldeas de los alrededores y otras
muchas vienen de Lima. En estas comidas se
sirven siempre varios platos de cuyes horneados y condimentados con
abundancia de ají. En efecto, un indio de la costa del Perú nunca deja de presentar
este picante en la fiesta, y debo hacer notar que me volví tan aficionado a él
como cualquier otro indio”.
DANZAS: “Durante la semana, la
aldea está animada con diversas comparsas de bailarines: una llamada huancos
está compuesta de ocho o diez hombres que lucen grandes coronas con
plumas de avestruz (de las llanuras de Buenos Aires) en sus cabezas; las plumas
están amarradas en un rollo de tela roja, que sostiene no menos de quinientas
largas plumas de varios colores pero particularmente el rojo. Tienen pequeños
ponchos de brocado, tejido o de satén; en sus piernas llevan envolturas de
cuero, llenas de cascabeles; sus rostros están parcialmente cubiertos por un
pañuelo rojo atado encima de sus bocas y llevan garrotes como armas, y en el
brazo izquierdo un pequeño escudo de madera. Danzan a lo largo de las calles al
sonido de flauta y tambor, manteniéndose al tono, de manera que las campanitas
de sus piernas golpeen al mismo tiempo que la flauta y el tambor.
Cuando se encuentran dos
comparsas de estos bailarines, ninguna da lugar a la otra para que pase y el
resultado es que los garrotes son usados para abrirse paso. Algunas de sus
escaramuzas producen cabezas y brazos rotos, a pesar de que son muy diestros en
evitar las arremetidas, con sus pequeños escudos. Pero ni los llamados ni las
amenazas de los jueces, que algunas veces han intervenido, pueden pacificarlos
o separarlos hasta que aparecen algunos criollos y en ese momento, como por
arte de magia, cada partida de bailarines continúa bailando impasiblemente”.
“Los criollos van por parejas,
acompañados por una flauta y un tambor. Tienen pequeños yelmos en sus cabezas,
un poncho como los huancos y una
corta falda; llevan en su mano derecha una pequeña espada de madera y en su izquierda una cantidad de flores, y
danzan en tono melancólico, mientras que la música de los huancos es mucho más alegre. Son pacíficos y su interferencia
provoca tal respeto que no se escucha ni un soplo; pero ni los llamados ni las
amenazas pueden acelerar su paso hasta el
lugar de acción.
Los chimbos van pintorescamente
vestidos; tienen coronas ornamentadas con toda la joyería que puedan prestarse;
llevan collares, aretes, brazaletes y rosarios en abundancia y cuando no pueden conseguir éstos se ponen doblones
con huecos horadados y dólares nuevos,
con los cuales se adornan. He contado cincuenta de cada clase en una corona. El
vestido es un alegre poncho con amplios pantalones moriscos y su música consiste de una o más arpas
mientras que la parte de arriba lleva un pañuelo amarrado al cuello del
ejecutante”. “Todos estos danzan frente a la procesión, que si se considera la
pequeñez del pueblo, es esplendida”.
RITO Y RELIGIOSIDAD: “Una doble hilera
de indios, los hombres a un lado y las mujeres al otro, iluminados con largos
cirios de cera, van adelante como en número de dos mil; en el centro hay niños
y niñas indios quemando maderas perfumadas en pequeños quemadores de incienso y
derramando pétalos de flores. Un rico palio con seis varas forradas de plata es cargado
por los mayordomos, alféreces y mayorales cubriendo al cura que lleva la
hostia; y la procesión es seguida con toda la música que pueda reunirse. En el
curso de la procesión, tanto como cada noche durante la octava, se queman
grandes cantidades de fuegos artificiales”.
RECURSOS NATURALES: “Alrededor de
tres leguas al sur de Huacho, se encuentran las salinas o campos de sal. Esta producción natural está
cubierta con arena y en algunos lugares los yacimientos son más gruesos que
otros; bajo la arena hay un estrato de sal sólida de ocho a doce pulgadas de
grosor. Para el propósito de extraer la sal se marca el terreno en zonas cuadradas, golpeándolas
suavemente con un hacha; se introduce luego una barra de hierro por debajo de
la sal y los cuadrados se voltean para que la sal se seque. Debajo de la sal
sólida el terreno es más bien suelto y húmedo, lo cual permite separarse a la
sal de su lecho con mucha facilidad. Después de tres años, la sal esta de nuevo
en estado de ser cortada y de esta pequeña llanura que no tiene más de cinco
millas cuadradas, se extrae suficiente sal para el consumo de la mayor parte
del Perú y Chile. Es llevada al interior a lomo de mula y distribuida a los diferentes
lugares de la costa por medio de barcos, para lo cual existe un excelente
puerto llamado de Las Salinas, a pesar de que algo va al de Huacho, que no es
tan cómodo”.
HUAURA: “A dos leguas del norte de Huacho está
la villa o pueblo de Huaura; consiste de una larga calle y tiene cerca de dos
mil habitantes, algunos de los cuales son respetables familias criollas; tiene
una iglesia parroquial, un convento de frailes franciscanos y un hospital.
Debido a esta situación del pueblo, con una extensión de altas colinas entre
ella y el mar y que se mantiene fuera de la brisa marina, el calor es muy
sofocante. A esta circunstancia se atribuye cierta enfermedad cutánea que deja
una marca azul en la piel. Es más frecuente entre los mulatos, y en aquellos negros
que son afectados por ella, la mancha es casi blanca y llamada por los nativos
“carati”.
Cerca de Huaura hay una
plantación, “El Ingenio”, antes perteneciente a los jesuitas. Aquí la caña es
triturada por cilindros puestos en movimiento por una rueda de agua, que se
dice ser la primera construida en el Perú.
A la entrada del pueblo había un
hermoso puente de ladrillos con un arco, el centro del cual tenía curentaisiete
yardas sobre el lecho del río y una bóveda de veintiséis yardas de amplitud.
Fue derribado por un terremoto el primero de diciembre de 1806, por lo que ha
sido reparado el antiguo puente de madera, que tenía antes un reducto para
guardar.
El pirata inglés Edward David
tomó Huaura y la saqueo en 1865, poniendo en picota al alcalde de la comunidad
Don Blas Carrera a quien había hecho su prisionero; esto aterrorizó tanto a los
habitantes que inmediatamente abandonaron el pueblo y no pudieron advertir el
estado de embriaguez de los marinos durante la noche, que les hubiera permitido
vengar las injurias que habían sufrido; estaban temerosos de ser capturados y
tratados de la misma manera que el alcalde. La carta de la villa fue tomada del
pueblo por el Rey, pero después restaurada.
El valle de Huaura se extiende
doce leguas hacia el este y contiene muchas haciendas y excelentes plantaciones
de caña de azúcar en donde laboran alrededor de tres mil esclavos”.
excelente artículo, me encanto. Saber esto me llena de orgullo. La narraciòn me hizo retroceder en el tiempo, cerraba los ojos y trataba de imaginarlo todo. Gracias por haberlo publicado.
ResponderEliminarMuchas gracias, en verdad tu trabajo vale mucho, infinitas gracias. Si encuentra algo sobre Carquín, me encantaría saberlo, dado que soy oriundo de Carquín.
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