sábado, 29 de diciembre de 2012

VIVIR Y BEBER


“No me gustan los borrachos, pero conozco a personas que después de haber bebido se vuelven interesantes, adquieren una perspicacia sensata, belleza de pensamiento, habilidad y riqueza de lenguaje que no les es inherente cuando están sobrios. Entonces soy capaz de bendecir al vino”. León Tolstoy.

“Entre los placeres puramente sensoriales que pueden pagarse con dinero, el que proporciona el vino, el placer de saborearlo y el placer de apreciarlo ocupa quizá  el grado más alto. El conocimiento del vino y la educación del paladar pueden ser fuente de grandes alegrías durante una vida entera”. Ernest Hemingway.

"El alcohol produce en nuestros sentidos una vibración que nos permite distorsionar nuestra percepción de la realidad y emprender de ella una nueva lectura. Aquello que debía ser recibido como una totalidad llega a nosotros descompuesto y podemos así tomar nota de sus elementos y establecer entre ellos un nuevo orden de prioridades. Al beber cambiamos sencillamente de lente y recibimos del mundo una imagen del mundo que tiene en todo caso la ventaja de ser distinta de la natural. En ese sentido la embriaguez es un método de conocimiento. La embriaguez moderada, es decir, aquella que nos aleja de nosotros mismos sin abandonarnos, no la borrachera, en la cual nuestra conciencia le dice adiós a nuestro comportamiento". Julio Ramón Ribeyro.

1 comentario:

  1. Recuerdo bien eso despertares después de la resaca. Recuerdo bien cómo se siente abrir los ojos solo para descubrir la cabeza ardiendo en fuego y en presión, la garganta seca, los ojos hinchados y el cuerpo hecho un nudo de dolores y movimientos torpes. Luego la falta de memoria, el inevitable arrepentimiento.

    Aparentemente la resaca es una venganza de la vida. Es el memorándum que nos hace recordar que, si logramos escapar de la realidad por un par de horas, el regreso no será gratuito. Que el mundo no desaparece si cerramos los ojos. El punto es que la vida es tan hermosa al que deberíamos respetar. Y el exceso del alcohol evita exactamente eso. Cuando el alcohol inhibe nuestro miedo, dejamos de respetar algo que de cualquier otra manera temeríamos. La vida tiene a la resaca como todo ascenso conlleva a una caída: es un arma de revancha más elegante contra los que quieren pasarse de listos.

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