martes, 30 de agosto de 2016

EL MINISTRO Y EL REPORTERO


Amigo entrañable y testigo de su consagración universal, Plinio Apuleyo Mendoza, recuerda un episodio ilustrativo sobre las peripecias juveniles que  compartió  con Gabriel García  Márquez. Un episodio revelador sobre las ufanas glorias del pasado que el tiempo transforma en anónimas miserias del presente. 

"Fuera de Colombia nadie lo conoce. Ha escrito dos o tres libros que ningún editor han interesado. Es un reportero pobre, con los dedos manchados de nicotina por la docena de cigarrillos que fuma mientras escribe. Trabaja conmigo en Prensa Latina, una agencia de noticias cubana. Nos han encargado desde La Habana que cubramos una reunión de ministros de Economía del Continente, dentro de los cuales se encuentra el propio Che Guevara. Quieren, en especial, una breve entrevista con el ministro peruano, y allí estamos,  pasada la medianoche, esperándolo en un vestíbulo del Club Militar donde tiene lugar la reunión. Los dos nos caemos de sueño. Al cabo de horas de espera, se abre la puerta del salón de sesiones  y vemos aparecer, entre otros personajes, a aquel ministro peruano, cuyo nombre he olvidado. Es un hombre alto y arrogante, de cabellos cenicientos y perfil de buitre. Gabo se aproxima para solicitarle la declaración que nos han pedido. El ministro lo aparta con un ademán de fastidio que produce todo inoportuno. 'Jóven haga el favor de dejarme tranquilo"

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