lunes, 29 de agosto de 2016

CRÓNICA DE AGOSTO


A menos de dos horas de viaje motorizado (que hace cien años eran de doce horas a caballo), a 70 km de Huacho y a 2050 metros de altura, un gran árbol que se yergue solitario enfrente del templo del pueblo, espera al visitante que llega a Ambar. Otrora ganadero (salvo en las partes altas) Ambar ha devenido en distrito eminentemente fruticola. Miles de plantas de duraznos, chirimoyas y paltas han sustituido en tres décadas los alfalfares  de otra épocas.  Y aunque por centurias perteneció a Cajatambo, en 1935 pasó Ambar a formar parte de la extinta provincia de Chancay, para, por último, ser uno de los doce distritos de la provincia de Huaura.

Después de algún tiempo, con motivo de las fiestas patronales (que se realizan cada año del 14 al 17 de agosto), he regresado en 2016. Recuerdo que la última vez que estuve por la misma fecha bailé con mi madre (en cuyos brazos llegué a Ambar) frente a la imagen de la Mamashona, al pie del gran pino.

Día 14
Mochila a la espalda me dispongo  caminar los 17 km que separan mi chacra del pueblo, es decir, de Lascamayo a Ambar. Pero justo a la altura de Paquish (en donde en 1997 un alud sepultó a doce personas) aparece el auto de Ruben fuentes Rivera (ex alcalde y comunero de Lascamayo). Conduce una pareja de que ha decidido explorar las alturas de la cuenca Supe-Ambar. Se trata de una mujer que fue negociante hace mas de dos décadas y quien lo acompaña es un profesor de la universidad estatal de Huacho. De  manera que además de recorrer sentada los lugares que recorrió a caballo, celebra sorprender a los ancianos que la ven reaparecer. Sin embargo, cuando nos cruzamos con el único (y último) chalán de Ambar, lo ignoro por completo.
Al llegar al pueblo, comenzó para mi la fiesta de los saludos y los abrazos. Después de dar cuenta de un suculento seco de cordero, enterado de la presencia de mi amigo Beto Osorio (empresario gráfico, cuya madre fue, igual que en mi caso, también de Cajatambo) terminé de huésped de su confortable casa-huerta.
A las nueve de la noche, Beto y familia se trasladaron a la entrada del pueblo para recibir a la banda de músicos. También se hizo presente Like Quinteros (ingeniero graduado en Rusia y casado con una warmi de aquellos remotos confines). Lo imprevisto sucedió cuando el nombre impreso en los instrumentos y en los uniformes de   los músicos no correspondía al del programa de la celebración.

Sin remedio, superado el desconcierto y entonada la reverencia, en pasacalle, ingresaron los 32 integrantes de la banda "Nueva Sensación de Marca" a la plaza (donde ya se encontraba otra banda) .  Así comenzó la fiesta.

Día 15
Resurrectos, Julio Rosado y Arturo Calero, además del anfitrión, recalamos en un restobar  próximo a la plaza. Entonces, aquella mañana, vi acontecer algo lo que creí impensable apreciar en Ambar en estos tiempos: dos guitarristas tocando y cantando al estilo de Cajatambo. Incluso, escuchar  una canción nunca oída, dedicada a la Mamashona entonada por su propio autor. Una hermosa canción (compuesta por Wide Mayo) que escuché con el mismo silencio con que sentí brotar mis lágrimas.  Con silencio y gratitud.
Pasado el mediodía irrumpe, de pronto, un cortejo fúnebre. Se trata del entierro de Melcho Navidad, mi amigo de infancia. Entonces, junto a sus familiares, me dirigí al cementerio para su despedida final.
Al caer la tarde, a la salida del pueblo, mientras compartía una cervezas con Tulo y otros amigos, apareció el bus que llevaba de retorno a los acompañantes  del sepélio, al verlo, de inmediato, me embarque de retorno.

Día 16
Allanado el motivo de mi venida y seguro de no encontrar ningún vehículo de retorno, salí a la trocha a caminar y disfrutar de recordar (paso a paso). Con todo, mi solitario andar solo duro hasta Arinchay, pues los 10 km restantes los recorrí conversando con Javier Azañero  (ganadero y ex alcalde) que también retornaba a la fiesta.
Durante la conversación, al hacer mención de la pareja que viajaba en el auto de Ruso,  Javier se interesa por saber si la visitante saludo al veterano chalán. Le respondo que lo ignoró  por completo. Sonríe y recuerda el apasionado romance que los unió. Tan real y evidente que hasta una hija nació. Una hija del hombre a caballo y de la mujer que al verlo, en aquel instante, ni siquiera parpadeó.
Otra vez en casa de mi amigo, repongo fuerzas con un suculento desayuno que la esposa de Beto dispone me sea servido. Enseguida, bajo un sol resplandeciente, salgo a la calle. Es la hora en que a hombros de los hombres de Ambar, al compás de la banda, el anda de la Mamashona  recorre las coloridas calles del barrio de La Asunción.  (La Asunción,  el barrio que nació entre el pedregal, donde hace medio siglo se encontraban el coso y los chiqueros del pueblo).
Concluida la procesión, puesto que no se compara entre estar en la plaza que  en casa con la banda de viento, sin duda, aquellas fueron las horas mas gratas de la celebración. "Como en nuestra tierra", había dicho Beto. Y así fue. 
Vueltos a la plaza, en la noche, otra vez, alrededor de la pileta, las bandas alternaron hasta el amanecer. Y fue junto a la pileta que pude saludar a Julia Pacheco, amiga entrañable de mi madre.
Pero también allí, en el centro de la plaza, comparecí ante la presencia de quien en mi memoria era una chiquilla mustia, modosita y delgadita. Lejos estaba de imaginar que transformada en una exuberante beldad, al reconocerme, no solo sus palabras sino hasta sus manos, espontáneas y efusivas, consagrarían la gratitud de aquel momento de dichoso reencuentro. Pese al tiempo transcurrido, unidos y reunidos, más que con lo que somos (pasajeros y forasteros, muy a nuestro pesar) con lo que fuimos.  

Día 17



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