Que duda cabe, aun cuando el
tamal es un producto de identidad nacional, no es menos cierto que al igual que
la salchicha (en verdad: más) los tamales que se preparan en Huacho y pueblos
circundantes son los mejor cotizados de los paladares viajeros.
En mi caso, mejor dicho: en mi casa, los tamales que prefiero son los
que prepara Enma. Pues Enma es la tamalera de Cruz Blanca. Y aunque el distrito
se llame Santa María, la capital de la campiña de Huacho es aquel antiguo ayllu
de indios que devino en un barrio: Cruz Blanca. Y es allí donde Enma aprendió a
preparar tamales con su madre, (que, a su vez, aprendió de la suya; y su
abuela, de igual modo).
Por todo eso, contar con una receta exacta y precisa de la manera en
que preparaban tamales en Huacho sus
habitantes a comienzos del siglo XIX, resulta más que revelador un privilegio que guarda el sabor del ayer. Un sabor que -me
preguntaba hace unos días- ¿sería el mismo hace dos siglos? Un sabor, el sabor
de saber, que gracias a mister William Bennet Stevenson, marino y viajero
ingles, puedo saborear y compartir:
“Con el maíz se hacen también
tamales, quitándole la cascara; esta operación se hace poniendo una cantidad de
cenizas de leña en el agua, con el maíz, exponiéndolo al fuego hasta que hierve
y lavando el grano en agua corriente de manera que la cascara se separa
inmediatamente del grano, el cual es después convertido en una pasta,
moliéndolo sobre una piedra grande un poco hundida en el centro, llamado batán. El moledor o mano es curvado de
un lado y movido empujando hacia abajo los extremos alternadamente. He sido lo
más detallado al describir este rudimentario molino, porque fue utilizado
indudablemente por los antiguos peruanos y han sido encontrados enterrados con
ellos en sus huacas; y porque puede servir a un curioso investigador para comparar las costumbres de estas
gentes con la de otras naciones.
Después que la pasta hecha de
maíz hervido es sazonado con sal y ají, se le añade una porción de manteca. Una
cantidad de esta pasta es luego colocada en una sección de hoja de plátano, con
un poco de carne dentro de ella, después de lo cual se le enrolla en la hoja y
hace hervir por varias horas. Esta clase de preparado se llama tamal, palabra quechua, y eso me inclina
a creer que tal plato era conocido por los antiguos habitantes de este país”.
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